GARCÍA JAMBRINA, LUIS

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GARCÍA JAMBRINA, LUIS

Biografía

Nacido en Zamora en 1960. Es Doctor en Filología Hispánica con Premio Extraordinario por la Universidad de Salamanca y Máster en Guion de Ficción para Televisión y Cine por la Universidad Pontificia de Salamanca. Es Profesor Titular de Literatura Española en la Universidad de Salamanca, especializado en la poesía y la novela españolas del siglo XX. Ha impartido cursos, seminarios y conferencias en universidades de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Suiza, México… Desde 1999, es Director de los Encuentros de Escritores y Críticos de las Letras Españolas en Verines (Asturias), fundados por Víctor García de la Concha. Ha publicado numerosos artículos y varios libros de ensayo sobre literatura y preparado diversas antologías y ediciones de grandes poetas españoles, como Claudio Rodríguez, José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, José Luis Tejada o La promoción poética de los 50 (Austral, 2000, varias ediciones). Es crítico literario de poesía.

Algunos de sus cuentos han sido traducidos a varias lenguas y figuran en numerosas antologías del género. También han visto la luz sus cuentos en El País, ABC, El Mundo y otras publicaciones. De su novela El manuscrito de piedra (2008) han aparecido ya trece ediciones y varias traducciones. Es autor de varias obras de teatro.

Obra

Novelas

El manuscrito de piedra (2008).

El manuscrito de nieve (2008).
En tierra de lobos (2013).
La sombra de otro (2014).
El manuscrito de fuego (2018).
El manuscrito de aire (2019).
La doble muerte de Unamuno (2021).
El manuscrito de barro (2022).
El manuscrito de niebla (2022).

Libros de cuentos

Oposiciones a la Morgue y otros ajustes de cuentas (1995).

Muertos S.A. (2005).

Ensayos

Guía de lectura de Claudio Rodríguez, en colaboración con Luis Ramos de la Torre (1988).

La vuelta al Logos (Introducción a la narrativa de Miguel Espinosa) (1998).

De la ebriedad a la leyenda. La trayectoria poética de Claudio Rodríguez (1999).

Claudio Rodríguez y la tradición literaria (1999).

La otra generación poética de los 50 (2009).

Premios

1999: Premio Fray Luis de León de Ensayo, de la Junta de Castilla y León.

2006: Premio de Relato Breve Fundación Gaceta Regional.

2009: Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza.

2009: Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León.

2011: Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León.

Poética

Según un reciente estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas, el género literario preferido por los lectores españoles sigue siendo la novela histórica, elegida por el 22,4% del total de las personas encuestadas, dentro de una lista que incluía todo tipo de opciones. Está claro que este gran auge de la novela histórica, durante las últimas décadas, ha propiciado un abuso de esta etiqueta, así como la publicación de un gran número de novelas de ínfima calidad literaria o carentes de todo rigor histórico, con lo que el género se ha banalizado y desprestigiado de tal forma que continuamente está bajo sospecha. Eso explica el desprecio y el rechazo que por él sienten muchos críticos literarios e historiadores. La novela histórica goza, pues, del favor del público, pero cuenta con grandes enemigos y detractores; disfruta de una abundante presencia mediática, pero, a la vez, tiene muy mala prensa.

Naturalmente, dentro de este género, como en cualquier otro, hay de todo, y, al igual que en el mundo de las antigüedades, en ella son muy frecuentes los fraudes y las falsificaciones. Pero también hay muchas novelas pretendidamente vanguardistas, innovadoras o experimentales que están muy mal escritas o llenas de defectos formales y estructurales o que son un puro engaño, un camelo o una filfa. Ahora mismo, sin ir más lejos, se nos están vendiendo como novedades cosas que ya se habían inventado hace justo un siglo, aunque sus autores invoquen referentes más inmediatos. Entre otras cosas, presumen de haber mezclado géneros y modos de discurso, cuando resulta que la novela histórica es, desde sus inicios, un género “mestizo y ambiguo”, “el hijo bastardo de la novela y la historia”, como lo definió no hace mucho Carlos García Gual. Y eso es justamente lo que lo ha hecho tan atractivo y, al mismo tiempo, tan sospechoso.

Por otra parte, no debemos olvidar que una novela histórica es, en primer lugar, una novela y, sólo de manera secundaria o accidental, es histórica, por lo que el adjetivo nunca debe comerse al sustantivo ni ponerse por encima de él. Precisamente, su gran ventaja es que, gracias a la invención y la imaginación, puede llegar allí donde no llega la Historia, y hacerlo, además, de forma más intensa y entretenida. Frente a la supuesta objetividad de la Historia con mayúsculas se alza entonces la verdad o la verosimilitud de la historia de ficción. El secreto está en saber combinar, de forma equilibrada, el rigor histórico con el rigor narrativo, la invención con la documentación, la enseñanza con el disfrute y, por supuesto, la recreación histórica con la creatividad literaria.

Suele decirse que España es un país sin una gran tradición de novela histórica, en comparación con países como Inglaterra o Francia. Tal vez esto se deba a que los españoles casi siempre nos hemos llevado mal con nuestro pasado. Incapaces de verlo con el debido distanciamiento, con ironía o con naturalidad, sólo hablábamos de él para idealizarlo o para denigrarlo de forma maniquea: la Leyenda Blanca o la Leyenda Negra, parece que no cabía otra opción. Por eso, creo que el gran auge que está viviendo ahora este género tiene mucho que ver con lo que podríamos llamar la normalización histórica de España. Al fin y al cabo, la novela histórica nos permite conocer mejor nuestro presente y recuperar la memoria del pasado.

(Luis García Jambrina, «Defensa de la novela histórica»,

El País, “Babelia”, 3/4/2010, p. 2)

Texto

Al poco rato, comenzó a nevar. Primero, de una manera mansa y lenta; pero enseguida de forma más tozuda y continuada. Rojas pensó que nevaría de igual modo sobre los justos y sobre los injustos, las víctimas y sus verdugos, los culpables y los inocentes, los pecadores y los santos… Era como si la nieve todo lo igualara y todo lo cubriera con un manto piadoso, con una máscara que embellecía las cosas y las revestía de renovada inocencia, aunque por poco tiempo, pues esa blanca cobertura no tardaría en llenarse de pisadas, de roderas de carros, tal vez de manchas de sangre que ensuciarían la nieve hasta convertirla en oscuros charcos. Una vez más, la nieve venía a demostrar que la belleza y la inocencia eran algo efímero, pero también que la verdad, por mucho que se oculte, acaba siempre aflorando a la superficie.

(fragmento de El manuscrito de nieve, Madrid, Alfaguara, 2010, p. 137)

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