MERINO, José María

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MERINO, José María

Biografía

José María Merino nace en La Coruña, el 5 de marzo de 1941, pero su familia se traslada pronto a León, donde el padre, leonés, abre un bufete de abogado y una gestoría, y en esta ciudad transcurren la infancia y adolescencia del futuro escritor. En su libro de memorias, Intramuros, evoca las vivencias de la infancia en los años 40 y 50, y su aprendizaje de lo imaginario.

Estudia Derecho en Madrid. Al término de su carrera ingresa en el cuerpo de funcionarios del Ministerio de Educación. Colabora durante años con la UNESCO en proyectos para Hispanoamérica, lo que determina su fascinación por el mundo americano que traslada a sus novelas. Entre 1987 y 1989 ocupa la dirección del centro de las Letras Españolas del Ministerio de Cultura. Desde 1996 se dedica solamente a la literatura. Está casado con Carmen Norverto, catedrática de la Universidad Complutense, y es padre de dos hijas, María y Ana, ambas profesoras universitarias (Ana, también, poeta y estudiosa de los cómics).

Su vocación literaria se inició en poesía, con la publicación de Sitio de Tarifa (1972). Sin embargo, terminó abandonando este género y optando definitivamente por la narrativa. Su primera novela, Novela de Andrés Choz, es de 1976. Su trayectoria como narrador se ha repartido por igual entre la novela y el cuento, género este último que ha contribuido a desarrollar más que notablemente en España durante las últimas décadas. Es autor también de narrativa infantil y juvenil y de un libro de viajes. Su actividad creadora se extiende a otras colindantes como la crítica literaria, la reflexión literaria como articulista y conferenciante, o su labor como prologuista de diversos libros y antólogo de cuentos literarios y leyendas. Participó con Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez en la creación del apócrifo común Sabino Ordás.

Si un término permitiera englobar la mayoría de su obra, ése sería el de literatura con un fuerte componente fantástico, sin menoscabo de otras calificaciones en cada caso como metaficción, novela de aventuras, del mito, novela histórica, etc.

Obra

NARRATIVA

Novela de Andrés Choz (1976).
El caldero de oro (1981).
Cuentos del reino secreto (1982). Cuentos.
La orilla oscura (1985).
El oro de los sueños (1986).
La tierra del tiempo perdido (1987).
Artrópodos y Hadanes (1987). Cuento.
Las lágrimas del sol (1989).
El viajero perdido (1990). Cuentos.
El centro del aire (1991).
Los trenes del verano -No soy un libro- (1992).
Las crónicas mestizas (1992). Reúne la trilogía americana: El oro de los sueños, La tierra del tiempo perdido y Las lágrimas del sol.
Cuentos del Barrio del Refugio (1994). Cuentos.
La edad de la aventura (1995). Narrativa infantil.
El cuaderno de hojas blancas (1996). Narrativa infantil.
Las visiones de Lucrecia (1996).
Cincuenta cuentos y una fábula. Obra breve 1982-1997 (1997). Cuentos.
No soy un libro (1997). Narrativa infantil.
Regreso al cuaderno de hojas blancas (1997). Narrativa infantil.
Intramuros (1998). Memorias noveladas.
Adiós al cuaderno de hojas blancas (1998). Narrativa infantil.
Cuatro nocturnos (1999). Novelas cortas.
La casa de los dos portales y otros cuentos (1999). Recopilación de cuentos.
Los narradores cautivos (1999). Novela. Con Jesús F. Martínez y Antonio Martínez Menchén.
La memoria tramposa (1999). Cuento. Edición no venal.
Los invisibles (2000).
Novelas del mito (2000). Reúne El caldero de oro, La orilla oscura y El centro del aire.
Cuentos (2000). Recopilación de cuentos.
Días imaginarios (2002). Cuentos breves.
El heredero (2003).
Cuentos de los días raros (2004). Colección de relatos.
Cuentos del libro de la noche (2005). Cuentos.
El anillo judío y otros cuentos (2005).
Relatos para leer en el autobús (2006). [et. al.]
La glorieta de los fugitivos : minificción completa (2007).
Palabras en la nieve : un filandón (2007) Junto a Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez. (Compuesto por quince microrrelatos de cada autor.)
El lugar sin culpa (2007).
Las puertas de lo posible: cuentos de pasado mañana (2008).
José María Merino. Antología y voz (2009).
La sima (2009).
Las antiparras del poeta burlón (2010).
Historias del otro lugar. Cuentos reunidos, 1982-2004 (2010).
El libro de las horas contadas (2011).
El río del Edén (2012).
La realidad quebradiza (2012).
Antología de cuentos (2013).
Las mascotas del mundo transparente (2014).
La trama oculta. Cuentos de los dos lados con una silva mínima (2014).
Musa Décima (2016).
Aventuras e invenciones del profesor Souto (2017).                                                                  Dobles (2020).                                                                                                                                  Noticias del antropoceno (2021).                                                                                                           La novela posible (2022).

