MOIX, Terenci

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MOIX, Terenci

Biografía

Nacido en Barcelona el 5 de enero de 1942, Ramón Moix i Messeger desempeñó varios y muy diversos oficios antes de comenzar su carrera literaria. Tras su paso por ciudades como Londres o París, volvió a España donde realizó algunas traducciones y colaboraciones periodísticas en lo que serían los primeros pasos de una fulgurante trayectoria como escritor.

Pronto llegarían los reconocimientos, pues tan sólo dos años después de que su primera novela viera la luz recibió su primer galardón, al que después se añadirían otros muchos y muy prestigiosos, como el Planeta (1986) o el José Manuel Lara, que se le concedió por su último trabajo, El arpista ciego.

Escritor en catalán y castellano, traductor de sus propias obras, Ramón Moix -que adoptó el nombre de Terenci en honor del comediógrafo latino Terencio- desarrolló su obra principalmente en torno a sus dos grandes pasiones, el cine y el Antiguo Egipto.

Fumador incansable, Terenci Moix murió a los 61 años, el 2 de abril del 2003, a consecuencia de una grave afección pulmonar.

Obra

NARRATIVA

Besaré tu cadáver (1965).
El desorden (1965).
La torre dels vicis capitals (1968).
El día en que murió Marilyn (1970).
Món mascle (1971).
Mundo macho (1971).
Siro o la increada consciencia de la raça (1972).
Melodrama o la increada conciencia de la raza (1972).
La caiguda de l’imperi sodomita i altres históries herétiques (1976).
Lilí Barcelona i altres travestís : tots els contes (1978).
Tots els contes (1979).
Nuestra virgen de los mártires (1983).
Amami Alfredo! Polvo de estrellas (1984).
No digas que fue un sueño (1986).
El sueño de Alejandría (1988).
Garras de astracán (1991).
La herida de la Esfinge (1991).
El sexo de los ángeles (1992).
Suspiros de España (1993).
Venus Bonaparte (1994).
Mujercísimas (1995).
Màrius Byron (1995).
El amargo don de la belleza (1996).
El demonio (1999).
El arpista ciego (2002).

ENSAYO

Introducció a la història del cinema. (1895-1967) (1967).
Los «comics»: arte para el consumo y formas «pop» (1968).
Hollywood Stories (1971).
Sadístic, esperpéntic i ádhue metafísic (1976).
Suspiros de España : la copla y el cine de nuestro recuerdo (1993).
Clásicos del cine (1994).
Sufrir de amores (1995).
Mis inmortales del cine : Hollywood, años treinta (2001).
Mis inmortales del cine : Hollywood años 40 (2001).
Mis inmortales del cine : Hollywood, años 50 (2001).
Historia social del cómic (póstumo) (2007).

OTRAS

El sadismo de nuestra infancia (1970).
Crónicas italianas (1971). Libro de viajes.
Terenci als U.S.A. (1974). Libro de viajes.
Tartan dels micos contra l’estreta de l’ensanxe : Fantasia de la ceba, molt poc brechtiana, realitzada en Terenciscope i unes pinxollados de technicolor tronet (1974).
Preguntar no és ofendre (1975). Entrevistas.
Terenci del Nilo (1983) Libro de viajes.
Tres viajes románticos (1987) Libro de viajes.
Els Barcelonins (1988).
El Peso de la Paja (***). Autobiografía.
El beso de Peter Pan (***). Autobiografía.
Extraño en el paraíso (***). Autobiografía.
María Móntez : Homenaje (1990).
Terenci en U.S.A. (2002).

Premios

1967: Premio Víctor Català.
1968: Premio Josep Pla.
1970: Premi de la crítica Serra d’Or.
1972: Premio Nacional de la Crítica.
1976: Premio Nacional de la Crítica.
1986: Premio Planeta.
1992: Premio Ramón Llull.
1996: Premio Fernando Lara.
2002: Premio José Manuel Lara.
Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona al Mérito Cultural.

