MORANTE, José Luis

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MORANTE, José Luis

Biografía

El poeta José Luis Morante nació en El Bohodón (Ávila) el 25 de agosto de 1956. Coordinó durante una década la revista gráfica y de textos Prima Littera. En su calidad de crítico, ha preparado antologías poéticas (Última fila, 11-M, etc.), ha editado a poetas tales como Joan Margarit, Luis Felipe Comendador o Herme G. Donis y ejerce la crítica literaria en diferentes publicaciones. Además de dedicar sus esfuerzos a la poesía, lo que le ha valido la obtención de varios premios, dirige el periódico literario Señales de humo y es profesor de Ciencias Sociales en el Instituto Duque de Rivas de la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid, lugar donde reside en la actualidad.

 

Obra

POESÍA
Rotonda con estatuas (1990).
Enemigo leal (1992).
Población activa (1994).
Causas y efectos (1997).
Un país lejano (1998).
Poesía, 1990-1998 (1998). Antología.
Desde la memoria (2000). Cuaderno poético.
Largo recorrido (2001).
El año de la guerra (2003). Cuaderno poético.
La noche en blanco (2005).
Diez insomnios (2005). Cuaderno poético.
Pateras (2006). Cuaderno poético.
Mapa de ruta (2010). Antología.
Ninguna parte (2013).
Nubes (haikus) (2013).
Pulsaciones (2017).

ENSAYOS Y ARTÍCULOS
Protagonistas y secundarios (1999). Compendio de artículos breves y ensayos críticos.
Palabras adentro (23 entrevistas literarias) (2003). Selección de entrevistas literarias.

OTROS
Reencuentros (2007). Autobiografía.
Sueltos (2008). Cuaderno de aforismos.
Mejores días (Aforismos) (2009).
Motivos personales (2015).
A punto de ver (2019).

Premios

1997: Premio Luis Cernuda con Causas y efectos.
1998: Ayuda a la creación del Ministerio de Cultura con Un país lejano.
2001: Premio internacional de poesía San Juan de la Cruz con Largo recorrido.
2005: Premio de poesía Hermanos Argensola con La noche en blanco.
2005: Premio Espadaña, del Hogar de Ávila en Madrid, por su itinerario creativo.

 

Poética

Generalmente clausuramos a cada escritor bajo las bóvedas de una etiqueta y uno acaba acostumbrándose, con resignación y cierta impotencia, a la didáctica de una taxonomía como si de este modo la singularidad participara de una sensibilidad colectiva, de un banco de ideas abierto durante veinticuatro horas que concede hipotecas poéticas a distintos intereses. Sin embargo, toda escritura indaga su peculiar manera de expresarse y es sacudida por determinados temas; de este modo, forma y contenido van consolidándose animados por la experiencia personal, las lecturas, los compromisos con el entorno y ese «no sé qué que queda balbuciendo» que habita inadvertido entre los versos.
En cualquier itinerario creativo hay una permanencia de obsesiones. Redundan propósitos y motivos. Una y otra vez se yuxtaponen las mismas preguntas porque una y otra vez constatamos que aquellas dudas no tienen respuestas. A través de los versos se va forjando una identidad que puede ser más o menos uniforme o heterogénea y que es, al mismo tiempo, contradictoria y sorprendente.
Creo que el proceso de creación no aporta demasiado porque lo que cuenta es el resultado final. En cualquier caso en él perviven las correcciones, esa limadura que sólo concluye cuando el poema se publica. Así pues hay oficio y adiestramiento y vamos escalando por distintos grados y méritos en la catalogación del gremio: aprendiz, oficial y maestro.
Si el lenguaje es voluntad de acercamiento y una herramienta propicia para tender puentes parece un objetivo admisible la búsqueda de lo diáfano. Mis poemas son poco diestros en contorsiones retóricas. Comparto, con Ángel González, la pretensión de utilizar como lengua de uso una palabra confidencial, una lengua hablada sometida a riguroso escrutinio.
Me encuentro más cómodo en el verso libre que en la estructura cerrada, en el verso blanco que en la sonoridad de la rima, en un ritmo versal en el que abunden los heptasílabos y endecasílabos que en otras polimetrías.
En mis poemas predomina un núcleo argumental que da coherencia y unidad a la colección poemática. Aunque las piezas son autónomas multiplican su sentido al formar parte de una historia que requiere un ritmo narrativo representado por protagonistas y secundarios. Los temas predominantes son la soledad, las relaciones entre el yo y los otros y una clara conciencia de ser mínima parte de un destino colectivo que hace frecuentes llamamientos a la solidaridad. No pongo reparos a la implicación del yo siempre que no asista a un mero ejercicio de egolatría y el territorio personal se colonice cuando expresa su desconcierto ante una realidad cambiante que para mostranos su cara más oculta nos exige argumentos. El sujeto lírico no soy yo.
Las transiciones temáticas evitan la monotonía de lo existencial, aunque lo autobiográfico es un sustrato mantenido que convierte en mera acotación la existencia ajena.
Ya se ha hablado con frecuencia de la importancia que tiene el monólogo dramático en realizaciones contemporáneas.
Así pues poesía realista, de tono meditativo, que acepta una lectura simbólica y que prefiere un discurso sereno y contenido. Poesía de búsqueda que sale a la calle y deja las huellas de un ciudadano más con los pies en el suelo. Poesía en tránsito.

