MOGA, Eduardo

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MOGA, Eduardo

Biografía

Nací en Barcelona en 1962. He residido en Estados Unidos y Gran Bretaña. Soy licenciado en Derecho y Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Escribo y traduzco poesía, y practico la crítica literaria en medios como Letras Libres, Revista de Libros y Turia, entre otros. También lo he hecho en Quimera, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Guaraguao (especializada en literatura hispanoamericana) y El Pou de Lletres (en lengua catalana), entre otros. Mis poemas se han traducido al inglés, francés, italiano, portugués y albanés, y han sido recogidos en diversas antologías españolas e hispanoamericanas. Soy codirector de la colección de poesía de DVD ediciones.

 

 

Obra

POESÍA

Ángel mortal (1994).
La luz oída (1996).
El barro en la mirada (1998).
El corazón, la nada (1999).
Unánime fuego (1999).
La montaña hendida (2002).
Las horas y los labios (2003).
Soliloquio para dos, en colaboración con José Noriega (2006).
Los haikús del tren (2007).
Cuerpo sin mí (2007).
Bajo la piel, los días (2010).
Insumisión (2013).
Dices (2014).
El corazón, la nada (antología poética 1994-2014) (2014).
Muerte y amapolas en Alexandra Avenue (2017).
Selected Poems (2017). Antología.
Lo profundo es la piel. Antología de poesía erótica (2017).
Mi padre (2019).
De vegades sento ganes de cridar (2020). Antología.

ENSAYO

De asuntos literarios (2004).
Lecturas nómadas (2007).

ANTOLOGÍAS

Los versos satíricos (2001).
Poesía pasión. Doce jóvenes poetas españoles (2004).

TRADUCCIONES

Frank O’Hara, Poemas a la hora de comer (1997). Con prólogo.
AA.VV., Juglares y espectáculo. Poesía medieval de debate (1999), con Lourdes Simó y Sergio Gaspar.
Yoel Hoffmann (ed.), Poemas japoneses a la muerte (2000).
Évariste Parny, La guerra de los dioses (2002). Con prólogo.
Carl Sandburg, Poemas de Chicago, (2003). Con prólogo.
Évariste Parny, Canciones malgaches (2004). Con prólogo.
Charles Bukowski, Poemas de la última noche de la Tierra (2004). Con prólogo.
Richard Aldington, Un sueño en el Parque de Luxemburgo (2004). Con prólogo y edición.
Ramon Llull, Libro de amigo y amado (2006). Con prólogo y edición.
Tess Gallagher, El puente que cruza la luna (2006).
Billy Collins, Navegando a solas por la habitación (2007). Con prólogo.
Rimbaud, Arthur,Obra poética completa (2007). Traductor junto a Miguel Casado. Con epílogo.
William Faulkner, Poesía reunida (2008), con Daniel C. Richardson. Con prólogo.

LIBROS DE VIAJES Y DIETARIOS

La pasión de escribir (2012).
Corónicas de Ingalaterra. Un año en Londres (con algunas estancias en España) (2015).
Corónicas de Ingalaterra. Una visión crítica de Londres (2016).
El mundo es ancho y diverso (2018).
El paraíso difícil. Siete años en Extremadura (2020).

Premios

1992: Premio La Mesa de Mármol, para autores menores de 30 años, que convoca el Instituto Nacional de Investigaciones Científicas y Ecológicas de Salamanca, por el poemario Razón de ser, aparecido en Cuadernos de Inice.

1995: Premio Adonáis de Poesía por La luz oída.

2011: Premio Fundación Corda, de Nueva York, por el artículo «El poeta total. Algunas consideraciones sobre la poesía de David Rosenmann-Taub, a raíz de la publicación de su antología Me incitó el espejo».

2014: Premio de la revista Quimera al mejor libro poético del año por Insumisión.

2014: Latino Book Award por Insumisión.