 

Poética

Su razón para empezar a escribir fue ?…la necesidad de crearme un mundo propio para evadirme del que me oprimía. Y después de tantos años sigue siendo así.? ?Escribir me permite encontrar la unidad entre la vida y la ficción».
Su visión acerca del proceso creativo era muy sincera; para él, la escritura ?contiene todos los ingredientes para parecerse a todas las cosas del mundo: empieza siendo una inspiración y termina siendo un trabajo que hay que completar de la manera más prosaica. Esperemos que el talento consiga superar ese mal trago.? Por ello, se considera un perfeccionista ?corrijo muchísimo. Normalmente, el libro está en la imprenta y todavía estoy yo corrigiendo (…). Corrijo mucho y cada vez más. (…) tienes que organizar el material y darle una disciplina. Sin ella sin no conseguirías literatura.?
La novela histórica era uno de los géneros preferidos de Moix; sin embargo, no se limitó a seguir los patrones establecidos por la tradición. A propósito de su novela El arpista ciego dice: ?Rompo los esquemas de la novela histórica y me aparto de eso que gusta tanto en la novela histórica que es la descripción de los grandes hechos y para introducirme más en la vida cotidiana?. A No digas que fue un sueño, su primera novela situada en Egipto la calificó de ?una herejía absoluta, un intento salvaje de destrozar el canon de la novela histórica. Me apasiona subvertir los cánones, sobre todo ahora que se escriben tantas tonterías sobre ellos?.

Estilísticamente, Moix habla de la existencia a lo largo de toda su obra de un ?enamoramiento del lenguaje, lo ha sido siempre en mi carrera. Se me ha dicho que no cuido el lenguaje, y no es verdad; lo que pasa es que no sé más, o no sabía más, y hay que calcular las posibilidades del escritor en cada momento de su carrera. En La torre de los vicios capitales, en su versión catalana, el lenguaje está cuidado hasta el límite del error continuo: el hecho de inventar me obligaba a un catalán que no dominaba y me llevaba a auténticos disparates, que pienso mantener si lo reedito. En Chulas y famosas hay un elemento coloquial reinventado con fines literarios; es evidente que el lenguaje coloquial, que intento que sea muy ágil, no es el mismo que el de una serie televisiva: intento que haya una reelaboración de lo cotidiano, dándole la vuelta a las frases; nada que, por otro lado, no hayan hecho Jardiel Poncela o Groucho Marx. En cuanto a la depuración, es algo lógico respecto a la edad: en un momento de tu vida tienes la impresión de que ciertas cosas ya las has hecho.?

 

Texto

NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO (1992)

Entonces descubrieron los campesinos que la famosa embarcación iba de luto. Negras eran las velas, negra la cubierta, enteramente negros los mascarones y hasta los regios estandartes. ¿No anunciaba todo ello algún lúgubre prodigio? Hasta ayer fue una nave suntuosa, más brillante aún que todo el oro de las minas del Sinaí, más deslumbrante que todos los colores de las columnas del templo de Amón. Fue igual que un cofre repleto de riquezas y hoy era urna para restos de difuntos. Surcó los mares hasta la misma Roma, y hoy parecía un cuervo viejo que sólo aspirase a morir en la ignota soledad de los desiertos.
¿Qué orden pronunciada en la lejana Alejandría destruyó el donaire de aquella galera, disimulándolo bajo un disfraz negro como una nube que aplastaba los azules del Nilo?
Había sido un grito de Cleopatra. Lo pronunció con los brazos en alto cual si invocase a todas las diosas de la venganza, fuesen griegas o egipcias.
– ¡Muerte sobre mi amor ingrato! Que pongan luto a mi galera como pusieron oro cuando fui a su encuentro. Los tesoros de Egipto deslumbraron su codicia. Que el luto de Egipto sepulte para siempre su recuerdo. Luto en mi nave, ministros. Luto en los cielos. Y en el propio Nilo, luto.
Y todo fueron crespones y llevaron brazaletes los soldados y negras túnicas las damas de la que había sido la más amena entre las cortes. Y como un remate a la apariencia mortuoria de la galera, negro quedó también el solemne baldaquino, custodio a su vez del trono que ocupaba la reina para contemplar el lento transcurrir de las orillas, en navegaciones más celices.
Pero en aquel trono enlutado sólo quedaba un pañuelo azul que olvidó Cleopatra. Y ese era el emblema de su ausencia irremplazable.

(De No digas que fue un sueño, Barcelona, Planeta, 1992, 42ª, p. 9).

 

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