GONZÁLEZ, Ángel

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GONZÁLEZ, Ángel

Biografía

Ángel González Muñiz nació en Oviedo el 6 de septiembre de 1925. El poeta enfermó de tuberculosis en 1943 y durante el período de convalecencia se aficiona a la lectura de poesía y comienza a escribir poemas. Más tarde estudia derecho por su cuenta en la Universidad de Oviedo, licenciándose en 1949. Trabaja para La Voz de Asturias como redactor y en 1950 empieza a estudiar periodismo en Madrid.

En 1953 se produce un reencuentro con Carlos Bousoño, quien le presenta a Vicente Aleixandre. Ambos amigos le animan a publicar sus poemas. La mala situación económica del poeta le lleva a la decisión de preparar oposiciones para el Ministerio de Obras Públicas. Dos años más tarde se traslada a Barcelona donde trabaja como corrector de estilo. Allí entabla amistad con Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo, y un año después conoce a Juan García Hortelano, Gabriel Celaya, Caballero Bonald y algunos poetas más. En los años posteriores estudiará Poesía Inglesa del Siglo XX en Londres, becado por el Ministerio de Educación. Contacta con el Partido Comunista del que se acabará alejando, y participará en Collioure en actos conmemorativos por el aniversario de la muerte de Antonio Machado.

A partir de 1961 publica con regularidad sus libros de poemas y en 1968 su poesía completa con el título de Palabra sobre palabra, reeditada y aumentada en varias ocasiones. Desde 1972 trabaja como profesor visitante en la Universidad de Nuevo México. En 1979 conoce a su futura esposa, Susana Rivera, con la que se casará en 1993, año en el que se jubilará de su actividad docente.

En 1996 es nombrado miembro de la RAE y se le otorga el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana. Su último libro hasta la fecha es Otoños y otras luces (2001). La revista Litoral, un año después, le dedica un monográfico bajo el título de Tiempo inseguro.

Fallece el 12 de enero de 2008, su ser ya no pesa en el suelo, pero su obra lo hará en su lugar.

Obra

POESÍA

Áspero Mundo (1956).
Sin esperanza, con convencimiento (1961).
Grado elemental (1961).
Palabra sobre palabra (1965).
Tratado de urbanismo (1967).
Breves acotaciones para una biografía (1971).
Procedimientos narrativos y de las actitudes emocionales que habitualmente comportan (1976).
Prosemas o menos (1983).
Deixis en fantasma (1992).
Otoños y otras luces (2001).
La música y yo (2002).
Realidad casi nube (2005).
Qué sabes tú de lo que fue mi vida (2006).
Biografía (2007).
Nada grave (2008).

ENSAYO

El maestro (1952).
Juan Ramón Jiménez (1973).
Antonio Machado (1999).
Las otras soledades de Antonio Machado (1997).
50 años de periodismo a ratos y otras prosas (1998).
La poesía y sus circunstancias (2005).
El grupo poético de 1927 (2005).

ANTOLOGÍAS

Harsh World and other Poems (1977). Selección y traducción de Donald B. Walsh, prólogo de Á. G.
Luz, o fuego, o vida (1996). Selección de Á. G., introducción de Víctor García de la Concha.
Segunda parte (1998). Selección de Á. G.
101=120 poemas (2000). Selección de Á. G., prólogo de Luis García Montero.
Casi toda la música (2002). Introducción y selección de Á. G.
Antología temática : la música ateológica del Eros (2002). Selección de Francisco Fortuny.
<em<antología em=»»> (2003).
Palabra sobre palabra : obra completa (1956-2001) (2004).
<em<antología em=»»> (2004).</em<antología></em<antología>

La primavera avanza (2009).

OTROS

Voz que soledad sonando : música para la poesía de Ángel González (2003). Joaquin Pixán y Alejandro Zabala Landa. Libro CD.

Premios

1955: Áspero Mundo consigue un accésit en el Premio Adonais.
1962: Premio Antonio Machado, otorgado en Francia por la Editorial Ruedo Ibérico con Grado Elemental.
1985: Se le otorga el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
1991: Le conceden el Premio Internacional Salerno de Poesía.
1996: Es nombrado miembro de la Real Academia Española.
1996: Le otorgan el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana.
2001: Recibe los premios Clarín de los libreros asturianos, de la navaja artesana de Taramundi y Julián Besteiros.
2002: Premio Nacional de la Crítica asturiana.
2003: La revista Litoral, con el título de Tiempo inseguro, le dedica un amplio monográfico, edición de Susana Rivera.
2004: I Premio Ciudad de Granada Federico García Lorca a su trayectoria literaria.
2007: Doctor Honoris Causa en la universidad de Oviedo.