Poética

POESÍA PARA…
(Letanía a modo de poética)

Poesía para desnudar la palabra.
Poesía para que se encienda la piel.
Poesía para conjurar el miedo.
Poesía para interpretar el caos.
Poesía para razonar los sueños.
Poesía para hacer exacta la alucinación.
Poesía para ver lo invisible.
Poesía inútil.
Poesía para la belleza.
Poesía contra la estupidez.
Poesía frente a la intemperie.
Poesía para llegar al día siguiente.
Poesía para tener tema de conversación.
Poesía para respirar.
Poesía para sustituir al grito.
Poesía para follarnos al lector.
Poesía para que el poema nos folle.
Poesía porque es lo único que sé hacer.
Poesía para que la oscuridad sea luz y la luz, oscuridad.
Poesía para vivir más.
Poesía para decir «te quiero».
Poesía para eyacular.
Poesía sin poéticas.
Poesía para la revolución.
Poesía para la nada.
Poesía para todas las palabras.
Poesía en silencio.
Poesía para que no nos engañen.
Poesía porque no se vende.
Poesía para el poema.
Poesía para ser libre.
Poesía para los amigos (y los enemigos).
Poesía de lo inverosímil y de lo cotidiano.
Poesía para crear otra realidad.
Poesía porque de algo hay que morir.
Poesía para no pensar en la muerte.
Poesía porque es divertido.
Poesía para llevar la contraria.
Poesía para tener razón.
Poesía porque no me da la gana escribir prosa.
Poesía porque no sé escribir prosa.
Poesía para rezar.
Poesía para que nos quieran más.
Poesía para preservar el espíritu.
Poesía por facilidad de palabra.
Poesía porque suena bien.
Poesía para que la palabra diga lo que dice.
Poesía para que la palabra diga lo que no dice.
Poesía para comprenderme.
Poesía para convivir con la contradicción.
Poesía para vencer al pudor.
Poesía para olvidar el tiempo.
Poesía para sentirnos diferentes.
Poesía para que nos pregunten: «¿Qué ha querido Ud. decir con…?»
Poesía porque no rima.
Poesía para recordar.
Poesía por imitación.
Poesía para tener algo que hacer los fines de semana.
Poesía como prótesis.
Poesía como consuelo.
Poesía para entretener la espera.
Poesía para seguir escribiendo «poesía para…»
Poesía por vanidad.
Poesía poro.
Poesía para que se nos ocurran versos al acostarnos (y no los recordemos al despertarnos).
Poesía para que nos deseen las mujeres (o los hombres).
Poesía para que nuestro padre nos apruebe.
Poesía para que nuestro padre nos repruebe.
Poesía para cagarnos en alguien.
Poesía, siempre, para la emoción.
Poesía porque poesía.

 

Texto

[VUELVO AQUÍ…]

Vuelvo aquí, al lugar del que nunca me he ido; aquí, donde el terror se alía con la inocencia, y las manos no tienen otra cosa a la que aferrarse que las propias manos; aquí, donde el ojo interroga a la página, y vuelca en la página cuanto ha apresado, y vierte la tinta espectral de los años, y el oro podrido de las cosas, y el zumo de su propio cristalino; aquí, donde los objetos, huérfanos, se preguntan qué forma revestirán, o qué temblor seré capaz de conferirles; aquí, donde soy, escribiendo, y me abraso, escribiendo, aunque se haya borrado mi nombre, y vague por los despeñaderos de la ignorancia, y el cuerpo se llene de explosiones silenciosas, de días átonos.

Vuelvo a la vecindad de los papeles. Me observan cosas que podrían ser, pero que pasan, sin cuerpo y sin resplandor. Claman por la lengua que las diga, pero perecen en la inexistencia. Se asoman a mí, con turbulencia germinal, pero concluyen: antes de disiparse, antes de amar. El polvo podría ser piedra; la transparencia, oscuridad; lo que reconozco podría reconocerme. El mundo posible me aplica su ley: si duerme en el barro, me embarra de pureza; si muere, también yo muero; si alcanza a vivir, me destruye. Veo un promontorio que no es un promontorio, y una casa que ha sido demolida, y una luz que ennegrece. Veo gestos sin movimiento, noches sin madrugada, sinrazón sin irracionalidad: nombres que no designan, o que encarcelan. Me veo a mí, manoteando en la incertidumbre, para abonar la incertidumbre, atrapando lo que sobrenada en el tiempo, con hambre de signos y de prodigios: creando para crearme. Veo, aunque me haya arrancado los ojos.

