CORRALES, Agustín

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CORRALES, Agustín

Biografía

Agustín Corrales nació en Aljaraque, el 28 de Abril de 1970, donde pasó su infancia y su primera adolescencia. En 1984 sus padres abrieron un restaurante en Punta Umbría, localidad a la que se trasladó toda su familia cuatro años más tarde.

Estudió bachillerato en el I.B. Diego De Guzmán y Quesada, mundialmente conocido en Huelva como «El Femenino». Allí su profesor de literatura, Francisco Jiménez Pérez, le descubrió el maravilloso mundo de la poesía.

Se trasladó a Sevilla para licenciarse (sin prisa) en Filología Hispánica. Después de un curioso período de oposiciones, consiguió trabajar como profesor interino de literatura, lo que le permitió conocer en profundidad seis provincias andaluzas. Actualmente vive como funcionario en el I.E.S. La Arboleda de Lepe, donde reside desde 1998.

A principios de los noventa publicó sus primeros poemas en la revista literaria Volandas, de Punta Umbría, algunos con el rimbombante pseudónimo de Don Segundo Sombra, tomado de la imponente novela de Ricardo Güiraldes. También colaboró en la revista cultural El botellón literario, de Huelva, y en la publicación La voz de Lepe, esta vez con el pseudónimo de Andrea Orozco.

En Marzo de 2003 publicó en la editorial Cacúa su primer libro, Columna arrinconada. Algunos poemas de su segunda obra, Trinchera o tumba (2006) aparecen en la antología poética Huelva de la A a la Z (poesía), editada por la diputación de Huelva.

Obra

POESÍA

Columna arrinconada (2003).
Selección de poemas de Columna arrinconada y de Trinchera o tumba (aún inédito) en la antología Huelva de la A a la Z (poesía) (2006).
Cocina rápida. Poesía romántica y erótica (2020).
Lo que diga tu boca (2021).

Premios

 

 

 

Poética

 

La poesía es un juego. Un juego de palabras e ideas. La mecánica es sencilla: intentar transmitir ideas con palabras. Así empecé a escribir en el instituto. Un poema era más una prueba de ingenio que un texto literario. De estos dos elementos fundamentales el primero que hay que aprender a manejar es la palabra. Valen ripios y trabalenguas para menores de quince años. En categoría juvenil ya hay que buscar la sonoridad y el ritmo. Se aprende. No se puede llegar a ser Quevedo si no se tienen algunas condiciones innatas, pero no es difícil adquirir la técnica suficiente para ser un rimador de andar por casa. Incluso para llegar a alguna antología, a algún diccionario de autores, o para publicar un libro, o para ligarse a alguna chavala. Pero este juego se complica cuando los sentimientos entran en liza. Mi amigo Marcos Gualda me dijo que para escribir bien es necesario cumplir tres requisitos: el primero es tener algo que decir. Casi todo el mundo tiene algún sentimiento o conoce a alguien que lo tiene. El segundo es saber contarlo. Esto, como ya he dicho, se aprende. Hay talleres de creación. El tercero es atreverse a contarlo. Éste es el más complicado. Hay que buscar dentro, donde duele. Y después hacer que ese dolor pase del papel al lector. Difícil.
Llegados a este punto, el juego se convierte en algo muy serio. Mientras uno escribe tiene que tomarse su labor como lo más importante. Después hay que quitarle gravedad al asunto, enseñárselo a los amigos y tomarse una cerveza.

 

 

Texto

 

-sin título-

Va a cansarme la sábana baldía.
Va a cansarme
trabajar este cuerpo hasta que parezca el tuyo
poner de nuevo nombre a cada poro
cavar trinchera o tumba.
Va a dolerme
partir el pan para otra boca
su tozudo silencio
su mordisco frutal.
Va a dolerme
fingir el hueco en la garganta
cincelar el bostezo necesario
el tedio horizontal
de las caricias obligadas.

(Del libro Trinchera o tumba, Diputación de Huelva, 2006).

RUIDO

Me vienen diciendo
que no me ría;
como si les fuera a despertar al niño.

Que no grite
que no alborote
que si la edad
que si las formas;
no ven que el niño
se les durmió para siempre.

(Del libro Columna arrinconada , Cacúa, 2003, p.57)

-sin título-

 

Necesito un porsche,
para matarme en un curva
cerrada.

(A. de Padua Díaz)

 

Noche cerrada.
Cremallera abierta.
No importa qué curva
elijas para matarme.

(Del libro Columna arrinconada, Cacúa, 2003, p.38)

 

 

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