SANCHEZ-ANDRADE, Cristina

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SANCHEZ-ANDRADE, Cristina

Biografía

Nació en 1968 en Santiago de Compostela, hija de madre inglesa y padre gallego. Se licenció en Ciencias de la Información y en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Durante un tiempo trabajó para el Departamento de Cultura de la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, y en su currículum figuran también colaboraciones en periódicos de difusión general (El Correo Gallego, El País) así como en publicaciones de carácter más científico (Revista de Libros, Clarín). En el ámbito literario, ha publicado cuentos y novelas (algunos de los cuales le han valido la consecución de premios literarios) y ha traducido a autores como George MacDonald (La princesa y Curdie) y Emily Brontë (Cumbres borrascosas). En 2018 fue autora invitada en la OMI en Nueva York y el año siguiente fue invitada en Austria en Air-Artist in Residence.

 

Obra

NARRATIVA

Las lagartijas huelen a hierba (1999). Novela.
«Candela» (en Cuentos de humo) (2001). Relato.
Bueyes y rosas dormían (2001). Novela.
Ya no pisa la tierra tu rey (2004). Novela.
«68, Amor» (en Todo un placer. Antología de relatos eróticos femeninos) (2005). Relato.
«Somos dos barcos» (en Portadas Manuel Gil) (2005). Relato.
Alas (2006). Novela.
Coco (2007). Biografía novelada de Coco Chanel.
«Los locos de Valencia» (en Comedias de Lope) (2007). Texto que versiona la comedia lopesca.
Los Escarpines de Kristina de Noruega (2010).
El libro de Julieta (2010).
Las Inviernas (2014).
47 trocitos (2015).
Matilde (2015).
Alguien bajo los párpados (2017).
El niño que comía lana (2019).

La nostalgia de la Mujer Anfibio (2022).

POESÍA

Llenos los niños de árboles (2019).

Premios

Premio Cuentos de las Bibliotecas de la Comunidad de Madrid.
1998: Premio de Narrativa Corta convocado por el Ayuntamiento de Bilbao.
2004: XII Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2004 con Ya no pisa la tierra tu rey.
2011: Finalista del Premio Espartaco de Novela Histórica por Los escarpines de Kristina de Noruega.
2014: Finalista del Premio Herralde de Novela.
2017: Premio Nacional «Cultura Viva».

2020: Premio Setenil al mejor libro de relatos con su obra «El niño que comía lana».

Poética

No, precisamente este [Las lagartijas huelen a hierba] es el libro que escribí con más rapidez, yo creo que lo escribí en tres o cuatro meses, muy rápido, porque normalmente tardo más. Sí, es verdad, están muy presentes todos los olores, todos los elementos de la naturaleza, el viento es prácticamente un personaje, están las gallinas, están los higos… Bueno, es parte del libro y prácticamente son personajes también.
[…]
Sí, siempre digo que es inútil pensar un plan para una novela porque probablemente no salga. Entonces mejor dejarse llevar y ver un poco, uno siente ya cuando se encuentra bien, cuando uno ha encontrado ya todos los personajes, cuando ha encontrado el entorno, el tono. Hay algo como que vibra dentro y entonces es el momento de seguir escribiendo.
[…]
Hay gente que necesita planear todo, que no se permite cambiar nada porque eso le desborda de alguna manera la narración. Pero no, en mi caso es muy intuitivo. Que es también muy caótico porque uno no sabe por dónde va a ir. Y un día escribes mucho, otro día no escribes nada, otro día has trabajado y otro día ha sido inútil. Pero bueno, es así, vivo un poco a la merced de lo que la propia narración vaya tirando de mí.
[…]
Yo trabajo mucho con conexiones, una palabra me lleva a otra, una frase que he oído me lleva a tal, un personaje, alguien que he visto, me lleva a otro… Un poco conectando cosas, pero sin un plan.
[…]
Sí, hombre, el que escribe se descubre, eso está claro, se descubre mucho. Y hay una cosa que es cierta y es que para escribir algo interesante hay que hacerlo de una manera sincera. Aunque no te guste lo que salga muchas veces, porque hay partes nuestras que no nos gustan, ¿no?, y que salen con la escritura. Pero está claro que un texto nunca va a ser interesante desde ningún punto de vista si no es sincero. Digamos que tapar aquello que quiere fluir y no sale sería el peor defecto de un escritor.
[…]
Quizá sí me encuentre mejor en la novela. Porque el cuento para mí es muchísimo más difícil. Una frase demás en un cuento puede estropearlo, ¿no? Pero bueno, no me cierro, la verdad es que me gustaría hacer más cosas, explorar nuevos terrenos. También me he dedicado algo a la traducción y voy a seguir un poco con ello. O sea que estoy abierta a más posibilidades.
(De http://www.deriva.org/entrevistas/entrevistas.php?ID=34)

