JIMÉNEZ LOZANO, José

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JIMÉNEZ LOZANO, José

Biografía

 

Nacido en Langa (Ávila) en 1930. Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, abandona pronto sus aspiraciones a la Judicatura y, tras pasar por la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, iniciará sus labores profesionales en el diario El Norte de Castilla, de Valladolid. En este periódico, al que ha permanecido vinculado a lo largo de toda su vida activa, llegará a desempeñar los cargos de subdirector (a partir de 1978) y director (desde 1992 hasta su jubilación en 1995).

A finales de los sesenta se da a conocer como ensayista y muy pronto aparecen también sus primeras narraciones. Ha publicado varios libros de relatos (entre novelas y recopilaciones de cuentos) y ha destacado también como ensayista original y culto y como autor de una rica y sugestiva obra diarística. También ha cultivado la poesía con particular acierto.

Toda su obra – dotada de una destacable unidad a pesar de los diferentes cauces genéricos en los que se vierte – responde a una poética original, exigente y rigurosamente propia que le sitúa en un lugar destacado entre los escritores españoles contemporáneos sin que pueda encuadrársele en ninguna escuela o grupo reconocible.

Falleció el 9 de marzo de 2020.

Obra

 

NARRATIVA

Historia de un otoño (1971).
El sambenito (1972).
La salamandra (1973).
El santo de mayo (1976). Cuentos.
Duelo en la Casa Grande (1982).
Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda (1325-1402) (1985).
El grano de maíz rojo (1988). Cuentos.
Sara de Ur (1989).
Los grandes relatos (1991). Cuentos.
El mudejarillo (1992).
El cogedor de ancianos (1993). Cuentos.
Relación topográfica (1993).
La boda de Ángela (1993).
Objetos perdidos (1993). Antología de cuentos. Selección de Francisco Javier Higuero.
Teorema de Pitágoras (1995).
Las sandalias de plata (1996).
Un dedo en los labios (1996). Cuentos.
Los compañeros (1997).
Ronda de noche (1998).
Las señoras (1999).
Maestro Huidobro (1999).
Un hombre en la raya (2000).
Los lobeznos (2001).
Yo vi una vez a Ícaro (2002). Antología de cuentos. Selección de José Luis Puerto. (Contiene algunos relatos inéditos).
El viaje de Jonás (2002).
Carta de Tesa (2004).
Antología de cuentos (2004).
Las gallinas del licenciado (2005).
El ajuar de mamá (2006).
La piel de los tomates (2007).
Libro de visitantes (2007).
Agua de noria (2008).
El azul sobrante (2009).
El azul sobrante (2009).
Un pintor de Alejandría (2010).
El Atlas de las Cinco Ínsulas (2010).
La querencia de los búhos (2019). Cuentos.

POESÍA

Tantas devastaciones (1992).
Un fulgor tan breve (1995).
El tiempo de Eurídice (1996).
Pájaros (2000).
Elegías menores (2002).
Elogios y celebraciones : antología desordenada (2005).
Enorme luna (2005).
Anunciaciones (2008).
La estación que gusta al cuco (2010).
El precio. Antología poética (2013).

ENSAYO

Meditación española sobre la libertad religiosa (1966). Ensayo.
La ronquera de Fray Luis y otras inquisiciones (1973). Artículos.
Retratos y soledades (1977). Artículos.
Los cementerios civiles y la heterodoxia española (1978). Ensayo.
Estudio preliminar a la Poesía de San Juan de la Cruz (1982). Ensayo.
Sobre judíos, moriscos y conversos (1982). Ensayo.
Guía espiritual de Castilla (1984). Ensayo.
Ávila (1988).
Los ojos del icono (1988). Ensayo.
Estampas y memorias (1990). Ensayo.
Retratos y naturalezas muertas (2001). Ensayo.
Fray Luis de León, Barcelona (2001). Ensayo.
Ni venta, ni alquilaje (2002). Recopilación de artículos.
El narrador y sus historias (2003). Ensayo.
Obstinación del almendro y de la melancolía (2012).
El viaje a Oxford que nunca tuvo lugar (2021). Con S. Stuart Park.

OTROS

Los tres cuadernos rojos (1986). Diarios.
Segundo abecedario (1992). Diarios.
Unas cuantas confidencias (1993). Selección de los Diarios.
La luz de una candela (1996). Diarios.
Una estancia holandesa. Conversación con Gurutze Galparsoro (1998). Diálogo.
Los cuadernos de letra pequeña (2003). Diarios.
Contra el olvido (2003). Antología de textos. Selección de Amparo Medina-Bocos.
Castilla y León : pueblos y estampas (2006). libro de fotografías de Gregorio de la Cruz.
Advenimientos (2006).
Los cuadernos de Rembrandt (2010).
Impresiones provinciales (2016).
Cavilaciones y melancolías (2016-2017) (2018).
Evocaciones y presencias. Diarios 2018-2020 (2020).
Correspondencia 1967-1972. Américo Castro y José Jiménez Lozano (2020).

