GRANDES, Almudena

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GRANDES, Almudena

Biografía

Almudena Grandes Hernández (Madrid, 1960 – Madrid, 2021) fue una escritora española, columnista habitual del diario El País y contertulia en la sección Hoy por hoy de Cadena SER.

Se dio a conocer en 1989 con Las edades de Lulú, novela con la que obtuvo el XI Premio La Sonrisa Vertical. Desde entonces escribió numerosas obras que le valieron el reconocimiento del público y la crítica: su premio más importante fue el Nacional de Narrativa en 2018.

Entre sus novelas cabe destacar Te llamaré viernes (1991), Malena es un nombre de tango (1994), El corazón helado (2007) y Los besos en el pan (2015).

Falleció el 27 de noviembre de 2021.

Obra

NARRATIVA

Novela:

Las edades de Lulú (1989).

Te llamaré Viernes (1991).

Malena es un nombre de tango (1994).

Atlas de geografía humana (1998).

Los aires difíciles (2002).

Castillos de cartón (2004).

El corazón helado (2007).

Los besos en el pan (2015).

Todo va a mejorar (2022). Póstuma.

Serie “Episodios de una guerra interminable”:

Inés y la alegría (2010).
El lector de Julio Verne (2012).
Las tres bodas de Manolita (2014).
Los pacientes del doctor García (2017).
La madre de Frankenstein (2020).

Libros de relatos:

Modelos de mujer (1996).

Estaciones de paso (2005).

Literatura infantil:

¡Adiós, Martínez! (2014).

Colaboraciones:

La buena hija (Cuento en Madres e hijas de Laura Freixas).

Especies en protección (Cuento en Érase una vez la paz).

Voces que cuentan (2021).

 

Premios

1989: Premio La Sonrisa Vertical por Las edades de Lulú.

2002: Premio a la Coherencia.

2002: Premio Julián Besteiro de las Artes y de las Letras por el conjunto de su obra.

2002: Premio Cálamo al Mejor Libro del Año por Los aires difíciles.

2003: Premio Crisol por Los aires difíciles.

2008: Premio Fundación José Manuel Lara por El corazón helado.

2008: Premio del Gremio de Libreros de Madrid por El corazón helado.

2011: Premio de la Crítica de Madrid por Inés y la alegría.

2011: Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska por Inés y la alegría.

2011: Premio Sor Juana Inés de la Cruz por Inés y la alegría.

2017: Premio Internacional de Abogados de Atocha.

2018: Premio Liber al autor hispanoamericano más destacado.

2018: Premio Nacional de Narrativa por Los pacientes del doctor García.

2020: Premio de Periodismo Internacional del Club Internacional de Prensa.

2020: Premio Jean Monnet de Literatura Europea por Los pacientes del doctor García.

2021: Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (a título póstumo).

Poética

«Lo que más me gustaba en el mundo era leer libros y lo que más me sigue gustando en el mundo es leer libros. Si encontrara a una persona que me pagara por leer novelas no escribiría novelas, me gusta mucho más leerlas. Leer es siempre algo que haces por placer y escribir se hace por necesidad; tiene ingredientes diferentes. La literatura en principio, para mí, tuvo mucho que ver con la vida: la literatura, desde el principio, era vida de más.»

Texto

Yo era un hombre corriente, razonable, incluso vulgar, sin otra extravagancia que una aversión morbosa a los entierros, y mi vida una apacible llanura de tierras cultivadas que no solía exigir excesos de mis ojos, ni de mi conciencia. Es una historia muy larga, muy antigua, y para vivir aquí, hay cosas que es mejor no saber, incluso no entender. También podía no hacer nada. Siempre se puede no hacer nada, aprender a vivir sin preguntas, sin respuestas, sin furia y sin piedad. Siempre se puede no vivir y hacer como que se vive, al menos aquí, en España, un territorio inmune a la ley de la gravedad, la excepción a la ley de la causa y el efecto, el país donde nadie ve nunca una manzana que se cae de un árbol, porque todas las manzanas están ya en el suelo desde el principio y eso es lo más práctico, lo más sabio, lo más cómodo, lo mejor para todos, mientras las manos sean más rápidas que la vista, mientras las paradojas más elementales de la óptica jueguen a favor de quien maneja las lentes, mientras el prestigio moderno de la gente pequeña que hace lo que sea por sobrevivir oponga su transparente actualidad al caduco prestigio de los hombres y las mujeres admirables, tan anticuados por otra parte, tan inservibles en realidad, tan fastidiosos en su abnegación, en su terquedad, en la esterilidad de su sacrificio, porque si se hubieran estado quietos, si se hubieran dado por vencidos, si no se hubieran jugado la vida en vano tantas veces, tampoco habría pasado nada. Que no serían admirables, sólo eso, pero los habríamos comprendido igual. ¿Cómo no íbamos a comprenderlos, si a nosotros la ley de la gravedad no nos afecta?
Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Porque, para vivir aquí, hay cosas que es mejor no saber, incluso no entender. Pero yo te quiero, y confío en ti, y sé que serás un hombre digno, bueno, valiente, tan valiente como para perdonar a tu madre, que te querrá siempre y por eso nunca podrá perdonarse del todo. Yo te habría querido, abuela, yo habría sido un hombre mejor si hubiera podido quererte a tiempo, si hubiera podido leer esta carta sin haber tenido que robarla antes. A lo mejor estoy equivocada, pero siento que estoy haciendo lo que tengo que hacer, y lo hago por amor. Yo te quiero, abuela, y nunca te he visto, pero te quiero, y tú nunca me has conocido, pero te quiero, y jamás me has tocado, jamás me has abrazado, jamás me has besado, pero te quiero, te quiero, de verdad y de repente, te quiero.
Españolita que vienes al mundo, te guarde Dios. Ni Dios ni amo. Ni siquiera el derecho a saber quién eres tú, porque para vivir aquí, lo mejor es no saber nada, incluso no entenderlo, dejarlo todo como está y las ramas del manzano perpetuamente desnudas, los frutos en el suelo, dispuestos con cuidado, esa astucia ventajosa y mezquina que complace al escenógrafo acostumbrado a trabajar sin testigos, porque los que aún no son cadáveres, ya están muertos de miedo. Ni siquiera el derecho a saber quién soy yo, porque en aquella época ser hijo de según quién era difícil, de alguien como tu abuela, hasta peligroso. Por amor o por cálculo, para proteger a una niña especial o las propias espaldas, lo mejor es no saber, o aún mejor, que nadie sepa, y en eso se resumen tantos años, dos, tres generaciones enteras, casi un siglo de dolor y de soberbia. En ese punto confluyen las estrategias de la preocupación y del prestigio, la memoria de los vencedores y la de los vencidos, intereses distintos y un solo resultado para los hijos, para los nietos de todos.
Españolito que vienes al mundo, vengas de donde vengas, nunca confíes en que te guarde Dios. Guárdate tú solo de las preguntas, de las respuestas y de sus razones, o una de las dos Españas te helará el corazón.
(De El corazón helado, 2007)
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