MARIGÓMEZ MARUGÁN, Luis

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MARIGÓMEZ MARUGÁN, Luis

Biografía

Nacido en Nava de la Asunción (Segovia) en 1957. Estudia Filología Inglesa en la Universidad de Valladolid. Catedrático de Instituto. Vive en Valladolid. Después de unos años de nomadeo (Aranda de Duero, Órgiva (Granada), Benavente) vuelve a Valladolid en 1984 y reanuda la relación con poetas y escritores que empezó en la Universidad y colabora en las revistas Veneno, Los Infolios, Un Ángel más… hasta participar en la fundación de El signo del gorrión (1993-2002).

Ha colaborado en las páginas culturales de los periódicos El Sol; Diario 16; ABC; El Mundo de Valladolid… En la actualidad colabora en el suplemento La sombra del gorrión de El Norte de Castilla. Participa en la organización de actividades literarias en la Fundación Segundo y Santiago Montes.

 

 

Obra

NARRATIVA

Sofocón (1989).
Orillas (1992).
Rama (1998).
Vísperas (1999).
Ramo (2001).
Rosa (2002).
A través (2007).
Trizas (2011).
Orillas (2013).
Sinfín (2016).

POESÍA

Año (2008).
Fronda (2018).

TRADUCCIONES DE OBRAS PROPIAS A OTROS IDIOMAS

Vésperas. Traducción al portugués de José Agostinho Baptista (1999)

TRADUCCIONES DE OBRAS AJENAS 

Luna Nueva, de Margaret Atwood (2000).

LIBROS COLECTIVOS 

Cuentos pendientes, cuarenta y tres voces del cuento castellano y leonés del siglo XXI. Selección y prólogo de José Ignacio García García. Castilla Ediciones, 2021.

Premios

1988: Premio Jauja de Cuentos. Valladolid.
2001: Premio Miguel Delibes de Narrativa. Valladolid.

Poética

FÍSICA CUÁNTICA EN A TRAVÉS

El personaje narrador mira, además de a su alrededor, a otra latitud, que podría llamarse, siguiendo a Blanchot, el territorio del afuera. Mira a un más allá quizá para verse por dentro. Analiza pinturas, música, películas, fotos… y lo que ve quizá ayuda a su transformación y quizá a su trastorno.
Mirar es un acto voluntario. Ocurren a nuestro alrededor montones de cosas que no vemos, porque no las miramos. El personaje narrador de A través mira algunas cosas que a muchos les parecerán sorprendentes. Mira cómo cambia el mundo vegetal a lo largo de un año, en una variación continua que es básicamente siempre igual, año a año. Mira con atención las fotos de muertos por violencia que aparecen en la prensa casi todos los días. Pueden horrorizar o, sencillamente, nos hemos acostumbrado a ellas, forman parte del espectáculo de la información. Mira cuadros clásicos: Van Eyck, Tiziano, Velázquez, Egon Shiele, Klimt, Balthus, Freud… pintores que han investigado en la representación del cuerpo humano, sobre todo el femenino. Llega al extremo de mirar fotos pornográficas en busca de algo que parece que nunca encuentra.
En A través, al contrario que en la Física cuántica, lo que ven, lo que oyen, les transforma a ellos o, al menos, influye en lo que hacen, y en lo que dejan de hacer.
(…)
El posible lector de A través verá a sus personajes, lo que ellos miran y escuchan, lo que hablan y lo que callan, lo que ocultan y lo que exhiben; terminará de dar forma a lo que el autor no dio demasiada importancia, visualizará sus rostros, sus cuerpos, imaginará sus voces y sus gestos… Puede que todo esto no influya en la esencia del libro (en realidad el lector es quien termina de componerlo en su lectura); quizá, todo ello le transforme a él, a ella un poco, lo bastante para que se percate una pizca más de lo poco que sabemos, de lo poco que podemos saber de nada.

 

 

Texto

A TRAVÉS

Febrero, Día 26

Conocí a Marta antes que a Rosa. Todavía no había empezado en la Facultad. Íbamos a la misma piscina en verano. Era una muchacha espectacular, sus ojos azules resaltaban con su piel bronceada, y entonces tenía la cintura de avispa y los pechos tersos, rotundos. Intenté acercarme a ella, teníamos amigos comunes. Javier y yo nos conocemos desde niños. Ella no le hacía muchos ascos a él, aunque no era muy bueno nadando, resultaba bastante atractivo cuando tocaba canciones de moda con la guitarra y tenía siempre un enjambre de chicas a su alrededor. En cambio, siempre miró a ese chaval bajito, gafotas y regordete con displicencia. A pesar de mis esfuerzos por agradar, fui incapaz de lograr una mirada que mostrara, si no cariño, alguna simpatía. Ni siquiera cuando nadaba metros y metros con mi mejor estilo, lo que no era, en realidad, gran cosa, se fijó en mí. Aquel verano ella fue un hermoso bloque de hielo. Una vez conseguí bailar con Marta un agarrado en una verbena. Fue como menearme con una viga de madera.
Volvimos a coincidir cuando ya era novio de Rosa. Ellas se conocían de la Universidad. Seguía siendo hermosísima, aunque su cintura se hubiera rellenado un poco. Javier fue el último en reaparecer. Ya habíamos acabado los estudios y él trabajaba en la oficina de su padre.
Con altibajos, nunca he dejado de desearla. Su frialdad se derritió con el tiempo y desde hace mucho mantenemos un trato tibio. Cuando bailamos, a veces me coge el cuello con la mano y no le importa que nos rocemos. Su piel ha perdido tersura, pero sigue siendo agradable al tacto.
Lo del otro día fue una de las metas de mi vida; algo imposible. Ahora pienso que quizá me acosté con un recuerdo, y no sé si seré capaz de soportar su carne.
(De A través, Madrid, 2007, pp. 96-97).

 

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