GARCÍA MATEOS, Ramón

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GARCÍA MATEOS, Ramón

Biografía

Nació un 30 de septiembre de 1960. Ha vivido en Salamanca -en el pueblo de Cerralbo, de donde guarda el poso indeleble de la infancia y el sabor a tierra y luz de las palabras-, Galicia -en O Barco de Valdeorras, territorio fronterizo y lejanamente mágico- y Cataluña -en Reus, patria de Gabriel Ferrater, y Cambrils. Cursó estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona; ejerció la docencia en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Cambrils (Tarragona), labor que durante nueve años compaginó con la de profesor asociado de Literatura Española en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.

Es autor de varios libros de poemas y sus versos se recogen en diferentes antologías y revistas literarias, tanto españolas como extranjeras –Cuadernos Hispanoamericanos, Salina, Espacio Único, etc. Ha publicado numerosos trabajos de investigación, centrados especialmente en el análisis de la relación literatura-folclore, -ha sido colaborador asiduo de la prestigiosa Revista de Folklore.

En recuerdo y homenaje del escritor Goytisolo coordinó y editó el volumen misceláneo Tempestades de amor contra los cielos. Homenaje a José Agustín Goytisolo (2000). Dirigió la colección literaria Trujal, fue fundador y codirector de la revista La Poesía, señor hidalgo y forma parte del grupo de poesía y música Goliardos. Su obra poética ha sido recogida en diversas antologías, como Un siglo de sonetos en español (2000), 11-M: poemas contra el olvido(2004), entre otras. También es autor de libros de narrativa y ensayo.

Obra

POESÍA

De una eterna voz: Rotoarco (1986).
De los álamos el viento (1997). Plaquette.
Triste es el territorio de la ausencia (1998).
Como el faro sin luz de la tristeza (2000).
Lo traigo andado (2000).
De Cuba traigo un cantar (2000). Plaquette.
De ronda y madrugada (2001).
Morfina en el corazón (2003).
Como otros tienen una patria (2012).
Rumor de agua redonda: (antología 1998-2010) (2010).
Nuevo ramo de viejos cantares y otras coplas de varia intención (2018).

 

NARRATIVA

Baza de copas: ajuste de cuentas (2012).
Verdades y fingimientos (2016).

 

ENSAYO

Del 98 a García Lorca. Ensayo sobre tradición y literatura (1998).
Comer, beber y contar (2022).

 

OTROS

Memoria (amarga) de mí (2006).

 

EDITOR Y TRADUCTOR

«Los años vencidos de Juan López-Carrillo» (1997). Prólogo.
Tempestades de amor contra los cielos. Homenaje a José Agustín Goytisolo (2000). Edición.
Palabras frente al mar (2003). Prólogo y edición.
Gerard Vergés, La raíz de la mandrágora (2005). Traductor.

Premios

1993: Premio Jara Carrillo.
1995: Premio Conrado Blanco León.
1996: Premio Pastora Marcela
1997: Premio Blas de Otero por Triste es el territorio de la ausencia.
1999: Premio Marco Fabio Quintiliano.
1999: Premio González de Lama por Como el faro sin luz de la tristeza.
2001: Accésit al Premio Ciudad de Torrevieja por De ronda y madrugada.
2003: Premio Rafael Morales por Morfina en el corazón.
2007: Premio Internacional de Poesía Ciudad de Salamanca.
2012: Premio Tiflos de Cuento.
2012: II Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa, por su obra Daguerrotipos Moderadamente Apócrifos.

 

 

Poética

 

Poesía y literatura no son la misma cosa:

el origen de la poesía no está en la letra escrita -salvemos el pleonasmo- sino en la palabra oral, viva y de repente, que se pierde en el tiempo, en la palabra sagrada, rito y conjuro, que descubre el mundo y lo crea y lo transforma
la poesía no es heredera de la vida, la poesía es la misma vida que bulle en el corazón de las palabras, palabras que son la vida misma, el corazón de un hombre: una palabra
no escribimos el poema -barro y materia-, es el poema quien nos escribe, nos informa, nos construye: razón y conocimiento, pasión e inteligencia.

Poesía y literatura no son la misma cosa:

la literatura nace de la invención -de la mentira- y el verso desgrana la verdad en gajos de emoción y de ternura
la poesía es numen creador, dios de la blasfemia, redentor apóstata que nos salva de la equimosis del tiempo
la literatura es aire, dulzura que acaricia, mas el poema es luz que de tan pura hiere, resplandor que revela la negrura del alma, que inquieta las pupilas, deforma los cartílagos y purifica el tuétano del dolor.

Poesía y literatura no son la misma cosa:

matrimonio es la letra, es la ley, el contrato: la poesía es la puta, es la amante que nos lame el sexo, que destruye firmezas, que esconde entre sus muslos la flor de una pasión
la poesía es la absenta, Baudelaire y el ajenjo, es la pipa de kif, el incesto y el hambre, el mendigo y un grito en el filo imposible de una navaja de afeitar
literatura es la siembra, esperanza y futuro, recolección y vendimia: en el verso más puro sólo hallamos un páramo que jamás nos consuela, donde no hay confianza ni aliento ni promesa, sólo cáncer y sueño, contraseña que esconde la medida del miedo.

Poesía y literatura no son la misma cosa:

claro está que hablo de lo que escriben los poetas, esos poetas que dejan la vida crucificada en las palabras: Juan de Yepes, César Vallejo, Blas de Otero…
esos poetas que escriben con la sangre y con el pulso de la muerte: Jorge Manrique, Garcilaso, el gran Aldana…
poetas del desamparo y la amargura: voces anómimas que gimen al compás de una guitarra….
poetas para el clamor y la memoria: Quevedo, Rosalía, García Lorca…

Poesía y literatura no son la misma cosa:

no, porque escribir como ellos escriben le cuesta a uno la vida.