POESÍA

Sitio de Tarifa (1972).
Cumpleaños lejos de casa (1973).
Mírame Medusa y otros poemas (1984).
Cumpleaños lejos de casa. Obra poética completa (1987).

OTROS

Parnasillo Provincial de poetas apócrifos (1975). Parodia poética. Con Agustín Delgado y Luis Mateo Díez.
Los caminos del Esla (1980). Libro de viajes. Con Juan Pedro Aparicio.
León, traza y memoria (1984). Libro de arte. Con Luis Mateo Díez y Antonio Gamoneda.
«Sabino Ordás»: Las cenizas del Fénix (1985). Colección de artículos periodísticos. Con Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez.
Silva leonesa (1998). Colección de artículos.
Cien años de cuentos (1898-1998) (1998). Antología.
Los mejores relatos españoles del siglo XX (1998). Antología.
Leyendas españolas de todos los tiempos. Una memoria soñada (2000). Leyendas.
Ficción continua (2004). Ensayo.
Tres semanas de mal dormir (2006). Diario de sueños.
El viaje secreto (2007). Infantil.
Del cuento literario (2007). Junto a J.P. Aparicio.
Palabras en la nieve: un filandón (2007).
Cuentos del gallo de oro (2008).
Diez jornadas en la isla en La biblioteca del náufrago IV (2010). Ensayo.
Ficción perpetua (2014).
Fulgores de ficción. Palabras, miradas, lecturas (2017). Ensayo.
Vivir a pulso. Diez relatos de superación y vida (2017).
Más de 555 millones podemos leer este libro sin traducción (2019).

Premios

1976: Premio Novelas y Cuentos por Novela de Andrés Choz.
1982: Finalista del Premio Nacional de la Crítica por El caldero de oro.
1986: Premio Nacional de la Crítica por La orilla oscura.
1993: Premio Nacional de Literatura Juvenil por Los trenes del verano -No soy un libro-.
1996: Premio Miguel Delibes por Las visiones de Lucrecia.
2002: VII Premio NH de relatos por Días imaginarios.
2004: Premio Ramón Gómez de la Serna por El heredero.
2006: Premio Torrente Ballester por El lugar sin culpa.
2007: Premio Salambó por La glorieta de los fugitivos.
2008: Premio Castilla y León de las Letras.
2009: Premio Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
2013: Premio Nacional de Narrativa por El río del Edén.
2013: Premio de la Crítica de Castilla y León por El río del Edén.
2018: Doctor honoris causa por la Saint Louis University de Madrid.                                     2021: Premio Rosalía de Castro, PEN Club de Galicia.                                                                2021: Premio CEDRO 2021 por su defensa de la cultura y los derechos de autor.                 2021: Premio Nacional de las Letras Españolas.

Poética

– «Al cabo, la crisis histórica entre «compromiso» y «arte puro» se ha resuelto en mí, lejos de cualquier eclecticismo, de modo caprichoso, pero al menos gratificante: pues me inclino, así en mis ojos de lector como en mis manos de autor, por modos de novelar en que prevalezca, sobre la gravedad ética o el chisporroteo estético, la voluntad de seguir el sendero de la peripecia. Aunque, naturalmente, sin que el ropaje de los conceptos deje de ser hermoso» (José María Merino, «Novelar después de todo», Las Nuevas Letras, 5 (1986), p. 34).

– «Frente a las exigencias de compromiso de la novela con la realidad no novelesca, habría que demandar compromiso de la realidad no novelesca con lo imaginario, y muy en especial con la novela» (José María Merino, «La materia de las palabras», El País, 23 diciembre 1986, p. 35).

– «A mi entender, un buen cuento necesita envolver su mundo en una luz peculiar, dotar a sus personajes de dones, actitudes o peripecias singulares y conseguir tal interés en la trama que el lector se sienta empujado insoslayablemente hasta el final. Que conste que no me estoy refiriendo solamente a los cuentos de corte fantástico. El cuento más realista del mundo debe trascender en su desarrollo escenarios, personajes y acciones para conseguir cierta palpitación arquetípica. […] Me refiero al sentido de la narración pura en que lo sintético predomina sobre lo analítico, que tiende a la máxima expresividad en el menor espacio dramático posible y que, se plantee como se plantee el desenlace -quiero decir, con independencia de que el autor tienda a ser ambiguo o explícito-, resulta siempre un final exhaustivo, que concluye o, mejor, remata la intensidad de lo narrado. […] … los cuentos no toleran elementos accesorios. Todos los materiales del cuento tienen una función principal: de ahí la difícil concisión a que obligan, que no está sólo en el empleo de las palabras, sino -sobre todo- en la previa selección de los motivos» (José María Merino, «El cuento: narración pura», Ínsula, 495 (1988), p. 21).

