Biografía
Antonio Muñoz Molina nace en Úbeda, en la provincia de Jaén, en 1956. Estudia Periodismo, su gran pasión, en Madrid, y se licencia en Historia del Arte por la Universidad de Granada. Simultanea, tras acabar la carrera, su labor de funcionario municipal con la colaboración en varios diarios granadinos; su primer libro, El Robinsón urbano, es una recopilación de estos artículos. Sus primeras obras, en especial Un invierno en Lisboa, Premio Nacional de Narrativa y de la Crítica, le consagran como uno de los escritores españoles más sólidos del panorama actual, comprometido con su tiempo, polémico, de gran cordura y con una gran capacidad de fabulación.
Mágina, urbe imaginaria que evoca a la ciudad de su infancia, que aparece por primera vez en Beatus Ille, y Madrid serán los escenarios principales donde se desarrollan sus novelas, deudoras del género policiaco y del cine negro, en las que profundiza en la historia reciente de España. Su obra ha sido traducida y leída fuera de España; Plenilunio consiguió el Premio Femina Etranger a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 1998. Algunas de sus novelas, como Beltenebros y Plenilunio, han sido llevadas al cine. En 1995 ingresó, con apenas 39 años, en la Real Academia Española, donde ocupa el sillón «u». Colabora habitualmente en los periódicos más importantes del país, función que compagina con su trabajo de escritor. Fue nombrado director del Instituto Cervantes de Nueva York en junio de 2004.
Obra
NARRATIVA
Beatus Ille (1986).
El invierno en Lisboa (1987).
Las otras vidas (1988). Relatos.
Beltenebros (1989).
El jinete polaco (1991).
Los misterios de Madrid (1992).
Nada del otro mundo (1993). Relatos.
El dueño del secreto (1994).
Ardor guerrero (1995).
Plenilunio (1997).
La colina de los sacrificios (1998).
Carlota Fainberg (1999).
En ausencia de Blanca (2000).
Sefarad (2001).
La poseída (2005).
Seis narradores españoles en Nueva York (2006).
En ausencia de Blanca (2007).
El viento de la luna (2007).
La noche de los tiempos (2009).
Nada del otro mundo (1993-2011). Relatos.
Como la sombra que se va (2014).
El faro del fin del Hudson (2015). Relatos.
Un andar solitario entre la gente (2018).
Tus pasos en la escalera (2019).
ENSAYO
Córdoba de los Omeyas (1991).
La verdad de la ficción (1992).
La realidad de la ficción (1993).
Las apariencias (1995).
La huerta del Edén: escritos y diatribas sobre Andalucía (1996).
Destierro y destiempo de Max Aub (1996).
Escrito en un instante (1997).
Pura alegría (1998).
José Guerrero. El artista que vuelve (2001).
El atrevimiento de mirar (2012).
Todo lo que era sólido (2013).
OTROS
El Robinson urbano (1984). Colección de artículos periodísticos.
Diario del Nautilus (1985). Colección de artículos periodísticos.
La huella de unas palabras (1999). Antología dialogada realizada por José Manuel Fajardo.
Unas gafas de Pla (2000). Colección de artículos periodísticos.
La vida por delante (2002). Colección de artículos periodísticos.
Ventanas de Manhattan (2004). Diario de viaje.
Premios
1986: Premio Ícaro de Literatura por Beatus Ille.
1988: Premio Nacional de Narrativa y Premio Nacional de la Crítica por El invierno en Lisboa.
1998: Premio Elle.
1998: Premio Crisol.
1991: Premio Planeta por El jinete polaco.
1992: Premio Nacional de Narrativa por El jinete polaco.
1995: Es elegido miembro de la Real Academia de la Lengua.
1997: Premio Euskadi de Plata.
1998: Premio Femina Etranger a la mejor obra extranjera publicada en Francia, Premio Elle y Premio Crisol a Plenilunio.
2003: Premio Mariano de Cavia por su artículo «Lecciones de septiembre».
2003: Premio González-Ruano por su artículo Los herederos.
2006: Doctor Honoris Causa por la Universidad Villanova, Pensilvania.
2007: Doctor Honoris Causa por la Universidad de Jaén, España.
2010: Doctor Honoris Causa por la Universidad Brandeis, Massachusetts.
2012: Prix Méditerranée Étranger 2012 por La noche de los tiempos.
2013: Premio Jerusalén.
2013: Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
2015: Académico de Honor de la Academia de Buenas Letras de Granada.
