FERNANDEZ CUBAS, Cristina

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FERNANDEZ CUBAS, Cristina

Biografía

Nació en Arenys de Mar (Barcelona) en 1945, y estudió Derecho y Periodismo, actividad esta última a la que comenzó a dedicarse, desde joven, junto con la literatura. Ha viajado por todo el mundo y entre sus lugares de residencia se han contado ciudades como El Cairo, Lima, París o Berlín. Se dio a conocer en la década de 1980 con su primera obra, Mi hermana Elba, un libro de relatos que fue muy bien acogido tanto por el público como por la crítica. Cinco años más tarde, en 1985, publicó su primera novela, y en 1998, su primera pieza teatral. Actualmente, es uno de los referentes literarios más importantes para los autores de relatos breves y sus obras han sido traducidas a muchos idiomas.

 

Obra

NARRATIVA
Mi hermana Elba (1980). Libro de relatos.
«Algunas de las muertes de Eva Andrade» (en la revista Gimlet) (1980). Relato.
«El vendedor de sombras» (1982). Relato editado en libro.
«Omar, amor» (en Doce relatos de mujeres) (1982). Relato.
Los altillos de Brumal (1983). Libro de relatos.
El año de Gracia (1985). Novela.
El ángulo del horror (1990). Libro de relatos.
Con Agatha en Estambul (1994). Libro de relatos.
«La mujer de verde» (en Vidas de mujeres) (1994). Relato.
El columpio (1995). Novela.
«Segundo bachillerato» (en Relatos de mujeres (1996). Relato.
«4 de enero y días sucesivos según…» (en El faro continuado por…) Relato. (1997).
Cris y Cros (1998). Novela juvenil.
«La ventana del jardín» (2006). Relato editado en libro.
Parientes pobres del diablo (2006). Libro de relatos.
Todos los cuentos (2008).
La puerta entreabierta (2013).
De mayor quiero ser bruja (2014).
La habitación de Nona (2015).

TEATRO
Hermanas de sangre (1998).

ENSAYO
Drácula de Bram Stoker, un centenario: vampiros – banpiroak (en colaboración con Begoña del Teso Alonso) (1997).
Emilia Pardo Bazán (2001).

OTROS
Fantastic Magazine (2ª época) 11 (en colaboración con otros autores) (1993).
Calamito, 3 años, Educación Infantil. Guía (1994). Manual infantil.
Calamito: 4 años, Educación Infantil. Guía y recursos (en colaboración con otros autores) (1994). Manual infantil.
Calamito: 4 años, Educación Infantil. 1 trimestre (en colaboración con otros autores) (1994). Manual infantil.
Calamito: 5 años, Educación Infantil. 1 trimestre (en colaboración con Maite Malagón) (1994). Manual infantil.
Cosas que ya no existen (2001). Libro de memorias.

Premios

2001: VI Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos con Cosas que ya no existen.
2006: III Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España con Parientes pobres del diablo.
2006: Finalista del Premio Salambó con Parientes pobres del diablo.
2007: Premio Xatafi-Cyberdark de literatura fantástica con Parientes pobres del diablo.
2009: Premio Salambó de Narrativa por Todos los cuentos.
2009: Premio Qwerty por Todos los cuentos
2009:Premio Tormenta por Todos los cuentos
2015: Premio de la Crítica por La habitación de Nona.
2016: Premio Nacional de Narrativa por La habitación de Nona.
2018: Premio Mandarache por La habitación de Nona.

Poética

 

Pasado… O memoria de lo vivido, que es lo mismo. En El columpio la narradora se mete a fondo en una memoria que no le pertenece: en el pasado de la madre. Allí hay otra vuelta de tuerca. La hija se introduce en el sueño que tuvo ya muchísimo antes de que ella hubiera nacido. Yo diría que más que tratar el pasado o el presente, me gusta burlar las normas del espacio y del tiempo. Como en muchos sueños. […]

En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, pues sí, hay muchas mujeres en mi obra. cada vez más. En Hermanas de sangre, nada menos que siete. […] En mis primeros cuentos no era así (ni tampoco en mi primera novela). Utilicé indistintamente narradores masculinos o femeninos, en atención siempre a lo que quería, cosa que me parece absolutamente normal, pero que, en aquellos momentos, en el año ochenta, parece que sorprendió. Yo todavía me sorprendo de la sorpresa. La literatura, entre otras muchísimas cosas, es un juego, un juego que no tiene nada de inocente, pero que, al tiempo, te brinda un montón de posibilidades. ¿Por qué desperdiciarlas? […]

[Respondiendo a la pregunta de si hay un perfil común a todas las mujeres de su obra] Diría, más bien, que hay un abanico bastante grande. Aunque muchas de ellas -pero esto es irrelevante, porque a mis hombres les sucede algo parecido- están o pueden estar en situaciones límites. […]

Buenos, mis ciudades no tienen nombre casi nunca, y si menciono Barcelona es, en general, el lugar de dónde se sale y al que se termina regresando. […]

Tiene más importancia el Mediterráneo, el mar. A menudo las casas están frente al mar, los colegios también… Yo nací en una de esas casas, a pocos metros de la playa, en Arenys de Mar, y viví allá hasta los quince años. Quizás por eso el mar sea una presencia casi constante y normalmente positiva en mi obra. […]