– «Confieso que en mi gusto literario están inextrincablemente unidos lo sobrenatural de lo cotidiano y lo doméstico de lo horrible, de modo que no escribo nada que no se localice en esos territorios». (José María Merino, «El cuento: narración pura», Ínsula, 495 (1988), p. 21).

– «He decidido hacer una especie de relación de temas. Así, mis temas serían: América, el apócrifo, la aventura, el doble, lo fantástico, la identidad, la infancia, la memoria, el mito, el sueño», (José María Merino, «Reflexión sobre mi narrativa a la luz del Quijote», Cuadernos de Narrativa, 1 (1996), p. 87).

– «Creo que la identidad es el gran tema de nuestro tiempo. La vertiginosa sucesión de noticias, ese conocimiento, bien que superficial, pero angustioso, de los sucesos cambiantes, la conciencia de lo relativo de todo, han hecho mucho más frágil nuestro apoyo en un centro, por pequeño que pudiera ser. Parece que no somos centro de nada, y que eso es irremediable. De ahí los intentos tantas veces irracionales de determinadas recuperaciones de identidad. En mi caso, la intuición de ese tema se une a otros aspectos: el del doble, el del apócrifo. Todos ellos serían variaciones sobre la pérdida de identidad y el intento de su recuperación por los caminos de lo imaginario» (Luis Mateo Díez, «José María Merino, el novelista como mediador», El Urogallo, 1 (1986), p. 28).

 

 

Texto

LA DAMA DE URZ (1999)

Desde hacía cerca de dos años, casi todos los lunes, Souto llegaba a la editorial recorriendo las mismas calles. La familiaridad de las aceras, los buzones, los quioscos y los árboles reafirmaba en él la sugestión de que aquél era un espacio tan sólido y doméstico como el interior de su casa.
Las toallas dobladas y apiladas, los zapatos y las alpargatas emparejados en orden de tamaños, las bragas y los sujetadores sobre retales sedosos, las rojas piezas de carne extendidas en losas de mármol o los pescados de ojos inmóviles entre manojos de helechos, los muebles de pino esperando sumisos el rincón de un hogar, las latas de conserva apiladas con gusto circense, todas las mercancías que se iban ofreciendo en los sucesivos escaparates, como los gestos de los porteros y porteras tantas veces sorprendidos en sus dominios con bayetas y escobas, en los primeros afanes de la mañana, conservaban semana tras semana el mismo ademán, y así las cosas y las gentes venían a resultar los custodios de su largo paseo, con la reconocible mansedumbre que conservaban, dentro de su casa, los muebles, los libros o los objetos, en una sugestión de inalterable permanencia.
Aquella familiaridad le servía para no ser asaltado por los temores que despertaron en él después del largo periodo en que las palabras habían dejado de tener sentido y se habían convertido en conjuntos de sonidos vacíos.
Pues hubo también un tiempo en que había sido consciente, con angustia, de que la ciudad escondía indescifrables sedimentos de una antigüedad que un día fue tiempo presente para muchos, centenares de estratos que había ido dejando posarse la desaparición de las generaciones y de los que, a veces, atisbaba una sombra superviviente que, por estar mutilada y sola, no era capaz de reconocer del todo. Y él sentía que esa sombra le miraba pasar con una indiferencia que parecía también sumisa, pero que estaba cargada de malos augurios, como las viviendas edificadas sobre los cimientos de las edificaciones anteriores y las calles que guardaban el dibujo del trazado primitivo, mantenían un aire acechante ante los innumerables habitantes que, destinados como él a la desaparición definitiva, cruzaban sus espacios sobre las huellas invisibles de las sombras de los desvanecidos antecesores, devoradas en silencio por la voracidad real que se ocultaba bajo la apariencia de tanta impasibilidad.
Desde la puerta de su casa hasta la de la editorial, el trayecto que él solía recorrer en dieciocho o veinte minutos se había convertido pues en una prolongación del pasillo hogareño. […]
Desde que había salido del abismo de confusión en que durante tanto tiempo había permanecido, Souto tenía puestos todos sus esfuerzos en acomodarse con docilidad a unos hábitos invariables, pues reconocía en ellos el único camino exento de sorpresas temibles, acaso el más indoloro que puede haber en ese tránsito de la vida cuya única verdad es la extinción final que, al devolvernos al estado previo a nuestro nacimiento, borra todos los signos e invalida todos los esfuerzos, angustias y pasiones.

(De La dama de Urz, Cuatro nocturnos, Madrid, Alfaguara, 1999, pp. 87-90).

 

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