BELMONTE AGÜERA, Rafael

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BELMONTE AGÜERA, Rafael

Biografía

Rafael Belmonte Agüera nace en Cartagena el 12 de Enero de 1955. Se inicia en la lectura y la escritura en edad temprana. En 1967, Agustín Sanmiguel, un profesor de Ciencias Naturales, le alienta, y José Antonio Labordeta, un poeta cantautor, le influirá definitivamente. De su educación son responsables en buena medida los aragoneses, puesto que en la provincia de Huesca reside más de quince años. Los estudios primarios, el bachiller («de por libre») y los secundarios los realiza en esa comunidad alternando siempre estudio y teatro interpretado y escrito. En 1977 se traslada a Madrid, decidido a convertirse en actor, y se matricula en la RESAD en donde recibe clases de indudable esplendor de Ángel Facio, William Leyton, José Osuna, y otras muchas, algunas -opina- no tan esplendorosas, pero siempre esenciales. Conoce a Francisco Nieva en su adaptación de Los gigantes de la montaña, de L. Pirandello, y este estreno y El combate de Ópalos y Tasia, del mismo Nieva, amplían notablemente su concepción del horizonte del Teatro. Un día un profesor retorcido y cuadrado le recuerda en la RESAD lo mismo que él ya sabía por amiguitos del colegio, que estaba entrado en carnes desde que nació, y que por esta causa -según el sabio profesor- no valía para actor. Apesadumbrado, abandona la escuela teatral y para mantener su «voluminoso» cuerpo trabaja para subsistir en diversas compañías y giras por Asturias, Galicia, Castilla. Gangrenado ya por la escritura y el teatro, cree casi a pies juntillas, es decir, tuertamente en Peter Brook. Burlado por sus pensamientos, escribe creyendo en que el Teatro no se debe adaptar nunca, sino comenzarlo desde cero siempre. El espacio vacío. Una hoja de papel en blanco o un escenario, lo mismo le da.

 

Obra

NARRATIVA

Lo pagarás con tu sangre, mamá (El extraño) (2000). Novela.
El fantasma de Ciudad Jardín (2002). Novela.
Carne de entretenimiento (1995-2003). Cuentos.

POESÍA

La poética basura del tiempo I (1967-1978).

TEATRO

(Desde 1985 en adelante)

El arrebato de Marian (1990).
Laia (1992).
El regreso (1994).
La abdicación (1994).
Un encuentro fortuito (1995).
El hombre que no tenía árbol (1996).
El clasificador de vertidos (1996).
Teatro breve (1998)
Domingo por la tarde (1999).
Atraco matutino (2000).
Un muerto en el jardín (1998-2004).
Un trabajo siempre es un trabajo (2000).
La celebración (1993-2000).
Luna, 1969 (1986-2001).
Parque de Sueños (2001).
Déjame, que yo me muera sola (2001).
Once letras o Euroganalar (2002).
El hombre feroz (2002).
Piel de ángeles (2002).
Coincidencias (2002).
Igloolik (1987-2003).
Yamicé (1988-2003).
Ritual de sangre y plumas (2003).
Luna de abril (2003).
TeatroXpreso (2003).
Monólogos del aire (2003).
No sé qué pensaréis vosotros (2004).

OTROS

(Últimos artículos)

«Progresistas y conservadores» (2003). Artículo periodístico.
«De tal palo tal Castilla» (2003). Artículo periodístico.
«Al amigo Cándido» (2003). Artículo periodístico.

 

Premios

2002: Accésit Fundación Ciudad de Requena, por Un trabajo siempre es un trabajo.

 

Poética

A mí lo de la poética, lo confieso, me asusta. Se me antoja algo demasiado solemne, presuntuoso, me viene grande, enorme, aunque no debe serlo nada en absoluto, seguramente. También intuyo que esto de la escritura, encajada en el «bolillo» que, por virtud, le corresponda (Teatro -y dentro del teatro: comedia, drama, tragedia, neo’s cualesquiera palabras, o no, dichas por un personaje sobre unas tablas, o no, etcétera de etcéteras-, Novela -y dentro de la Novela, como si esta fuera un pavo relleno, histórica, policíaca, etcétera-, Ensayo -y afín al Ensayo?-, Poesía?), es algo realmente extraño: uno (es un escribir) tiene una idea (quien la tenga) maravillosa, la piensa (quien piense), la repiensa (quien repiense), la anota, borra, reanota?, rompe (quien rompa) o no y empieza el proceso de nuevo o escribe directamente. Bueno, pues al final resulta que lo escrito no tiene nada o casi nada que ver con lo ideado. ¿Cosa de brujas? ¡No, que uno es un torpe! Si la imaginación avanzara al mismo ritmo que la ciencia? (¿?) O si nos exigiéramos (empezando por quien suscribe) un mínimo de rigor, El canto a la luna, original de Malaquías O. Vasco Murciano, por ejemplo, se transformaría directamente en Serenata. Serenata a la Luna, también por ejemplo, pero, indudablemente, ascendería de categoría en lo literario. Creo que todos hemos nacido medio tontos y el tiempo nos hace-transforma en «medio listos»; embruteciéndonos por el camino, eso sí. Aguardo, sin impaciencia ninguna, ese breve tiempo último en lo justo de la vida del hombre que ya no tiene retorno, confiado en que me regrese la ternura, la poética sin tapujos, pues. Ya les contaré entonces.
Cuando yo era más joven (anciano ya, por verdad) solamente escribía para mí y para mi parienta, y era altivo y ella me alababa el gusto y yo insistía. Un día, José María Rodero, a quien tuve la osadía de acercarme en juventud, tras leer una de mis primeras obras teatrales, me aconsejó: «no escribes mal (que esto consuela al más incauto), pero deberías pensar en el público, ¿o escribes para ti?, porque, si este es el caso, ¿para qué me lo enseñas?» Desde ese mismo instante, decidí que si tanto admiraba a José María Rodero, ya fallecido (aunque algún tonto que barrunta con sus posaderas llame histrión, despectivamente, a uno de los más grandes actores españoles de teatro del siglo pasado), debía hacerle caso y pensar en ese imaginario público a la hora de escribir, repensar, incluso romper? Y al ponerle fin a cualquier escrito, también.
Escojo para mi propio disfrute, pues, aquellos libros que tienen pinta de que me van a divertir, emocionar o conmover; sobresaltar las entrañas, si puede ser. Así pues, de entre las ideas que me asaltan como infames cuatreras de los intrincados caminos de la sesera, selecciono sólo aquellas que me convenzan de que conmoverán a alguien; y para empezar, a mí; sobre todo, a mí. E imprescindible: que no aburrirán. Estoy convencido, cada día más, de que la «habilidad» de rellenar hojas en blanco, situando las palabras en su sitio exacto, además de llevar mucho, mucho tiempo en el tiempo, debe ser algo realmente «divertido» para quien se empeña en afrontarlo. Aunque se nos salten las lágrimas al hacerlo y el sudor nos confunda los sentidos. A quien los tenga.

