RUIZ ZAFÓN, Carlos

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RUIZ ZAFÓN, Carlos

Biografía

Nacido en Barcelona en 1964 y fallecido en Los Ángeles en 2020, Carlos Ruiz Zafón fue un autor de gran renombre nacional e internacional. Tras estudiar en el Colegio de los Jesuitas de Sarrià, se licenció en Periodismo y  se especializó en publicidad. Sin embargo, en el año 1992 dejó su trabajo como director creativo para dedicarse a la escritura.

Los comienzos de su carrera literaria se hallan en el año 1993, cuando publica El Príncipe de la Niebla, ganadora del Premio Edebé. Sus obras inmediatamente posteriores también se encuadran en la literatura juvenil: El Palacio de la MedianocheLas Luces de Septiembre Marina. No es hasta 2001 cuando se adentra en la novela específica para adultos; en concreto, con la publicación de La Sombra del Viento. Esta conocida obra tiene su continuación en El Juego del ÁngelEl Prisionero del Cielo y El Laberinto de los Espíritus.

Las novelas de Zafón han sido y continúan siendo muy apreciadas: se han traducido a más de cincuenta idiomas, cuentan con millones de lectores y han obtenido numerosos premios; entre otros, el Edebé, el Humus y el Michelet.

Obra

NARRATIVA:

Marina (1999).
Rosa de Fuego (2012).
El Príncipe de Parnaso (2014).
La Ciudad de Vapor (2020).

 

Trilogía de la Niebla:

El Príncipe de la Niebla (1993).
El Palacio de la Medianoche (1994).
Las Luces de Septiembre (1995).

 

Tetralogía El Cementerio de los Libros Olvidados:

La Sombra del Viento (2001).
El Juego del Ángel (2008).
El Prisionero del Cielo (2011).
El Laberinto de los Espíritus (2016).

Premios

1994: Premio Edebé por El príncipe de la niebla.
2000: Finalista del Premio Fernando Lara de Novela por La sombra del viento.
2000: Premio Livre de Poche por La sombra del viento.
2004: Premio al mejor libro extranjero.
2004: Premio Protagonistas.
2005: BookSense Book of the Year (Honorable Mention).
2006: Finalista de los British Book Awards.
2006: Premio Humus al mejor libro del año votado por los lectores de Bélgica.
Premio de los Lectores de La Vanguardia.
Borders Original Voices Award.
Gumshoe Award.
New York Public Library Book to Remember.
Barry Award, Joseph-Beth and Davis-Kidd Booksellers Fiction Award.
Sexta posición en la lista de Waterstone’s de los 25 mejores libros de los últimos 25 años.
Prix du Scribe.
Prix Michelet.
Prix de Saint Emilion.
Bjornson Order al mérito literario.
Premio de los libreros de Canadá/Quebec.
Ottakar’s prize.
Nielsen Golden Book Award.
Premio Varzim de Povoa.

Poética

«Mi afición a los dragones viene de largo. Barcelona es ciudad de dragones, que adornan o vigilan muchas de sus fachadas, y me temo que yo soy uno de ellos. Quizás por eso, por solidaridad con el pequeño monstruo, hace ya muchos años que los colecciono y les ofrezco refugio en mi casa, dragonera al uso. Al día de hoy ya son más de 400 criaturas dragonas las que hacen mi censo, que aumenta cada mes. Además de haber nacido en el año, por supuesto, del dragón, mis vínculos con estas bestias verdes que respiran fuego son numerosos. Somos criaturas nocturnas, aficionadas a las tinieblas, no particularmente sociables, poco amigas de hidalgos y caballeros andantes y difíciles de conocer.

Tener que contar, todos tenemos mucho que contar. Las experiencias vitales de un escritor, sean las mías o las de otro, no son más valiosas que las de cualquier otra persona que no se dedique a escribir. Por supuesto yo creo que el trabajo del escritor es el de desarrollar el oficio, desarrollar los recursos, las técnicas para ese material que todos tenemos, y que está en la vida de todos, intentar darle forma para que pueda tener un valor para los demás. Pero sobre todo aprender lo que son los resortes y los recursos del oficio. Porque escribir es un oficio y a veces, como nos sucede a todos con las profesiones de los demás, como no sabemos muy bien lo que hacen, vemos el resultado, tendemos a simplificar las cosas, pero no es una cuestión de inspiración de las musas… eso no es escribir ni hacer nada en la vida. Cualquier trabajo o profesión que uno hace es porque la aprende, porque trabaja, porque se esfuerza y va adquiriendo ese oficio y llega un momento en el que sabe hacer algo. Y todos sabemos hacer algo en la vida, lo que quiera que sea el camino que hayamos elegido, y a duras penas nos manejamos allí. En estas novelas que son de algún modo un homenaje a la literatura, a las personas que se dedican a ella, a los lectores, los libreros, traductores, también quería hacer unas pequeñas reflexiones sobre el proceso de lo que es dedicarse a escribir. El señor que hace sillas, pues es un oficio complicado, no le inspiran las musas para hacerla… Hay quien hace sillas y hay quien hace libros y quien hace otra cosa. Pero en el fondo, lo más importante para el escritor es la ingeniería del lenguaje.

Yo me conformo y me siento más que satisfecho con ser un escritor leído, pero eso se aplica a todos los escritores: uno escribe, uno trabaja, uno hace una cosa y si es recibida y es leída, si es por mucha gente o por menos gente, sin que uno tenga que comprometer o sacrificar lo que hace y lo que quiere hacer… Pero al fin y al cabo la lectura es de uno a uno, los libros los lee una persona y los escribes para una persona; si eso se multiplica por muchos, pues mejor. Pero no sé, no creo tampoco que sea muy sano pensar en estas cosas o ponerse medallitas, si eres el más o el menos o el de en medio, pues bien está».

Texto

Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados.

Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido.

—Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie —advirtió mi padre—. Ni a tu amigo Tomás. A nadie.

—¿Ni siquiera a mamá? —inquirí yo, a media voz.

Mi padre suspiró, amparado en aquella sonrisa triste que le perseguía como una sombra por la vida.

—Claro que sí —respondió cabizbajo—. Con ella no tenemos secretos. A ella puedes contárselo todo.

Poco después de la guerra civil, un brote de cólera se había llevado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi quinto cumpleaños. Solo recuerdo que llovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo lloraba le faltó la voz para responderme. Seis años después, la ausencia de mi madre era para mí todavía un espejismo, un silencio a gritos que aún no había aprendido a acallar con palabras.

 

(De La Sombra del Viento, 2001).

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