Poética

– (…) yo pienso que en mi escritura creo notar un cambio que a mí me parece que se manifiesta en una colección de poemas que publiqué con el título de Breves acotaciones para una biografía en 1971, si no recuerdo mal. ¿En qué consiste ese cambio, si es que lo hay? Yo pienso que lo que sucede en ese momento es que yo escribo con mayor libertad, una mayor libertad expresiva, que en cierto modo supone una intensificación de rasgos antipoéticos, por ejemplo, el prosaísmo, la ironía, el humor. Digo esto con todo tipo de reservas; el crítico lo confirmará o lo negará; yo pienso que esto, si es que fue, es consecuencia de una crisis personal que me llevó a desconfiar, temporalmente, de la eficacia o del valor de la palabra poética. (….) Yo pertenezco a una supuesta generación (otros la llaman grupo poético) de los 50 o del medio siglo, la cual, si tiene algún rasgo en efecto generacional, pienso que es el escribir la poesía a partir de la experiencia (…) Esta manera de escribir produce la ilusión de que el personaje poético que oímos en el poema es el mismo hombre que lo escribe, el autor. Nunca es del todo así, porque en el poema oímos siempre la voz de un personaje, pero indudablemente ese personaje es a veces un trasunto muy fiel del hombre que escribió el poema. (En Emilio Alarcos Llorach, La poesía de Ángel González, Oviedo, Nobel, 1996, pp. 195-196)

– La poesía se escribe siempre desde la intuición. (op. cit., pp. 210)

– Mi intención era mostrar la poesía como algo que cambia con el tiempo, con el lector, y sobre todo algo que queda en una forma. No sé si lo he logrado. (op. cit., p. 270)

– Dentro de la aproximación de mi poesía a las tendencias dominantes en los años 50 y primeros 60, ayer señalé la que se llama social y yo prefiero denominar civil, (…) Los de ayer hacían referencia a hechos o personajes históricos, los de hoy se refieren más a actitudes sociales, a reacciones sociales en torno a ciertas creencias dominantes, incluso la religión. (op. cit., p. 242)

– Para justificar el acto en principio gratuito (y a veces oneroso: hay quienes pagan por publicar sus versos) de la escritura poética se suelen esgrimir muy diversos argumentos, algunos de los cuales yo mismo he utilizado: el deseo de penetrar la realidad, de conocer y de evaluar éticamente el mundo: la necesidad de expresarnos o de comunicarnos; la voluntad de «anclar en el río de Heráclito» y de salvar del efecto corrosivo del tiempo algunas cosas queridas; el goce de crear pura belleza.
(…) Me temo que, aunque siempre sostengo lo contrario, estoy cayendo en la tentación de creer que el poeta, bueno o malo, que mis versos configuran (…) soy efectivamente yo, y que el acabamiento del poeta significaría mi propio acabamiento. (…) pues algo o mucho de mí, persiste en lo que escribo. (En «¿Por qué escribo?», El País Semanal, 4 de enero de 1998)

 

Texto

PRIMERA EVOCACIÓN (1956)

Recuerdo
bien
a mi madre.
Tenía miedo del viento.
Era pequeña
de estatura,
la asustaban los truenos,
y las guerras
siempre estaba temiéndolas
de lejos,
desde antes,
de la última ruptura
del tratado suscrito
por todos los ministros de asuntos exteriores.

Recuerdo
que yo no comprendía.
El viento se llevaba
silbando
las hojas de los árboles,
y era como un alegre barrendero
que dejaba las niñas,
despeinadas y enteras,
con las piernas desnudas e inocentes.

Por otra parte, el trueno,
tronaba demasiado, era imposible
soportar sin horror esa estridencia,
aunque jamás ocurría nada luego;
la lluvia se encargaba de borrar
el dibujo violento del relámpago
y el arco iris ponía
un bucólico fin a tanto estrépito.

Llegó también la guerra un mal verano.
Llegó después la paz, tras un invierno todavía peor. Esa vez, sin embargo,
no devolvió lo arrebatado el viento,
ni la lluvia
pudo borrar las huellas de la sangre.
Perdido para siempre lo perdido,
atrás quedó definitivamente
muerto lo que fue muerto.

Por eso ( y por más cosas)
recuerdo muchas veces a mi madre:

cuando el viento
se adueña de las calles de la noche,
y golpea las puertas, y huye, y deja un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra desolada y lívida;

cuando el rayo
hiende el aire, y crepita,
y cae en tierra,
trazando surcos de carbón y fuego,
erizando los lomos de los gatos
y trastocando el norte de las brújulas;

y, sobre todo, cuando
la guerra ha comenzado,
lejos -nos dicen- y pequeña
-no hay por qué preocuparse-, cubriendo
de cadáveres mínimos distantes territorios,
de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños…

(De Palabra sobre palabra, Barcelona, Seix Barral, 1998, p. 233)

 

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