 

Texto

ONCE LETRAS o EUROGANALAR (2002)

En un escenario cualquiera, de entre bastidores sale con una plateada bandeja colmada de letras un viejo CREADOR CONTRASTADO. Templado en diez mil escenarios de la vida, tanto es su extravío ya que la misma seguridad en cualquier cuestión que pueda tener algún difunto la tiene él sobre su persona y se considera un lógico e imprescindible objeto de deseo; es, posiblemente, de los que se masturban frente al espejo de su memoria cada mañana. Pero, ¡ay!, la vejez si triunfa lo hace sobre todas las cosas y el marchito pimpollo tropieza y desperdiga torpemente en el pulido suelo el contenido gramático del recipiente.
Abandonadas por el entarimado, como gotas de lluvia sin agua, están las letras; la sintaxis esplendorosa de los poetas de antaño se mezcla, confunde, embadurna y revuelca entre las frías, inútiles y volátiles huellas de zapatazos de hoy.
Como tan sola está la luna, que quiere marcharse a otras órbitas, está el sabio CREADOR CONTRASTADO hundido en su etéreo recuerdo de los tiempos de la dicha. Si bien, las letras, ajenas a la antiquísima domesticación de los halcones, no alzan vuelo de regreso; sólo tiene alas, y son de olvido, el pensamiento; y el viejo loco blasfema en irreconocibles idiomas, entre pertinaces pedorretas y eructos choriceros mientras recoge con parsimonia una a una sus once letras recortadas, fijadas a sólido soporte, y las sitúa una vez lustrosas y limpias una a una laboriosamente en su antiguo receptáculo.
Después, escarmentado y molido por tanto esfuerzo, pretende recomponer meticulosamente el olvidado sentido del texto que portaba.
Toma por improvisada pizarra los cortinones del recinto o su rechoncha figura y conforma diversas estructuras gramaticales combinando entre sí su colección de letras:

E U R O G A L A N A R
Arre a alguno (Se lee cuando concluye con la primera práctica. Como buen hombre y letrado, mucho sabe sobre burros y se corrige huyendo del agravio al prójimo con escurridizo apremio fabricando una segunda) Empezaba por «no», por «no». (Se susurra) Lanar «oguera» (Tampoco es la deseada y lleva horrible falta) Era «no», «no»? No lea agrura (Es la tercera. Y cree removerse neuronas rascándose en el cogote) Nada tenía que ver con rencor. ¿Rencor? ¿Por qué? Eurogalanar (Forma como cuarta. E inquieto por la tardanza amasa carne en sus testiculillos) Tampoco, tampoco. Era «no»?, no? Uno le agarra (Se lee en su quinto y perdido intento) Agorera luna (Es su sexta y breve frase. Mas no es la que busca) Al negro aura (Considera graciosa la séptima composición el viejo, y la repite a gritos de desesperación, como si vendiese percebes baratos en un mercadillo de literatura) ¿Por qué aliento negro? (Recapacita) Aunar o regla (Manosea con insistencia sus neuronas que ya se le han bajado a estas alturas del tiempo inocente directamente a la entrepierna, aunque sonríe satisfecho de tamaña ocurrencia) Ya sé? Ya sé? (Se dice) angre? lar au o (Repite para sí «angre, angre?» y «lar»? «lar»? Se ilumina) ¡Sangre! ¡Eso es! ¡Estoy cerca! ¿Sangre «lar», auo? Ya. Ya. Ya. Sangre en el hogar, auuuuuuooo? (Aúlla lastimeramente) A la guerra no (Rehace este texto a la primera. Se excita intuyendo el final de tan extravagante rompecabezas) ¡No a la guerra! ¡No a la guerra! (Sudando pero satisfecho, se aplaude a sí mismo por tan glorioso final. Por fin, ha conseguido amasar su propia y pequeña fortuna intelectual. Convencido ya se aleja renqueando hacia sus libros y sus letras, sabiéndose dueño y señor del verdadero arte, la virtud de lo inútil: el arte de la paciencia)

 

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