RODRÍGUEZ, Josep M.

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RODRÍGUEZ, Josep M.

Biografía

Josep M. Rodríguez nace en Súria, Barcelona, en 1976. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Lleida. Ha sido incluido en diversas antologías, entre ellas, Inéditos, de Ignacio Elguero; La lógica de Orfeo, de Luis Antonio de Villena, y Veinticinco poetas españoles jóvenes.

 

 

Obra

POESÍA

Las deudas del viajero (1998).
Frío (2002).
La caja negra (2004).
Raíz (2008).
A caixa negra, traducción al portugués de Manuel de Freitas (2009).
Arquitectura yo (2012).
Arquitectura yo (2012).
Ecosistema. Antología (2015).
Sangre seca (2017).

ENSAYO

Hana o la flor del cerezo (2007).

OBRAS TRADUCIDAS

Kobayashi Issa: Poemas de madurez (2008).

ANTOLOGÍAS

Yo es otro (Autorretratos de la nueva poesía), (2001).
Alfileres (El haiku en la poesía española última), (2004).

Premios

2003: Premio Internacional de Poesía «Emilio Prados».
2006: Premio Internacional de Crítica literaria «Amado Alonso».
2008: Premio Internacional de Poesía «Emilio Alarcos».
2012: XIV Premio de Poesía Generación del 27 por Arquitectura yo.
2017: XXIV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba «Ricardo Molina» por Sangre Seca.

Poética

 

(…) Lo que se dice en un poema tiene tanto valor como lo que no se dice. Para Lao Tsé, lo importante de una rueda no son los radios ?la materia?, sino su vacío. Pienso en las esculturas de Pablo Gargallo. En cómo, poco a poco, y gracias a la fragmentación y a la elipsis, fue suprimiendo los elementos significantes hasta convertir la luz, el espacio sugerido y el vacío en factores centrales de su discurso escultórico, despojando sus obras de cuantos volúmenes y formas consideraba innecesarios. Que viene a ser lo mismo que, en literatura, proponía Ezra Pound. Gargallo y los imaginistas se contagiaron de los aires de renovación que recorrieron Europa en las primeras décadas del siglo XX. Se buscaba presentar la realidad de una manera nueva: «Un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él», escribe Huidobro. La realidad se mira como si se acabara de descubrir, como si se estrenara a cada instante. De ahí que Pablo Neruda componga una «Oda a la alcachofa» o que Gómez de la Serna escriba greguerías como: «La lava parece un cocodrilo que avanza».

No hay duda de que ese extrañamiento o ingenuidad del que mira las cosas con ojos nuevos es una de las conquistas más importantes de la vanguardia, y que sigue vigente en la actualidad. Todo poema tiene más de cuadro que de fotografía. Más de interpretación que de representación. Las cosas que nos rodean esconden pistas de lo que oculta o guarda una realidad más amplia. La mirada nos muestra sólo un fragmento. Y es función de la poesía enseñarnos a trascender esa realidad, desvelándonos lo que Emerson denominó «el lenguaje hablado de las cosas». Ya Heráclito afirmaba que a la naturaleza le place esconderse. De ahí que Baudelaire, en los versos finales de su poema «Élévation», considere necesario sobrevolar la realidad para comprender, sin esfuerzo, el lenguaje de las flores y de las cosas calladas. O lo que es lo mismo, observar la realidad hasta captar la esencia de lo más evidente ―las flores― y de lo que no lo es tanto ―las cosas calladas―. Para lo cual, la imagen se me antoja una herramienta imprescindible. Hasta el punto de considerarla el corazón de mis poemas. Mucho más que la metáfora, especialmente las metáforas irracionalistas, que desde siempre me han parecido más arbitrarias y, me atrevería a decir, tramposas. La imagen, en cambio, me parece un recurso más preciso. Creo, como Flaubert, que la poesía es tan exacta como la geometría. Vuelvo a Gargallo, a cómo recorta, repuja, engasta, torsiona, remacha y suelda los distintos materiales hasta darles la forma que él quiere. Y eso es algo que también se le debería exigir a un poeta.

Lo que no quiere decir que se pueda ni se deba controlar todo. En «The philosophy of composition», Edgar Allan Poe explica el proceso de escritura de «The raven», precisamente para demostrar que «ningún punto de la composición puede atribuirse a la intuición ni al azar». Pero el autor norteamericano hace trampa. Primero porque se trata de un texto escrito a posteriori, con lo que todo resulta mucho más fácil de justificar. Y, en segundo lugar, porque Poe, después de saber de qué emoción partir y qué efecto provocar, de hacerse una idea aproximada de la extensión, de escoger el tono, de decidir una serie de aspectos relacionados con la métrica, de pensar los personajes y el escenario, además del tema y de otras muchas cuestiones técnicas… Entonces, así, sin más, se pone a escribir un poema de la altura de «The raven». La historia de la poesía está llena de grandes críticos que, sin embargo, fueron incapaces de engendrar un buen poema. De grandes lectores que conocen los mecanismos líricos, que tienen la inteligencia y las buenas intenciones necesarias para que el poema brote y, pese a ello, sus versos no funcionan, carecen de vida. Hace algunos años, precisamente para otra poética, utilicé una cita sobre la que me gustaría volver ahora. Es el inicio de un artículo de Paul Klee titulado «Experimentos exactos en el ámbito del arte»: «Construimos y contruimos y, a pesar de ello, la intuición sigue siendo algo extraordinario. Sin ella se pueden hacer muchas cosas, pero no todas» (…)

(De «Memorias de un lector», en Deshabitados, Granada, col. Maillot Amarillo, 2008, pp. 202-204).

 

 

Texto

 

FRÍO

Llueve
en mitad de la noche,
como si aún fuera posible más oscuridad.

Puedo escuchar el agua que araña los tejados
y convierte las calles
en grandes venas negras.

Lentamente,
me acerco a la ventana y sólo encuentro
oscuridad
y agua:

el fondo de un océano.

Sin embargo,
es todo tan hermoso y tan extraño
?¿recuerdas??
como rozar la piel de un tiburón.

¿Por qué darle un sentido a cada cosa?

La noche y su hemorragia incontenible, por ejemplo.

Sé que el agua es un vínculo
entre tú y yo,

y que el sol de mañana
mostrará con orgullo
la enorme cicatriz del horizonte.

Pero ha de ser mañana,
porque si no hay mañana nada importa.

( De «Frío», en La caja negra, Valencia, Pre-Textos, 2004, pp. 32-33).

 

 

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