Biografía
Belén Gopegui nace en 1963 en Madrid. Es licenciada en derecho. Ejerció el periodismo cultural reseñando obras y haciendo entrevistas para varias publicaciones. La mayor parte de su obra es narrativa, pero también ha publicado ensayos y guiones. Ha obtenido varios galardones; entre otros, el Premio Dulce Chacón de Narrativa Española, el Premio Oxcars y el Premio Otra mirada en los premios Cálamo.
Obra
NARRATIVA
La escala de los mapas (1992).
Tocarnos la cara (1995).
La conquista del aire (1998).
Lo real (2001).
El lado frío de la almohada (2004).
El padre de Blancanieves (2007).
El Balonazo (2008).
Deseo de ser punk (2009).
Acceso no autorizado (2011).
El amigo que surgió de un viejo ordenador (2012).
El comité de la noche (2014).
Fuera de la burbuja (2017).
Quédate este día y esta noche conmigo (2017).
Me aburro (2020).
Las nubesfuria (2021).
Existiríamos el mar (2021).
ENSAYO
«Contribución acerca del sentido de La conquista del aire» (1999).
«Salir del arte» (2002). En Las mujeres en la historia de la Literatura Española.
GUIÓN
La suerte dormida (2003). Con Ángeles González-Sinde.
El principio de Arquímedes (2004).
OTROS
Ella pisó la luna (2019).
Premios
1993: Premio Tigre Juan, por La escala de los mapas.
1994: Premio Iberoamericano de Primeras Novelas «Santiago del Nuevo Extremo», por La escala de los mapas.
2002: II Premio Leteo.
2007: II Premio La tormenta en un vaso al mejor libro escrito en español.
2010: Premio Dulce Chacón de Narrativa Española.
2010: Premio Oxcars.
2014: Premio Otra mirada en los premios Cálamo por El comité de la noche.
Poética
En mi primera novela, La escala de los mapas, la pregunta era: ¿En dónde se retraen los retraídos; los tímidos, dónde se esconden? En la segunda, Tocarnos la cara: ¿qué ocurre con las cosas que salen mal? En la tercera, La conquista del aire: En una sociedad como la nuestra, ¿hasta qué punto miente, o se mienten, quienes dicen «el dinero es lo de menos? En la cuarta, Lo real, ¿por qué es tan común identificar el ser bueno con ser un poco, diríamos, tonto, por qué se tiene miedo a la bondad? Siempre imagino una historia que encarne una pregunta.
(Fragmento de una entrevista concedida a la revista Consumer, Marzo 2002; http://revista.consumer.es/web/es/20020301/entrevista/)
Texto
LO REAL (2001)
1
NARRADORA IRENE ARCE
Has venido a la cima de la colina, estás aquí, en el suave promontorio y miras la otra ladera. Podrías empezar a bajar. No es un descenso pronunciado. Podrías empezar a bajar, pero la otra ladera conduce al otro valle y allí no has estado nunca.
Me llaman Irene Arce. No me gustan los mitos ni creo tampoco que puedan nacer héroes en unos años como los nuestros y aunque voy a contar la historia de Edmundo Gómez Risco, le considero un semejante. Incrédulo, como somos a veces. Un hombre no libre, como casi nadie se juzga a sí mismo. Un vengador, me dije a los pocos días de conocerle, uno que vengará nuestras ofensas.
Dentro de diez minutos va a empezar al programa «La fábrica de sueños». Yo tendría que haber ido al estudio y estar ahora en la pantalla como ocurre desde hace año y medio los primeros martes de cada mes. No así hoy.
Tengo cincuenta y seis años. Fui una reputada realizadora de televisión; he escrito varios manuales para la antigua Escuela de Periodismo, donde di clases. Hace tiempo que pasó, sin embargo, mi momento de gloria. Desde entonces me he visto obligada a recorrer los programas más insulsos uno por uno. Ahora trabajo en dos programas documentales; también escrito artículos en una modesta publicación universitaria. Claro que todavía me llaman viejos conocidos, o gente que estudió conmigo, y solicitan mi colaboración. Suelo intervenir, como decía, en «La fábrica de sueños» una vez al mes. Mejor diré solía. Hace una semana, cuando me anunciaron la película que íbamos a comentar, pedí que me dieran de baja. Llevaba días dando vueltas a la idea de hacerlo. No es que me moleste particularmente El silencio de los corderos; es que quiero doblar el último recodo, y ya me va quedando poco tiempo. Además, quién sabe, es posible que esa pequeña prebenda mensual, esa cuota de protagonismo, no valga las sonrisas, la buena disposición, las ligeras concesiones que me pedían a cambio.
En el programa nadie puede, por cierto, doblar el último recodo. Cuarenta minutos repartidos entre cindo personas no dan para mucho. Menos aún si se gastan citando nombres, planos, influencias, homenajes. Alguna vez hemos llegado, es cierto, a hablar de la película, a describirla, pero describir, desde luego, no es suficiente. Doblar el último recodo significa alcanzar una verdad general: atreverse a levantar la mirada y poner en entredicho, por ejemplo, el sentido de aquellas historias donde el mal aparece como una fuerza espontánea, como una suerte de floración estacional en forma de psicópatas y desequilibrados. El psicópata es obvio y no me interesa, semeja el sarampión. Tampoco el sarampión me interesa a no ser para encontrar una vacuna y modos de aliviarlo, pero nunca para incurrir en el discurso cristiano que convierte el sufrimiento en experiencia privilegiada.
Cuando digo el mal no me refiero entonces a una gallina coja, a la muerte de un niño, al volcán que destruye un pueblo. Hay en el mal un propósito de perjudicar. Yo habría querido un programa donde fuera posible discutir las razones de este propósito. Las razones, los motivos, porque el mal como arrebato no es asunto mío. Menos aún me importan las sagradas mayúsculas, el mal que se ha encarnado en el icono del torturador que ama la ópera, que tiene un gusto exquisito y no obstante disfruta con el olor a carne quemada, con el grito en el límite del grito. Las mayúsculas ciegan por el procedimiento de concentrar la mirada en la punta del asta donde cuelga la bandera y dejar fuera de la vista el ejército, las propiedades, el curso legal de la moneda, los pasaportes.
(De Lo real, Anagrama, 2001, pp. 11-13)
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