Siempre he dicho que mi primera influencia, la única que tengo clara, es la narración oral. Las leyendas que escuché de pequeña y que despertaron en mí el gusto por lo misterioso. A Poe lo leí mucho más tarde. La primera noticia que tuve de él fue «La casa Usher», contada por mi hermano, a su manera, con las licencias obligadas de todo buen contador de historias. Me fascinó y es muy posible que, en aquel momento, creyera que se la había inventado él. También creo que cuando se nos pregunta por influencias se suele hacer una reducción, dar por sentado que sólo pueden ser librescas. Y no es así. Todo influye o puede influir. En mi caso un resorte poderoso fue lo mucho que me aburría en las horas de estudio en el colegio. Entre seguir el vuelo de una mosca o estudiar, yo prefería refugiarme en un mundo inventado. De esa época, de mi adolescencia, recuerdo una película que me arrebató. «Jenny» de Dieterler, con Joseph Cotten y Jennifer Jones. […] Ahora me pregunto ¿»Jenny» me influyó a mí, o yo encontré el mundo que a mí me gustaba en esta película?[…] «Jenny» me marcó durante mucho tiempo. […]

[Respondiendo a una pregunta sobre la causa de la brevedad de sus obras] Porque entre intensidad y extensión apuesto por lo primero. Si algún día escribo un libro de quinientas páginas, cosa que dudo, será porque el tema bien podría dar para dos mil. Para mí ser concisa es un reto. No soporto las historias machacadas y repetitivas, me gusta la sugerencia y creo en el lector inteligente y creativo. Hay que darle una historia, desde luego, una historia con todos sus elementos, no un «esbozo de…» Pero me gusta pensar que el lector, en muchas ocasiones, se quedará meditando más allá de la palabra «Fin». […]

El cuerpo está en todas partes. Por ejemplo, lo primero que hace el exseminarista en París [en El año de Gracia], antes de embarcarse en la nave que le llevará a la isla, es descubrir su cuerpo. Pero, por encima de todo, son los mecanismos del alma lo que me interesa: la locura, la envidia, los celos, la desesperación, el miedo, los engranajes mentales a los que puede llegar una persona en una situación límite, lo que no está nombrado, los sueños… El cuerpo está allí, pero me preocupa más lo que no se ve. […]
(De María del Mar López-Cabrales, Palabras de mujeres. Escritoras españolas contemporáneas, Madrid, Narcea, 2000, pp. 167-176)

La otredad implica un salto de muro y eso ya es suficiente para que me interese. Tengo una serie de obsesiones que se van repitiendo en lo que he escrito. Me muevo a gusto en este mundo pero no sé de dónde viene este mundo. No me he psicoanalizado.
(De Katarzyna Olga Beilin, Conversaciones literarias con novelistas contemporáneas, Rochester, Tamesis, 2004, p. 136).

 

 

 

Texto

 

La chica rompió a llorar. Raúl le palmeó los hombros con cariño. Esperé unos segundos. La situación era embarazosa y yo no pintaba nada allí. Los dejé abrazados en el pasillo, crucé al salón y salí a la terraza. «Siempre que tome un dry martini piense en mí…» Ahí estaba Claudio, su voz, su letra. La misma letra con la que había escrito «DEL DIABLO». Y la misma voz que ahora retumbaba en mis oídos recordándome: «debemos protegernos… Han nacido para el mal, ¿entiende?».

Todo empezó en México D.F., una mañana plomiza y densa en la que hasta la propia respiración se hacía insoportable. En realidad yo no tenía por qué encontrarme allí. Había acudido a un congreso, el congreso había finalizado, un montón de obligaciones me aguardaban en Barcelona, pero la noche anterior, impulsivamente, decidí aplazar la vuelta y cambiar mi pasaje. Dejé el hotel y, aceptando la invitación de una amiga, me instalé en su casa, en la calle Once Mártires del barrio de Tlalpan. Durante la semana de trabajo apenas había disfrutado de un momento libre. Ahora yo me regalaba siete días. Y lo primero que iba a hacer era tomar un taxi y dirigirme al centro. Mi amiga, en el portal de la casa, intentó disuadirme. «¿Con este día? ¿Por qué no esperas a mañana y vamos juntas?» No le hice caso y aún ahora me felicito por mi suerte. Mañana, quizás, hubiera resultado demasiado tarde. Otras hubieran sido las circunstancias; otros mis pasos. Y nada de lo que ocurrió habría ocurrido.
Subí, pues, a un taxi en Tlalpan, a pocos metros de la casa de mi amiga, indiqué al conductor «Alameda Central» y, una vez allí, me dirigí paseando a la calle Madero. Era mi segundo viaje a México. El primero se perdía sin fecha en el tiempo (¿quince?, ¿dieciocho años?), pero ahora recordaba cómo ya entonces me había sorprendido el silencio. Madero estaba repleta de ambulantes, también los aledaños del Zócalo o el atrio de la catedral, y, sin embargo, lo que se oía era apenas un murmullo, un lejano rumor, un agradable bajo continuo. Parecía un sueño mudo. El copión de una película sin sonorizar. Me sentía a gusto. Entré en la catedral, visité el Museo del Templo Antiguo, compré jabón de coyote y ungüentos milagrosos, dejé que, a cambio de la voluntad, me tomaran la presión unas chicas vestidas de enfermera, me pesé en una báscula, admiré algunos zaguanes coloniales, continué callejeando sin rumbo…. Y de pronto lo vi. ¡El diablo!
Estaba apoyado en el morro de un coche, no lejos de su negocio, un pañuelo extendido en el suelo sobre el que exhibía su mercancía. Era alto, muy alto, de piel curtida y brillante, algo rojiza. Tenía los ojos desafiantes y vidriosos. Retrocedí unos pasos. Por nada del mundo quería encontrarme con su mirada, pero tampoco podía dejar de observarlo. Era guapo. Aunque todo en él me repeliera, aunque su visión me provocara el rechazo físico más grande que he sentido en toda mi vida, debo reconocer que respondía a las características de lo que se puede entender por un hombre guapo.
(De «Parientes pobres del diablo, en»Parientes pobres del diablo, Barcelona, Tusquets, 2006, pp. 75-77)

 

 

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