Estoy aquí, encajado en mi tórax. Siento el peso tímido de los testículos. Esparzo en el polen el polen de mi muerte. A mi alrededor se reúne lo oscuro, abrazado por lo que resplandece. Quiero coger el reloj, pero se aleja. Me gustaría atravesar el aire, y desvelar lo que oculta, y eyacular en su herida, pero me intimida su impenetrabilidad: su cuchilla ubicua, unida a otras armas incorpóreas. La pantalla del ordenador no deja de interrogarme: cuanto más escribo, más ignoro. La goma con la que borraré casi todas las palabras de este poema descansa en un reposavasos oxidado, que ya he mencionado en otro poema. [La tecla Supr es otra área del córtex cerebral: su circunvolución más creativa. En alguna ocasión he acariciado la idea de componer un vasto poema, integrado por sus sucesivas correcciones, desde el manuscrito original hasta su versión publicada: un palimpsesto interminable]. Todo se escuda en su ser, para no ser; todo es su yo inacabable, que muda jubilosamente en tiniebla; todo se vuelve enemigo, pero sonríe. Y yo observo su migración como quien contempla el desbordamiento de un río.

Acuden realidades a las que no he dado representación. [También he pensado en componer un poema enteramente fragmentario (¿enteramente fragmentario?) con retales no utilizados de otros. Pero ¿no es todo poema un remiendo, una sucesión de costurones?]. Los champiñones de hormigón que jalonan los campos de Albania. El barbero que, para mantener la muñeca caliente, le recorta el pelo a un maniquí de plástico, sentado en una butaca de la barbería. El perdigón de vidrio de un vaso roto a muchos metros de distancia, que me impacta en el ojo mientras como en un restaurante [y que me lleva a pensar en lo milagrosa que resulta nuestra indemnidad, entre tantas asechanzas del azar]. El móvil que le suena al que está meando a mi lado, en el lavabo de un antro, y al que responde sin dejar de orinar. Un verso de Ashbery: As Parmigianino did it, the right hand/ Bigger than the head, thrust at the viewer/ And swerving easily away, as though to protect/ What it advertises, que fluye con sincopada nasalidad en la penumbra de una sala, en cuyo vestíbulo se desarrolla un desfile de Mango [cuando salgamos del museo veremos a dos modelos, esquemáticas, meterse en un coche de la organización]. Violet, de la que podría enamorarme. La conjetura de que merece la pena vivir ?de que el sol es sangre, y la sangre, ahora, y el ahora, eternidad?, aunque todo se hunda, con la impaciencia de una ola, en el cráter de la muerte.

Todo se dirige a la afirmación, pero se embebe en la indiferencia. Todo tropieza en mí, y yo tropiezo en todo. Camino por lugares que se me ofrecen como alambradas, y que me desgarran como amapolas. Salgo de casa, piso los minutos, recorro la piel: es una hoguera helada, cuyos espejismos incorporan matices de antracita o sugieren hipótesis de suicidio. Hago otros hallazgos en este camino desolado: un puñado de relatos, que describen mi desvalimiento, a los que me empeño en llamar poemas; el flagelo de la serotonina; la pesadumbre de ser alguien. Y me sujeto las manos como si fueran a echar a volar [de hecho, vuelan: se alejan de mí, surcan espacios que aún no he bautizado, se extravían en la vastedad de lo cercano. Las manos recuerdan. Por fin, se funden con el lápiz que sostienen]. Todo puja, aun lo carente de fuerza para ascender: lo que no puede brotar. Discrepo del desorden: hablo. Escupo sueños: me desangro. Abrazo al viento, a lo ininteligible, a la tristeza: me abrazo a mí. Y persevero en la senda que he elegido [Two roads diverged in a wood, and I?/ I took the one less traveled by: recuerdo a Danny recitándome estos versos de Frost, mucho antes de que quisiera ser poeta], que serpentea por países nocturnos, y que iluminan lunas desprendidas de sus cielos. Me rodea lo que no ha existido: lo nunca oído. Pero narro. Pero grito. Deshojo sustantivos, y me desequilibro, pero ese desequilibrio me sostiene. Atiendo a las ecuaciones de los sentimientos y a los borborigmos de la razón: soy mortal. Todo se yergue, aunque perezca. Y sobrevivo, fugazmente, en la duda y la alegría.

EDUARDO MOGA

[Poema XXXI de Bajo la piel, los días]

 

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