CUEVAS, Alejandro

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CUEVAS, Alejandro

Biografía

Nacido en Valladolid en 1973. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid (el penúltimo curso realizado en la Universidad de Pisa, gracias a una beca Erasmus). Dedicado desde muy joven a la creación literaria, con más de una treintena de premios de relato, entre ellos, cuatro veces Premio Letras Jóvenes de la Junta de Castilla y León: en 1992, 94, 95 y 99. Colaborador asiduo en prensa; entre 1997 y 1999 ejerció la crítica literaria en el suplemento de libros de El Norte de Castilla y tuvo una columna semanal en la edición regional del diario El Mundo.

 

Obra

NARRATIVA

Comida para perros (1999).
La vida no es un auto sacramental (1999).
La peste bucólica (2003).
Quemar las naves (2004).
Mariluz y el largo etcétera (2018).
Mi corazón visto desde el espacio (2019).

 

Premios

1992: Premio Letras Jóvenes de Castilla y León.
1994: Premio Letras Jóvenes de Castilla y León.
1995: Premio Letras Jóvenes de Castilla y León.
1999: Premio Letras Jóvenes de Castilla y León.
1999: Mención especial del jurado en el Premio Nadal por La vida no es un auto sacramental.
1999: Premio Ojo Crítico de Narrativa (RNE) por La vida no es un auto sacramental.
2003: Premio Racimo de Literatura otorgado por el Ayuntamiento de Serrada.
2004: Premio Rejadorada de Novela Breve por Quemar las naves.
2013: Premio de Cuentos Lena por La grieta.
2019: Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León por Mariluz y el largo etcétera.
2020: Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León por Mi corazón visto desde el espacio.

Poética

 

 

Texto

LA PESTE BUCÓLICA (2003)

1

Los corazones son como los perros: hacen bastante compañía, pero supone un fastidio tener que ir recogiendo en bolsitas de plástico toda la mierda que van dejando por ahí.
Waldstein jamás hubiera alumbrado un pensamiento como el que encabeza esta página, porque él no es una persona propensa a las síntesis, sino a los análisis. Waldstein es un especialista en sopesar las situaciones y los sentimientos, en destriparlos, en calibrarlos, en catalogarlos, en escrutarlos durante días o años a través de un microscopio. Waldstein es uno de esos perfectos gilipollas que se pasa la vida mirando cómo se le pasa la vida.
Cuatro horas arrellanado en un sillón neumático de color rosa chicle provoca hormigueo incluso en el cuerpo más acostumbrado al sedentarismo, por eso Waldstein se levanta, se estira y se acerca hasta la ventana a contemplar la lluvia con desidia. Treinta años lloviendo sin tregua hacen que la lluvia que cae en este preciso momento se sume al recuerdo de la lluvia que la precedió y también al presagio de los meteorólogos de que seguirá cayendo sin piedad los meses venideros. Y la cantidad de lluvia resultante hunde el ánimo de Waldstein en un fango triste y claustrofóbico.
– Mierda de lluvia -les susurra a bocajarro a las gotas huidizas que resbalan por el cristal de la ventana.

(Párrafos iniciales de La peste bucólica, Madrid, Losada, 2003).

 

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