MARZAL, Carlos

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MARZAL, Carlos

Biografía

Carlos Marzal nació en Valencia en 1961. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia. Ha sido codirector durante diez años de la revista de literatura y toros Quites. Ha sido traducido al francés, italiano, alemán, búlgaro y catalán, siempre formando parte de antologías de poesía española. En el 2005 ha publicado cuatro libros exentos traducidos al italiano.

La obra poética de Marzal alcanza su punto de mayor éxito con la publicación de Metales pesados, poemario que tras su publicación consigue los premios Nacional de Poesía y de la Crítica. El año 2003 obtuvo el Premio Antonio Machado de Poesía y en 2004 el XVI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por su obra Fuera de mí. Ha debutado en la narrativa con la novela Los reinos de la casualidad (Tusquets, 2005), considerada como la mejor novela del año por el suplemento El Cultural del periódico El Mundo.

Ha traducido del valenciano la obra poética de Enric Sòria Andén de cercanías (Pre-Textos, 1995).

Obra

POESÍA

El último de la fiesta (1987).
La vida de frontera (1991).
Los países nocturnos (1996).
Poemas (1997).
Metales pesados (2001).
Poesía a contratiempo (2002).
Sin porqué ni adónde (2003).
Fuera de mí (2004).
El corazón perplejo (2005).
Ánima mía (2009).
Los otros de uno mismo (2009).

NARRATIVA
Los reinos de la casualidad (2005).
Con un poco de suerte (2006).
Los pobres desgraciados hijos de perra (2011).

TRADUCCIÓN
Enric Sòria (1958- ), Andén de cercanías (1996).

OTROS
El cuaderno del polizón: apuntes sobre arte (2007).
Electrones (2007), aforismos.
Heptálogo para jóvenes poetas (2009).
Sebastián Nicolau: de lo tangible y lo intangible (2010).
La arquitectura del aire (2013).

Premios

2002: Premio Nacional de Poesía por Metales pesados.
2002: Premio Nacional de la Crítica por Metales pesados.
2003: Premio Antonio Machado de Poesía.
2003: Premios del Tren, por su poema «Catedral de inquietud».
2004: XVI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por su obra Fuera de mí.
2011: Finalista del premio Setenil por Los pobres desgraciados hijos de perra.

Poética

(Vida de hotel y vida a la intemperie)
En el ejercicio de la poesía, todas mis certezas me han devuelto a mis incertidumbres.
La redacción de poéticas constituye un pasatiempo de juventud, ese período de la vida en que se mezclan, de forma más o menos tolerable, la falta de información, la osadía, el asombro, la ingenuidad. Hace algún tiempo que se me retiró el derecho a pernoctar en ese hotel (y no porque hoy sea un viejo más informado, más comedido, y esté de vuelta de todos los proyectos, sino tan sólo porque a cierta edad ya no resulta gracioso perderse en vaguedades y jugar a pontífice de lo que las cosas deben o no deben ser).
Cada cual transita por los vericuetos de sí mismo a la intemperie, es decir, sin más brújula que la del instinto y la lectura, para tratar de construir un poema, un artefacto de estricta combinatoria verbal. Pretendo decir algo que sabe cualquier excursionista aficionado: las indicaciones cartográficas no tienen nada que ver con la geografía de nuestra aventura. Intuyo que todo tal vez consista en eso: pertrecharse de un equipaje propio de las palabras adecuadas, para dar cuenta de la aventura de la vida.
No se trata de que desprecie la comodidad de escribir a cubierto (a menudo, resulta estimulante poseer conjeturas sobre casi todo), sino que estoy seguro de que dormir bajo techado resulta indiferente a la hora de escribir. Los hoteles de juventud en donde todas las cosas estaban en su sitio son ilusorios. De manera que hoy prefiero hacerme la ilusión de que escribo a la intemperie.
Mis certezas, repito, me han devuelto a mis incertidumbres, o, mejor dicho, mi única certeza es que me he convertido en el paseante a cuerpo gentil de mis incertidumbres y mis perplejidades.

(De El último tercio del siglo (1968-1998). Antología consultada de la poesía española, Madrid, Visor, 1999, p. 733).

 

Texto

LOS PAÍSES NOCTURNOS

A Manuel A. Benítez Reyes

Hay una geografía de la mente.
Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.

No es una nueva dimensión del mundo.
El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.

Estas desordenadas palabras en la niebla
no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.

Explorador sin suerte,
viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.

Hay una geografía de la mente.
Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.

Adivina quién fue invitado a los salones,
adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco.

(De Los países nocturnos, Barcelona, Tusquets, 1996. Poema tomado de El último tercio del siglo (1969-1998). Antología consultada de la poesía española, Madrid, Visor, 1999, pp. 749-750).

 

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