2017: Premio Unamuno, amigo de los protestantes. 2020: Premio Médicis étranger. 2022: Premio José Luis Sampedro de Getafe Negro.
Poética
– «Lo que más importa de un escritor no es que invente algún que otro personaje memorable. Importa que se invente desde la nada y la soledad a unos cuantos lectores, a uno solo. Escribir es hablarle a alguien a quien no conocemos, es arrojar una piedra a la lisura de un lago, es adivinar y decir las palabras que alguien estaba a punto de pensar. El agua, la conciencia, era un espejo inmóvil, y de pronto esa palabra deseada convoca en ella un ritmo de ondulaciones concéntricas, remueve el limo del fondo, resucita una sensación que habría yacido para siempre en la sepultura cobarde del olvido. Escribir es atreverse a una persecución y a un asedio y descender a esa parte escondida donde guarda el lector, el único lector, los secretos tesoros de la felicidad y de la culpa. El verdadero lector es una sombra que está esperando siempre para encarnarse y vivir en la mirada de quien escribe con el solo deseo de dibujar su rostro, de reconocerlo algún día.» (Antonio Muñoz Molina, Escrito en un instante).
– «La manera más clara, transparente y eficaz de contar aquello que se quiere contar determina la forma de contarlo. Es decir, a mí me preocupa mucho la técnica narrativa pero me preocupa sobre todo como un elemento auxiliar, yo lo que quiero es contar ciertas sensaciones, estados de ánimo, situaciones, olores, colores, y quiero contar también ciertas ideas sobre el paso del tiempo, sobre el recuerdo, sobre el olvido, y en cada caso busco, tanteando, o encuentro, la manera más práctica, más eficaz o más directa de hacerlo. No me planteo cambiar de técnica según el libro que escribo, lo único que sé es que tengo que contar algo y voy probando, casi a ciegas, cuál es la mejor manera en que puedo hacerlo. La preocupación formal no es la preocupación más grande que tengo en mi trabajo.» (Antonio Muñoz Molina, «A veces lo real es una obligación insufrible», entrevista realizada por Alicia Torre).
Texto
SEFARAD (2001)
Pero lo que ahora tengo delante de mí, en mi cuarto de trabajo, junto al teclado del ordenador y a la concha blanca y pulida por el agua que Arturo encontró hace dos veranos en la playa de Zahara, es una de las postales que compramos en la tienda de la Hispanic Society, el retrato de esa niña morena, delicada, solitaria, perfilada contra un fondo gris, que me mira ahora como aquel mediodía, cuando fuimos a mirarla por última vez antes de marcharnos, en la víspera de nuestro viaje de regreso, cuando ya casi no estábamos en Nueva York aunque todavía nos faltara un día entero para volar hacia Madrid y el tiempo se nos deshacía entre los dedos con una inconsistencia de papel quemado, de hojas de ceniza, minutos y horas sin sosiego, como el tiempo atribulado y fugaz de los amantes clandestinos que nada más verse ya saben que ha empezado para ellos la cuenta atrás de la separación. Al inventar uno tiene la vana creencia de que se apodera de los lugares y las cosas, de la gente acerca de la que escribe: en mi cuarto de trabajo, bajo la luz de la lámpara, que ilumina mis manos y el teclado, el ratón, la concha cuyas acanaladuras me gusta acariciar distraídamente con las yemas de los dedos, la postal de la niña de Velázquez, puedo tener la sensación de que nada de lo que invento o recuerdo está fuera de mí, de este espacio cerrado. Pero los lugares existen aunque yo no esté en ellos y aunque no vaya a volver, y las otras vidas que viví y los hombres que fui antes de llegar a ser quien soy contigo quizás perduran en la memoria de otros, y en este mismo momento, a seis horas y seis mil kilómetros de distancia de este cuarto, la niña que me mira desde la pálida reproducción de una postal mira y sonríe levemente en un lienzo verdadero y tangible, pintado por Velázquez hacia 1640, llevado a Nueva York hacia 1900 por un multimillonario americano, colgado en un gran salón medio en penumbra de un museo que visita muy poca gente. Quién sabe si ahora mismo, cuando en Nueva York son las dos y cuarto de la tarde y aquí empieza un anochecer de diciembre, habrá alguien mirando la cara de esa niña, alguien que advierta o reconozca en sus ojos oscuros la melancolía de un largo destierro.
(De Sefarad, Madrid, Alfaguara, 2001, pp. 592-593).
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