Premios

 

1988: Premio Castilla y León de la Letras.
1988: Premio Nacional de la Crítica por El grano de maíz rojo.
1992: Premio Nacional de la Letras Españolas.
1994: Premio Luca de Tena de Periodismo por su artículo «El retablo eterno de las maravillas».
1999: Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
2000: V Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes por el artículo «Sobre el español y sus asuntos».
2002: Premio Cervantes de Literatura.
2008: Doctor Honoris Causa en Humanidades por la Universidad  Francisco de Vitoria  y Socio de Honor de la Asociación para la Investigación y la Docencia Universitas.
2009: Premio ¡BRAVO! de Comunicación  y Premio Marejadas.
2017: Medalla Pro Ecclesia et Pontifice.
2019: Medalla de Oro de la Provincia de Ávila.
2022: Medalla de Oro de la Ciudad de Valladolid (a título póstumo).

Poética

 

El oficio de narrar es muy modesto y no tiene mucho que explicar […] En principio, lo que hay que decir es que el narrador está en el mundo, en medio de los demás hombres, con historias de siglos a cuestas, y que, entonces, sólo tiene que mirar y escuchar, y ver luego como cuenta aquella historia que tiene que contar.
Por lo que a mí respecta, comienzo por ver y oír esos personajes que cuentan ellos mismos esa historia, la suya o la de otros, o que la están viviendo. Se ven unos rostros, y se escuchan unas palabras, aunque de manera difuminada, y este proceso puede durar mucho tiempo. Y no es que no esté pendiente de él durante ese tiempo, sólo de vez en cuando afloran allá dentro de mí esos personajes y esas historias, y un día, sin saber por qué, se pone uno a escribir, un poco o un mucho como haciendo de puro amanuense; y, en realidad, no se sabe bien hacia dónde se va. Como mucho, se tiene una cierta idea del final, pero con frecuencia no es eso lo que luego sucede.
En este tiempo de escritura, pongo sobre el papel absolutamente todo lo que voy viendo y oyendo, despacio y con cuidado, porque hay que escuchar bien las palabras y encontrar el modo de su ordenación, porque las palabras y su orden son todo, en la escritura literaria y muy especial en la narración, porque la narración no es otra cosa que levantar vida con palabras. El narrador vive la vida de sus personajes, pero tiene que lograr que eso mismo le suceda al lector. Tiene que arrastrar a éste a otros mundos que no son su mundo, sacarle de su vida, y comprometerle en la historia que se cuenta; pero también tiene el lector que oler a tierra mojada, oír un llanto o un susurro, sentir frío o silencio, y ver los lugares o los muebles que guardan una significación profunda para la historia que se está contando.
Y en este tejer y destejer, porque hay que tachar, desprenderse de buena parte de lo escrito, y echarlo a la papelera, y hasta hay que arrojarlo todo en ella y volver a empezar – rara vez añadir algo a lo escrito, a menos que se escuche y se vea mejor – está todo el oficio de escribir, que es esperar. Se deja lo escrito en reposo mucho tiempo y se vuelve a leer, y se vuelve a dejarlo en reposo, y así cuantas veces sean necesarias, porque la lucha con las palabras y su ordenación es larga, hasta que se ve claro que toda intervención en esa escritura sería intromisión o manipulación, construcción e ingeniería. […] («El oficio de narrar», en José Jiménez Lozano. Contra el olvido, edición de Amparo Medina-Bocos, León, Edilesa, 2002, pp. 7-8)

 

Texto

 

ECLESIASTÉS

¡Oh! ¿Y yo no estaré ya
para cuando florezcan?
La tierra que me cubra
¿no dará rosas?
¿Sólo hay olvido, ni niebla de memoria
bajo las hierbas rústicas?
¿En qué blasón antiguo
habéis visto ennoblecido el heno?
Hoy, está en su verdor
y mañana
lo arrojarán al horno.
Pero sabed que fui,
que viví y he existido.
Mi nombre no os importe:
podéis pisar el césped,
recostaros.

(De Tantas devastaciones, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 1992)

LA CONDENADA

Ahora que ya era primavera, se acostaba algunos días, allí, en el huertecillo, junto al pozo, tan blanco, y la menta y los geranios rojos, hasta que se repusiese de los setenta azotes que había recibido, de orden de los señores inquisidores y que le habían dejado la espalda encentada. ¿Y qué había hecho ella?
No había podido entender nada de lo que le habían dicho en el tribunal de por qué no tenía que hacer oración, ni leer allí en su huertecillo, cerrando los ojos; pero eso era lo que la habían reprochado llamándola «iluminada».
-¿Y qué es iluminada? -decía ella.
Era todavía una niña, y su madre no había querido dársela por mujer a un hombre viejo y rico que era vecino suyo, y siempre se asomaba a las bardas del huertecillo. Así que estaba allí acostada y en silencio, curándose de aquellos azotes, aunque sabía que él podía denunciarla de nuevo.
Su madre también había sido azotada y había estado en la cárcel algún tiempo, pero cuando estaban allá, en la habitación de más adentro, leían aquel libro que decía que eso era el amor de Dios: esa desgracia.
Y entonces sentían mucha alegría, y tenían señalada esa página con unas hojas de menta o yerbabuena.

(«La condenada», en Yo vi una vez a Ícaro, Valladolid, Castilla Ediciones, 2002, p. 151)

 

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