OVEJERO, José

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OVEJERO, José

Biografía

José Ovejero nació en Madrid en 1958. Ha vivido varios años en Alemania y vive en la actualidad entre Bruselas y Madrid. Ha publicado novela, cuentos, ensayo, teatro y poesía. Sus cuentos han aparecido en antologías y libros colectivos tanto en España como en el extranjero.

Aparte de su obra literaria, colabora regularmente con sus artículos en diferentes revistas y periódicos españoles y latinoamericanos.

Ha editado La España que te cuento, libro y audiolibro de relatos, leídos por sus autores, en los que la ficción traza una imagen muy vívida de la España actual. También ha editado el Libro del descenso a los infiernos. Sus obras están traducidas a varios idiomas.

Obra

NARRATIVA

Cuentos para salvarnos todos (cuentos) (1996).
Añoranza del héroe (novela) (1997).
Huir de Palermo (novela) (1999).
Qué raros son los hombres (relatos) (2000).
Un mal año para Miki (novela) (2003).
Mujeres que viajan solas (relatos) (2004).
Las vidas ajenas (novela) (2005).
Nunca pasa nada (novela) (2007).
La comedia salvaje (novela) (2009).
La invención del amor (2013).
Los ángeles feroces:
La seducción (2017).
Insurreción (2019).

CUENTOS

Cuentos para salvarnos todos (1996).
Qué raros son los hombres (2000).
Mujeres que viajan solas (2004).
El príncipe es un sapo. Y viceversa (2998).
Mundo extraño (2017).                                                                                                                 Mientras estamos muertos (2022).

POESÍA

Biografía del Explorador (1994).
El Estado de la nación (2002).
Nueva guía del Museo del Prado (2013).

TEATRO

La plaga (2007).
Los políticos (2007).

LIBROS DE VIAJE

China para hipocondríacos (1998).

ENSAYOS

Bruselas (1996).
Escritores delincuentes (2011).
La ética de la crueldad (2012).

Premios

1993: Premio Ciudad de Irún de Poesía.

1998: Premio Grandes Viajeros de libros de viajes.

2005: Premio Primavera de novela.

2010: Premio Ramón Gómez de la Serna de narrativa.

2012: Premio Anagrama de Ensayo por La ética de la crueldad.

2013: Premio Alfaguara de novela con La invención del amor.

2014: Premio Bento Spinoza de Ensayo por La ética de la crueldad.

2017: Premio Juan Gil-Albert de Poesía por Mujer lenta.

2018: Premio Setenil por Mundo extraño.

Poética

“Sé consciente de que en la literatura, igual que en la vida, suele ser más importante lo que se calla que lo que se dice. El silencio es una de las figuras literarias más eficaces.”

 

“La literatura es la voz de nuestra sombra”

“Muchos de mis cuentos se adecuan a la tesis de Ricardo Piglia: hay una historia oculta que se revela de golpe o poco a poco; quizá porque empecé a escribir influido por Cortázar, buscando una realidad fantástica por debajo de la cotidiana; hasta que llegué a la conclusión de que por debajo de la realidad aparente sí hay otra, pero no fantástica, sino sencillamente inconfesable: mis personajes actúan para ocultar lo que son -como la mayoría de nosotros- y mis cuentos viven de la tensión entre esas dos realidades. Pero como señalaba antes, rara vez sé hacia dónde se dirige el cuento: parto de una sensación, de una atmósfera, de una situación que voy concretando mientras avanzo. Ya iré encontrando el camino hacia el final perfecto… aunque para mí el final perfecto es aquél que no escribo y tiene lugar en la cabeza del lector. Más aún: es aquél que el lector tampoco puede poner, porque hay numerosas posibilidades, pero es él quien tiene que seguir dando vueltas a la historia para encontrar ese final supuestamente necesario, ése que explica todo lo que queda por explicar. Incluso cuando uso la sorpresa para desvelar el verdadero carácter de la historia que cuento, es preferible que dicha sorpresa no cierre del todo el círculo. No, no basta con tener el principio y el final para escribir un buen cuento, porque las realidades que caben entre un mismo principio y un mismo final son ilimitadas. Últimamente sin embargo observo en mí la tendencia a prescindir de la «historia secreta»: los cuentos de Mujeres que viajan solas pretenden menos escarbar en la parte oculta de mis personajes que presentar un mundo opaco en el que es difícil comprender lo que sucede a nuestro alrededor. Esa confusión de los personajes, que es la mía, me interesa cada vez más. E incluso diría con Chejov que «Era hora de que los escritores …reconocieran que en este mundo nada se comprende». No es muy alentador, pero la confusión siempre dio mejores frutos literarios que las convicciones.”