 

 

Texto

 

Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas palabras
con que otros las miraron
me empuja inevitable a transformar mis ojos, confundidos y húmedos,
en voces revividas desde un endecasílabo o en páginas de un libro
que duerme en mi regazo.
Yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades y paisajes,
descubro nuevamente lo que ya conocía:

I

Por Zamora y sus puentes anduve enamorado, con Blas de Otero a
solas, por la puente de piedra, embebidos de noche, silenciosos
los dos;
con el Duero a la espalda, su susurro de agua como un romance viejo,
por callejas que guardan resonancias y ecos de traiciones ocultas, el
sueño comunero de un clérigo rebelde, el agrio desengaño de las
horas marchitas,
por esas calles quietas caminamos sin prisa, redoblando el instante, el
sabor de un cigarro, Orio y Guetaria y ya
la galerna está lejos,
a la cita prevista, al encuentro con Claudio en un bar en penumbra,
media azumbre de vino y de nuevo andariegos a la vela en
Zamora:
las iglesias que encienden nuestro asombro nocturno, las plazuelas en
sombra, palabras que entretejen un claro resplandor,
la llama que bendice la imagen que ahora veo, con el Duero a la
espalda, otra vez deslumbrado, imagen de una imagen, esfera,
espuma blanca, matriz de la ceniza, los puentes de Zamora
y el don de la ebriedad.

II

Yo vi Roma a la luz de la luna de enero, desde aquella colina, mirador
de sus ojos, contemplé mi fracaso en la ciudad que duerme bajo
una cripta límpida de pórfido y engaño,
Roma, peligro impío para juglares nómadas, cristal en que espejean
los últimos naufragios, el dolor de estos versos, la claridad y el
cielo,
Roma con Rafael y el barrio del Trastévere, camino junto al Tíber,
imposible seguir tus pasos sin esbozo, imposible aprehender el
vaho de la alquitara, sólo gotas de ausencia, sólo espectros del
agua,
yo vi Roma en los pies desgastados de Pedro, sin barco y sin contorno,
besos como mordiscos sobre la piedra en ruinas,
Roma por el orgullo de tu cabeza cana,
Roma para mi llanto,
Roma donde dormitan saetas herrumbrosas,
Roma en un espejismo que Mestre dibujara en la tumba de Keats,
así te veo, con la luna más clara, así te nombro, Roma, donde tu no
estuvieras, donde yo nunca estuve, desde su voz mis ojos
contemplan tus secretos, te busco y tú no estás, te busco peregrino
y en Roma no te hallas,
Roma, Roma callada, te rondan las ausencias de aquellos que te
amaron,
Roma, filtro de amor y prenda de todas las mentiras,
Roma, filtro de amor y prenda de todas las promesas.

III

Fue para mí La Habana un sueño adolescente, con su nombre
enhebrado a mitos y delirios que aún vagan en la noche por todos
sus rincones,
un sueño era La Habana, ay, Cuba, junto al mar, el mar de la bahía
rozando el malecón, palabras que acarician al aire de un
requiebro,
a donde yo llegué con el gordo Lezama una dulce mañana de guayaba
y abril:
azul en los balcones y allá, en la ciudad vieja, el tiempo suspendido y
la Prieta Mamey por la Plaza de Armas, las sierpes gongorinas, la
papaya innombrable, ancianos que conjuran la muerte con
palabras, azúcar y toronjas, almizcle y ron de caña.
Fue para mí La Habana recorrer El Vedado y acercarme después a la
Casa de América,
con la fiel compañía de un gato enamorado, mitad cubano y vasco y
mitad catalán,
un gato por sus salas, con Marcia y con Haydée, un gato perezoso
entre hermosas muchachas,
cuando todo era aurora, cuando todo era mayo, cuando todo era un
beso con pintura de añil.
Habana al mediodía clavada en mi memoria, a punto del derrumbe,
orgullo en la camisa guajira de un poeta que fuma adormecido de
espaldas a Florida,
Habana sin remedio y el hotel Inglaterra,
un café entre las manos con Nancy Morejón en la arista de un verso,
Habana por mis venas, para el pesar morfina,
ciudad donde la piel se vuelve cataclismo,
ciudad trigueña y huérfana, los muslos de azabache ciñendo mi
cintura,
ciudad para el retorno,
ciudad donde es posible morir a media luz.

 

Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas palabras
con que otros las miraron,
de vivir a la sombra de música y palabras:
Buenos Aires, Cortázar y París en otoño, un palo y una soga con
Vallejo en un jueves de lluvia atormentado; Federico y Granada:
Guillén y Carvajal jugándose los ases del aroma; don Antonio en
Segovia, Ignacio en su taller; inocente Lisboa siempre en llamas,
Torga y Pessoa: un ramo de cilantro; Salamanca y Fray Luis,
los años ignorados que duermen en los claustros, Aníbal Núñez
que arde en su triste mortaja… por dios, cuántas palabras bogando por mis ojos, ay, ay, cuántos silencios al borde de un
poema,
yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades y paisajes,
descubro nuevamente lo que siempre he soñado, lo que ya
conocía, la herencia que me arroba, mi única riqueza,
palabras y palabras, jardín y soledad, iglesia sin campanas.

(De Morfina en el corazón, 2003).

 

 

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