Protagonistas literarios
Tengo predilección por los protagonistas literarios que transitan a trasmano, que nunca visten los ropajes del éxito. Así lo manifesté en poemarios como Población activa y Un país lejano que daban voz a figurantes con rasgos de antihéroes. Esa es la pretensión que adopta el sujeto lírico de La noche en blanco a quien no desconcertaría esta definición de Sergio Pitol: «El antihéroe es casi siempre un pobre diablo, u un fracasado por propia elección que puede a veces ser un melancólico y suave personaje que nunca logró incorporarse al ritmo que gira el mundo».
Para quien lo vulnerable es un hecho aceptado existe la carnal sustancia del náufrago. En el dilatado tránsito entre la realidad y el deseo hay un espacio para lo existencial que fluctúa entre dos polaridades y que va ganando consistencia a medida que se manifiesta en sus decisiones. Tras el derrumbe de lo utópico está la firmeza tácita de aceptar el camino del ahora, de no ceder al desgarro trágico y cultivar el escepticismo y la resignación crítica -que es una mezcla ácida de tolerancia y nihilismo- de no ceder al desgarro trágico y cultivar el escepticismo, de habitar en la periferia de un individualismo solidario y sentimental.

Temas
No sé si los temas soy yo, pero en ellos está la memoria del hombre y el aprendizaje del vivir, el yo está en todas partes, aunque su omnipresencia no suplante a ninguna deidad. El yo tiene un carácter transversal que impregna los argumentos y que no debe confundirse con los brotes de lo autobiográfico que únicamente es una posibilidad más de la ficción.

 

Texto

CAUSAS Y EFECTOS

El centro del silencio me ha enseñado
a aceptar como un juego que la vida
es una sucesión aleatoria de causas y efectos
sobre las dunas de la realidad.
Aparecen las causas simultáneas,
inflexibles, anónimas,
y los efectos manan disueltos en los días,
con cauce renovado y variable,
cuyo curso ninguna voluntad puede eludir.

Cada mañana tiene leyes propias.
Es el azar la fórmula cifrada
que descubre sus vínculos.
Un extraño rumor nos configura,
encubre quiénes somos, quién seremos.

Causas y efectos pasan, se suceden.
Articulan el tiempo. Y eso es todo.

(De Causas y efectos)

ESTACIÓN CENTRAL

Murmullos incesantes depositan
triviales comentarios sobre un móvil.
Las pupilas disimulan tediosas,
leyendo fraudulentas biografías.
Lerdas sombras ocupan las aceras.
Se hace tarde y soplan vientos fríos.
Una lejana risa se repliega
en la circunferencia del cansancio;
mientras, evoca un viaje parecido
y asiente circunspecta a los mensajes
reiterados con música de fondo.
Camufla un cigarrillo el desconcierto
de quienes no adquirieron el billete.
La expresión triste de los rezagados
atenaza el adiós del que se queda.
Y sin embargo ocurre lo de siempre
en el amplio vestíbulo en penumbra.
Antiguas convenciones se repiten
con sobria precisión de cirujano,
como si un domador sin repertorio
descubriera por vocación intacta
la urdimbre rutinaria y misteriosa
de los trenes de largo recorrido
que parten azarosos al encuentro
de míticos destinos en las vías.

(De Largo recorrido)

GEOGRAFÍA

Los cartógrafos nativos de A
ubicaron el paraíso en B.
Afamados estudiosos de B
descubrieron en A la localización exacta.
En C nunca hubo unanimidad geográfica
sobre esta cuestión:
unos se inclinaban por situarlo en A, otros en B,
y ganaba adeptos un tercer grupo
que prefería no decantarse
porque alimentaba la sospecha
de que el paraíso no estaba en ningún sitio.

(De Diez insomnios)

 

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