DUEÑAS, María

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DUEÑAS, María

Biografía

María Dueñas nació en el año 1964 en Puertollano (Ciudad Real). Doctora en Filología Inglesa, se unió al mundo de la literatura en 2009 con El tiempo entre costuras, que logró ser un éxito editorial y llegó a tener una adaptación televisiva muy aclamada por el público y la crítica. Tras este libro ha publicado otros cuatro: Misión Olvido (2012), La Templanza (2015), Las hijas del Capitán (2018) y Sira (2021), todos los cuales han cosechado buenas críticas por parte de lectores y especialistas.

La autora ciudadrealeña no solo ha triunfado en España: ha sido traducida a más de treinta lenguas y ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Se puede afirmar que es una de nuestras escritoras más estimadas, tanto en nuestro país como en América Latina. Su trayectoria le ha permitido obtener galardones como el Premio Ciudad de Cartagena de Novela Histórica (2010), el Premio de Cultura (2012) o el Premio Europeo de Novela de Amor (2020).

Obra

NARRATIVA

El tiempo entre costuras (2009).
Misión Olvido (2012).
La Templanza (2015).
Las hijas del Capitán (2018).
Sira (2021).

Premios

2010: Premio Ciudad de Cartagena de Novela Histórica por El tiempo entre costuras.
2012: Premio de Cultura.
2013: Premio Cartagenero del Año.
2018: Premio Un año de libros.
2020: Premio de Honor del Festival Aragón Negro.
2020: Premio Europeo de Novela de Amor por El tiempo entre costuras.
2021: Premio CIP autora destacada.
2021: Premio Pluma de Plata.

Poética

«La escritura es mi profesión; una profesión enormemente gratificante aunque también exigente, en la que me vuelco con sumo gusto, con dedicación, rigor, honestidad y respeto. La lectura, por otro lado, es una ventana al mundo: a otras vidas, otras sensibilidades, otras experiencias…

Detrás de cada una de mis novelas, en efecto, hay mucho más que las horas que paso tecleando en mi ordenador. Normalmente dedico unos cuantos meses iniciales a pensar, a generar ideas, a documentarme. Trazo las coordenadas de espacio y tiempo: por dónde van a moverse mis personajes y en qué momento histórico. Decido quiénes van a ser los protagonistas y algunos secundarios; tramo sus peripecias vitales, y delimito el arco argumental, con sus objetivos, sus maneras de proceder, sus conflictos… Y una vez que tengo todo eso claro, cuando ya tengo la novela en la cabeza, entonces me siento, abro un documento en el que escribo Capítulo 1, y arranco la fase de dar forma a lo que ya tengo en mi cabeza, aunque borroso y diluido. El final lo conozco también de antemano, nunca llega imprevisto».

Texto

Una máquina de escribir reventó mi destino. Fue una Hispano-Olivetti y de ella me separó durante semanas el cristal de un escaparate. Visto desde hoy, desde el parapeto de los años transcurridos, cuesta creer que un simple objeto mecánico pudiera tener el potencial suficiente como para quebrar el rumbo de una vida y dinamitar en cuatro días todos los planes trazados para sostenerla. Así fue, sin embargo, y nada pude hacer para impedirlo.

No eran en realidad grandes proyectos los que yo atesoraba por entonces. Se trataba tan sólo de aspiraciones cercanas, casi domésticas, coherentes con las coordenadas del sitio y el tiempo que me correspondió vivir; planes de futuro asequibles a poco que estirara las puntas de los dedos. En aquellos días mi mundo giraba lentamente alrededor de unas cuantas presencias que yo creía firmes e imperecederas. Mi madre había configurado siempre la más sólida de todas ellas. Era modista, trabajaba como oficiala en un taller de noble clientela. Tenía experiencia y buen criterio, pero nunca fue más que una simple costurera asalariada; una trabajadora como tantas otras que, durante diez horas diarias, se dejaba las uñas y las pupilas cortando y cosiendo, probando y rectificando prendas destinadas a cuerpos que no eran el suyo y a miradas que raramente tendrían por destino a su persona. De mi padre sabía poco entonces. Nada, apenas. Nunca lo tuve cerca; tampoco me afectó su ausencia. Jamás sentí excesiva curiosidad por saber de él hasta que mi madre, a mis ocho o nueve años, se aventuró a proporcionarme algunas migas de información. Que él tenía otra familia, que era imposible que viviera con nosotras. Engullí aquellos datos con la misma prisa y escasa apetencia con las que rematé las últimas cucharadas del potaje de Cuaresma que tenía frente a mí: la vida de aquel ser ajeno me interesaba bastante menos que bajar con premura a jugar a la plaza.

 

(De El tiempo entre costuras, 2009).

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