Biografía
Alejandro Martín Navarro nació en Sevilla el año 1978. Se licenció y doctoró en Filosofía por la Universidad Hispalense con una tesis sobre el pensamiento de Novalis y los orígenes del romanticismo alemán, tras pasar tres años en Viena como becario del programa de becas MAE-AECI.
Es autor de numerosos artículos sobre filosofía y poesía, así como de traducciones y reseñas para distintas revistas como Nadie Parecía, Númenor, El mirador de los vientos, o Renacimiento. También ha traducido las Canciones espirituales de Novalis para la editorial Renacimiento, así como una colección de artículos de prensa sobre Klimt recogidos por Hermann Bahr, y algunos poemas de Rilke para la revista Númenor. De esta última ha sido también co-editor hasta la fecha.
En 2000 ganó el Premio Internacional Luis Cernuda por su libro Vasos de barro, y en 2006 el Premio Internacional Miguel Hernández por un poemario titulado Aquel lugar. Actualmente trabaja como profesor de filosofía en enseñanza secundaria.
Obra
POESÍA
Vasos de barro (2000).
Aquel lugar (2006).
La fiesta de los vivos (2013).
El oro y la risa (2018).
TRADUCCIONES
Novalis, Canciones espirituales (2005).
Hermann Bahr, Contra Klimt (2006).
Schleyer, Felix, Diplomático en el Madrid rojo (2008).
Groys, Boris, Bajo sospecha. Una fenomenología de los medios (2008).
Friedrich Schlegel, Ideas (con las anotaciones de Novalis) (2010).
ANTOLOGÍAS
La búsqueda y la espera (2001).
A un poeta futuro (2003).
Alzar el vuelo. Antología de la joven poesía sevillana (2006).
FILOSOFÍA
La nostalgia del pensar. Novalis y los orígenes del romanticismo alemán (2010).
La visión y la idea. Origen y derivas de la paideia romántica (2011).
Premios
2000: Premio Luis Cernuda de Poesía.
2006: Premio Miguel Hernández de Poesía.
2012: Primer Premio Avarigani de la Investigación Filosófica por La visión y la idea. Origen y derivas de la paideia romántica.
2013: XVI Premio de Poesía Ciudad de Salamanca por La fiesta de los vivos.
2018: II Edición del Premio Internacional de Poesía Jorge Manrique por El oro y la risa.
Poética
Cuando empecé a escribir Aquel lugar aún no se había publicado mi primer libro, Vasos de barro. Entretanto, han pasado seis años, y en este tiempo he tenido ocasión de reflexionar sobre el sentido de mi propia obra: considero que soy un poeta elegíaco, es decir, un poeta que escribe desde la experiencia de la pérdida. Se canta lo que se pierde, o lo que jamás se ha tenido, y eso que se canta parece como si quedara guardado en aquel lugar que no somos capaces ni de nombrar. A veces pensamos que es la infancia, otras lo vislumbramos en el fracaso del amor perdido, o en la alegría frágil del amor presente. Si algo tienen en común todos los poemas que he escrito, es ese saberse escorias, restos de algo innombrable y sagrado que pretenden rememorar. Por eso la poesía elegíaca no es necesariamente pesimista o nihilista, sino que puede convertirse en cántico, en forma de describir la relación del hombre con lo divino. Soy consciente de que esto puede provocar alguna sonrisa escéptica; una sonrisa temerosa de que la poesía sea tenida por algo mágico, y que el poeta se conciba a sí mismo como un ser privilegiado y superior; pero una sonrisa que, precisamente por ello, sólo tiene sentido cuando se cree que lo divino es algo extraño, inalcanzable para el hombre, que no tiene nada que ver con su vida inmediata. Sin embargo, toda vida está llena de momentos en que se funden lo sagrado y lo profano, momentos que constituyen precisamente aquello que llamamos «lo poético». Y es en ese sentido en el que digo que para mí la poesía es una liturgia y una forma de piedad.
Texto
IMPRESIÓN DE LA CATEDRAL DE COLONIA
La fe se pierde como se olvida un nombre.
Pero te encuentro aquí, prodigio
oscuro de la piedra,
silencio y música que dice y calla,
ejército radiante de espadas como sombras.
Te alzaste ante nosotros
cuando los hombres de una antigua estirpe
erigieron la ofrenda milenaria del arte,
su miserable y poderoso esfuerzo.
Bajo tu espacio inmóvil
escucho la plegaria de lo hermoso
como una vela puesta frente al altar del tiempo.
(De Aquel lugar; Madrid Hiperión, 2006, p. 17).
CANCIÓN DEL REDIMIDO
Abandonas tu casa y atraviesas los barrios
con una luz feliz en la mirada.
No sabes bien por qué, pero te sientes
lleno de gratitud hacia todas las cosas.
De pronto te descubres
silbando una canción que no conoces,
que tal vez escuchaste salir de una ventana
apenas un momento. No conoces la letra, sólo silbas
y andas con paso firme
porque las calles de esta ciudad antigua
vuelven a serte amables. Todos notan
que hay un brillo en tus ojos
y exhalas el olor de la piel que has amado,
y esa música, dentro, te acompaña.
(De Aquel lugar; Madrid Hiperión, 2006, p. 52).
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Enlaces
Blog personal: http://amartinnavarro.blogspot.com/
Twitter: https://twitter.com/AMartinNavarro