MARTÍN GAITE, Carmen

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MARTÍN GAITE, Carmen

Biografía

Carmen Martín Gaite nace el 8 de diciembre de 1925 en Salamanca. Alumna predilecta de Rafael Lapesa, se licencia en Filosofía y Letras en 1949, logrando el premio final de carrera. En 1950 se traslada a Madrid, donde comienza sus estudios de doctorado en la Universidad Complutense. Su amistad con Ignacio Aldecoa será el nexo para entrar en contacto con un grupo de jóvenes escritores: Rafael Sánchez Ferlosio (con el que se casará en 1956, aunque el matrimonio sólo duró 14 años), Josefina Rodríguez, Jesús Fernández Santos o Alfonso Sastre, entre otros. No presentará su tesis doctoral hasta 1971, habiendo obtenido ya el prestigioso Premio Nadal (1958). Mujer polifacética, combinaba su actividad creativa con tareas de investigación y una constante reflexión sobre la literatura.

También realiza colaboraciones en diversos periódicos y revistas (Cambio 16, Abc, El País, Revista de Occidente, Cuadernos Hispanoamericanos…), tareas de traducción de autores (Flaubert, Perrault, Virginia Woolf, Emily Brontë, etc.), adaptaciones de obras teatrales y guiones cinematográficos para televisión, y tareas docentes como profesora visitante en distintas universidades norteamericanas (Universidad de Virginia, Universidad de Chicago Illinois, Universidad de Vassar) y como conferenciante en universidades españolas y extranjeras como Yale, Philadelphia, New York, UCLA, Columbia, Washington etc. La literatura era su refugio, especialmente tras la muerte de su hija en 1985. Siempre declinó el ofrecimiento de entrar en la Real Academia. Carmen Martín Gaite fallece en Madrid el 22 de julio de 2000; tenía 74 años.

Obra

NARRATIVA

El balneario (1955).
Entre visillos (1958).
Las ataduras (1959).
Ritmo lento (1963).
Retahílas (1974).
Fragmentos de interior (1976).
El cuarto de atrás (1978).
Cuentos completos (1978).
El castillo de las tres murallas (1981).
El pastel del diablo (1985).
Dos relatos fantásticos (1986).
Sibyl Vane (1989).
Caperucita en Manhattan (1990).
Nubosidad variable (1992).
Dos cuentos maravillosos (1992).
Cuentos Completos y un monólogo (1994).
La reina de las Nieves (1994).
Lo raro es vivir (1997).
Irse de casa (1998).
Los parentescos (2001).
La guapa dorroniense (2001).
Cuentos completos (2005).
El libro de la fiebre (2007 – póstumo, escrito en 1949).

POESÍA

A rachas (1973).
Todo es un cuento roto en Nueva York (1986).
Poemas (2001).

TEATRO

La hermana pequeña (1999).

ENSAYO

El proceso de Mancanaz: historia de un empalamiento (1970).
Usos amorosos del dieciocho en España (1973).
El conde de Guadalhorce, su época y su labor (1976).
Usos amorosos de la Postguerra española (1981).
El cuento de nunca acabar (notas sobre la narración, el amor y la mentira) (1983).
Desde la ventana: enfoque femenino de la literatura española (1987).
Vida cotidiana en tiempos de Goya (con Natacha Seseña y Gonzalo Anes) (1996).

OTROS

La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas (1974). Artículos.
Agua pasada (Artículos, prólogos y discursos) (1993).
Esperando en porvenir. Homenaje a Ignacio Aldecoa (1994). Conferencias.
Cuadernos de todo (2002).
Pido la palabra (2002). Conferencias.
Visión de Nueva York (2005).
Tirando del hilo : (artículos 1949-2000) (2006).

Premios

1955: Premio Café Gijón por El balneario.
1958: Premio Eugenio Nadal por Entre visillos.
1978: Premio Nacional de Literatura de Novela por El cuarto de atrás.
1987: Premio Anagrama de Ensayo por Usos amorosos de la Postguerra española.
1988: Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
1991: Premio Castilla y León de las Letras.
1992: Finalista del Premio Nacional de Narrativa por Nubosidad variable.
1994: Premio Miguel Delibes.
1994: Premio Nacional de las Letras Españolas por La reina de las nieves (Ministerio de Cultura).
1997: Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
1997: Finalista del Premio Fastenrath por Lo raro es vivir.
1999: Pluma de Plata del Círculo de la Escritura.
2000: Premio Ángel Crespo de traducción por Jane Eyre de Charlotte Brontë.

Poética

– «Podría decirse que si alguna diferencia existe entre el discurso de los hombres y el de las mujeres, radica en su particular enfoque -no siempre perceptible a primera vista-; en una localización más precisa y concreta que nunca olvida sus propios límites, sus puntos cardinales.» (Carmen Martín Gaite, Desde la ventana: enfoque femenino de la literatura española, Madrid, Espasa Calpe, 1987, p. 36).