No sé hasta qué punto mi literatura está influida por el realismo mágico, es difícil no dejarse influir por escritores de la talla de García Márquez. En todo caso mi intención no es hacer realismo mágico puesto que éste, o lo «real maravilloso», tal y como lo describió Alejo Carpentier consiste en alterar la realidad, es decir en reflejar situaciones milagrosas y, salvo lo que la propia realidad tenga de situaciones mágicas y extraordinarias, creo que todo lo que yo describo tiene poco de milagroso.
(De http://www.literaturas.com/ENTREVISTASdefinitivo.htm#Cristina%20Sánchez%20Andrade)

 

Texto

Hoy es el día, y una de nosotras -lástima que sólo sea una-, ni baja, ni débil, ni pequeña, la que hunde las manos en la leche para hacer el queso, la que huele a queso amargo y es carne de convento, abrirá los ojos de golpe (a su lado, en ese clima atroz que preludia al amanecer, las otras se aferrarán a su porción de noche) y se levantará.
Sin despertar a nadie (así lo ordenó sor Gaudencia), se embadurnará los labios de carmín, se desenredará los cabellos (noche de pajas y alacranes mientras piensa), estrenará un mandil bordado a mano y una falda de género amarillo, se liará un chal a la cabeza y recorrerá la galería con la sola luz de una vela de sebo, rápida y seca, bordeará el claustro de puntillas, oirá el crepitar de los insectos en los zócalos de madera, el roncar silbante de sus compañeras, atravesará el patio chico, blanca entre las sombras, entrará en la cocina y buscará.
Vagamente algo.
Abrirá el cajoncito de la mesa y sacará un cuchillo, el más largo y afilado, el que la abadesa Violante usa para cortar membrillos. Cerciorándose de que nadie la vigila, lo envolverá en un trapo y lo introducirá en un bolsillo.
Se encaminará con el cuchillo hasta el jardín. Levantará los plásticos que cubren la galería y se introducirá en el agujero. Por una vez y sin que sirva de ejemplo, desobedeciendo la orden de clausura, recorrerá la galería (gargantas de piedra flanqueadas por escarpadas paredes de piedra) hasta encontrarse en el jardín del palacio. Allí montará la bicicleta que la lechera deja atada a la verja.
Pedaleará por plazas y calles, un parque, una plaza, una ventana, alguien canta, lugar, calle, con el pelo al viento, alguien arroja los orines al amanecer. Se meterá en el camino sin asfaltar. Llegará hasta el río. Se bajará de la bicicleta.
Allí mismo, hincada de rodillas en la orilla, limpiará el cuchillo y lo enterrará.
El cuchillo limpio y enterrado, y sentirá eso de grato: tener limpio y escondido el cuchillo con el que todavía no ha matado.
En el crepúsculo atroz, brillará su traje amarillo y hará muy bien en pedalear dejando atrás una zanja abierta.
Otra noche vendrá lo peor.
(De Ya no pisa la tierra tu reyBarcelona, Anagrama, 2004, pp. 186-187)

 

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