(De El arquero inmóvil, 2006)

Texto

Señaló un cuadro en el que un ángel hacía una reverencia a la Virgen; a la izquierda una pareja rubia parecía lamentarse de que unas frutas se les hubiesen caído al suelo; desde la esquina superior izquierda unas manos lanzaban un rayo de luz por el que se deslizaba una paloma como por un tobogán.

La Anunciación —dijo Benjamín.

—Eso lo sabe mi lechera, y hasta su hijo lo sabe, aunque aún se caga en los pantalones.

—Es de Fray Angélico; a la izquierda están Adán y Eva en el momento de ser expulsados del paraíso; acaban de comprender la gravedad de su pecado.

—No me cuente usted la Biblia; hábleme del cuadro, de la técnica, de la perspectiva, de los diversos planos, de la luz.

—Es un cuadro muy hermoso.

—Me alegro de que le guste. Aunque no sea una opinión muy original: hay varios millones de personas a las que les pasa lo mismo. En fin, no perdamos más tiempo. Lléveselos de aquí inmediatamente.

—Pero el papel dice que velemos por su seguridad.

—¿Y usted cree que es más importante su seguridad que la de uno solo de estos cuadros? A ver si un día inventan bombas que sólo matan a personas pero no destruyen las catedrales ni los museos. Porque los seres humanos se pueden reproducir, es una de sus pocas ventajas, pero ¿cómo reproducir el tímpano de la catedral de Burgos o El jardín de las delicias?

—Pues yo pienso que sería mejor que inventasen bombas que destruyesen los edificios y las cosas y no a las personas. Eso también desmoralizaría al enemigo, destruir sus museos y sus catedrales, y no tendrían que morir inocentes —opinó Julia.

El hombre del traje se volvió a quitar las gafas, se acercó a ella tanto como lo había hecho con los cuadros y arrugó la nariz obviamente poco complacido con el resultado de su inspección.

—Así que usted piensa que es preferible bla bla bla. ¿Y qué sabe usted de arte? Tanto como yo de ovejas. Eso se ve.

—Y usted prefiere ver morir a unos niños aplastados por las bombas a que se le estropee ese…

—Fray Angélico —la ayudó Benjamín.

—A que se estropee ese Fray Angélico o le caiga una mancha a cualquiera de estas antiguallas.

—Oh, los niños, oh los pobres niños indefensos. ¿Me quiere usted romper el corazón? ¿Pretende que vierta tres lagrimitas y me arrepienta de mi falta de compasión? ¡Los niños se mueren de todas formas! ¿O no se ha enterado? No inmediatamente, lo concedo, primero les salen los dientes, después granos, luego bigote, después arrugas, más tarde tumores y por último gusanos. Y siempre llegan nuevos de París, millones. Pero de París sólo puedes traer unos cuantos Renoir y un puñado de Picassos. Y si se rompe una obra maestra no puedes encargar más a la cigüeña. Sólo hay una capilla de los Scrovegni, pero si a una madre le cambias su bebé por otro ni se entera. ¿Lo entiende, aborigen? El arte es insustituible, mientras que la vida precisamente consiste en una sustitución perpetua. Deje de pensar en el individuo y piense en la especie. ¿Qué es la especie humana sin arte, sin el placer estético, sin la sensibilidad artística? ¡Una piara de gorrinos!

»Lléveselos, sargento, ya le decía que han alojado a una pareja de homínidos, peor, a una pareja de vándalos en el templo del arte.

—¿Y adónde los llevo? Los papeles…

—¡Al hotel Florida! Aquello está lleno de inútiles, de vividores y de periodistas, si no es todo lo mismo. Allí se sentirán a gusto.

( De La comedia salvaje, 2009)

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Enlaces

Web personal: https://joseovejero.com/

Twitter: https://twitter.com/joseovejero2017

Entrevistas:

Pedro Crenes Castro, El Librepensador, http://www.ellibrepensador.com/2009/10/26/entrevista-con-jose-ovejero-autor-de-la-comedia-salvaje/

Joseph Aguado, Quimera 287, septiembre 2007, pp.57-62