– «La narración es evolución, proceso sosegado y diferido. Uno es lo que narra y cómo lo narra. […] La buena novela debe dar al lector la posibilidad de participar.» (Carmen Martín Gaite, Cuadernos de todo, Barcelona, Destino, 2002, p. 295).

– «En el reino de lo literario, las únicas leyes que valen para garantizar la verdad de lo expuesto no hay que irlas a buscar fuera, sino dentro del texto plasmado como tal. […] Lo que está bien contado es verdad, y lo que está mal contado es mentira: no hay más regla que esa para aceptarlo y rebatirlo» (Carmen Martín Gaite, El cuento de nunca acabar, Barcelona, Anagrama, 1988, p. 203).

– «Cuando vivimos, las cosas nos pasan; pero cuando contamos, las hacemos pasar; y es precisamente en ese llevar las riendas el propio sujeto donde radica la esencia de toda narración, su atractivo y también su naturaleza heterogénea de los acontecimientos o emociones a que alude.» (Carmen Martín Gaite, La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas, Barcelona, Anagrama, 2000, p.24).

 

Texto

EL CUARTO DE ATRÁS (1978)

Me alegro de estar sentada de espaldas a la mesa, no quiero volver la cabeza, pero me desazona que sus ojos se hayan dirigido nuevamente hacia allá. No puedo consentir que me siga pisando el terreno.
-¡Ah, vamos!, me ha tomado usted de conejillo de indias.
-Sí -dice, serio-, pero confiese que usted a mí también.
-Bueno -corto-, ya que parece tan seguro haberlo registrado todo, acláreme una duda, ¿le he hablado ya del cuarto de atrás?
-No, supongo que sería un cuarto de su casa y que estaría en la parte de atrás, como su propio — nombre indica.
-Sí. Mi casa de Salamanca tenía dos pasillos paralelos, el de delante y el de atrás, que se comunicaban por otro pequeñito y oscuro, en ése no había cuartos, lo llamábamos el trazo de la hache. Las habitaciones del primer pasillo daban a la Plaza de los Bandos, las del otro, a un patio abierto donde estaban los lavaderos de la casa, y eran la cocina, la carbonera, el cuarto de las criadas, el baño y el cuarto de atrás. Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad, se permitía cantar a voz en cuello, cambiar de sitio los muebles, saltar encima de un sofá desvencijado y con los muelles rotos al que llamábamos el pobre sofá, tumbarse en la alfombra, mancharla de tinta, era un reino donde nada estaba prohibido. Hasta la guerra, habíamos estudiado y jugado allí totalmente a nuestras anchas, había holgura de sobra. Pero aquella holgura no nos la había discutido nadie, ni estaba sometida a unas leyes determinadas de aprovechamiento: el cuarto era nuestro y se acabó.
-¿Y con la guerra cambiaron las cosas?
-Sí. Hay como una línea divisoria, que empezó a marcarse en el año treinta y seis, entre la infancia y el crecimiento. La amortización del cuarto de atrás y su progresiva transformación en despensa fue uno de los primeros cambios que se produjeron en la parte de acá de aquella raya.
-¿Se convirtió en despensa?
-Sí, pero no de repente. Antes de nada, hay que decir que en el cuarto de atrás, había un aparador grande de castaño; guardábamos allí objetos heterogéneos, entre los que podía aparecer, a veces, un enchufe o una cuchara, que venían a buscar desde las otras dependencias de la casa, pero esa excepción no contradecía nuestra posesión del mueble, disponíamos enteramente de él, era armario de trastos y juguetes, porque la función de los objetos viene marcada por el uso, ¿no cree?
-Sí, por supuesto.
-Y, sin embargo, su esencia de aparador constituyó el primer pretexto invocado para la invasión. […]
Me interrumpo y echo una ojeada a los apuntes del cuaderno que tengo abierto sobre las rodillas: «Primera mención a Robinson, al salir de la cacharrería del Corrillo».
-¿Se le ha olvidado algo? -dice el hombre.
-Se me habrán olvidado tantas cosas. Pero es que trato de llegar a la isla. Ya falta poco.
-No tenga prisa. Las circunstancias anteriores a la llegada del náufrago tampoco las descuidó Defoe, cogen por lo menos veinte páginas del Robinson, si mal no recuerdo.
-Sí, pero esas páginas yo siempre me las saltaba.
-Convendrá conmigo en que hacía mal.
-Ya, pero a esa edad se lee con mucha avidez y lo que no es maravilloso parece paja, tarda uno bastantes años en aprender a saborear la paja.
-Hay quien no aprende nunca -dice él.

(De El Cuarto de atrás, Barcelona, Destino, 1997, pp. 161-163).

 

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Enlaces

Web personal: http://www.archivomartingaite.es/