TOMÉ, César

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TOMÉ, César

Biografía

César Tomé Martín nace una noche serena, que invitaba a rebeldía, de noviembre del año 1956 en Lerma (Burgos), donde reside. Diéronme algún dorado mimo de más mis padres,/los de ánimo contenido,/por ser varón y el último. Dice en uno de sus poemas.

Comienza a escribir versos a muy temprana edad, consiguiendo con su primer poema un premio estudiantil; hecho por el cual se compromete a seguir escribiendo.

Pero tuvo que escuchar en 1980 y en la voz de otro, a través de Radio Nacional, su poema La Noche («Exactamente como mujer morena que abre poco a poco los ojos…») para saberse destinado a esto.
«Voz soterrada y ligeramente melancólica, virilmente melancólica. Diría. Pese a su lirismo, veo bien que tiene la tierra presente«, escribió en su día el pintor Vela Zanetti en una carta al autor.

Es, desde el año 2001, miembro del grupo TELIRA (Tertulia Literaria Ribereña y Arandina). Y aunque es poeta de pocas palabras habladas, pues prefiere el silencio de la creación, su interés por la poesía le hace andar inquieto por donde pueda ayudar a que se desarrolle.

Obra

POESÍA

Bajo este techo claro (1983).
Lunas dolientes (1985).
La otra oscuridad (1991).
Adnaloy (1995).
Temperatura (2006). Prólogo de D. José María Fernández Nieto.
Piedras en los bolsillos de Dios (2009).
Cuando los pasos crecen (2010).

OTROS

Libros colectivos con TELIRA:

Del lagar y la pluma (2004).
Aquí llama primera del XXI (2004).
Huellas -Poemas a Castilla y León (2005).
La última hoja -Poemas a la muerte (2006).

Premios

Poética

«De mil maneras y por mil caminos nos acercamos a la Poesía. ¿O es ella quién nos encuentra, nos abraza, nos levanta, nos arroja, nos cita para otro momento, a la luz de la luna en un temido bosque o en la montaña más sugestiva?

Antes de escribir mi primer poema como tal, cuyo premio estudiantil me hizo seguir escribiendo, se presentó ella sin previo aviso. Como un juego vino (¿y era ya necesidad?), disfrazada de letra para canciones de un chico de once años que se miraba en los conjuntos musicales de la época.

Más tarde, pedí que me regalaran, ¿cómo llamarlo?, ¿sonidos, luces, formas nuevas, vocablos, o todo ello junto? Pedía lo ardiente en invierno, lo solitario en primavera, lo creativo en verano, lo oloroso en otoño. Soñaba con ser escultor de versos; y habiendo adquirido el suficiente conocimiento y arte, inventar el Poema.

(…) Uno comienza a escribir en la sala más oscura, que no fría, del corazón. Luego sigue con la modernidad de turno. Pasa por el experimentalismo. Todo ello envuelto, si es posible, con un manto de originalidad. Y vuelve al principio: al corazón, pero a su cuarto más luminoso y pequeño. ¡Creo!

No puedo considerar a la poesía un divertimento (a veces sufro), tampoco una religión (peco demasiado); pero sí debiera ser una forma de vida. Mi vida. Por lo que me considero poeta…»

(César Tomé, de Con voz propia II, Poetas de Burgos).

 

 

Texto

ELLA

De lugares remotos
y rauda
viene la luz que me golpea como
puerta, túnel, retrato, coro frío.
Pero no la palabra.
Pero no la palabra. Ella sube
de la sombra del aire
de los pasos del sí
de mujer que me ciñe. A la altura
de la pelvis se asoma y vuelve
a hacerlo cuando alcanza la punta sin dios
de la encendida lengua.

Momento de escribir.
De sexo.

(De Cuadernos Telira, nº4, Otoño-Invierno 2002). (El poema que aparece en esta web es una nueva versión revisada y corregida por el autor.)

MI RUBIA ENHORABUENA,
mi estreno de la noche original,
mi latido lejano pero sentido, créeme,
créeme sin alboradas de plumaje insensible,
sin fríos inyectados al rodapié del corazón.

Créeme como se añoran los amantes aquí,
en las queridas noches veraniegas.
Créeme.
Y con la tolerancia de la tierra,
la pulcra exactitud de los puntos suspensivos
y el rubor del cerezo.

Mi piel de tarde te rebusca en los letreros de las horas
y en las posturas hechas de tallo y de azúcar,
te busca en la dorada memoria del anillo
que me ciñe mimosamente un dedo,
pues rompe, duele no saber de ti.
Pero más, más te busca mi corazón de tarde.

Créeme, créeme, te llamo para adoptar la luz,
para dotar de sueño a las estatuas
y pisar las celosas ortigas de la espera;
para ofrecerme como abrazo fruto,
como día sin día.

Sí,
te llamo por el fuego, por este fuego cierto,
que me amarra y desnuda,
incorregible en sus tatuajes,
heredado del bien de los días de lluvia;
parecido al secreto que mece el horizonte
y que mecen fielmente las orillas de un río,
que de tanto mirarse se desean.

Te llamo por la luna,
por esta luna cierta.
Pues termino escribiendo siempre, una y otra vez,
como un tonto,
tu nombre.

ALEGORÍA

Cruzas. Dejas atrás,
y sin mirar, la fuente.
Las muchas escaleras
subes con prontitud de luz, de gloria.
Apasionadamente
y por donde más lejos queda todo
saltas la tapia, avanzas siguiendo el rudo seto
y evitas la presencia,
no sé cómo, del dóberman de turno.
Pero las bellas aguas de luna del estanque,
cuando para mirarte
en ellas
te inclinas como junco, callan, mueren.

Y no porque la envidia sea un cuadro
colgado con pasión certera, o como anzuelo,
en el más que obligado pasillo de la vida,
que lo es;
sino porque tú cuentas con horas temblorosas,
rotundas emboscadas de mareas sin dios,
miedos devoradores de confines,
inflexibles naufragios
que al espejo despojan de su magia
y aceleran el paso, la partida.

Saben que a la deriva tu navío,
tú,
en noches sin la amada.

(Del libro Cuando los pasos crecen)

 

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