BARCELO ESPUIS, Jose Maria

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BARCELO ESPUIS, Jose Maria

Biografía

José María Barceló Espuis nació en Tarragona en 1943 y falleció en Zaragoza en 2014. Fue Ingeniero Industrial por la Universidad de Barcelona. Además de escritor, trabajó para la Obra Social de Ibercaja, desempeñando así una importante labor en el ámbito de la gestión cultural. En literatura, cultivó el campo de la poesía (sus poemas aparecieron en revistas como Turia), el ensayo y el relato (muestras de ambos géneros vieron la luz a través de la revista Criaturas Saturnianas). Asimismo, escribió artículos para Peregrino y participó en la publicación de volúmenes colectivos sobre actividades y proyectos culturales (Diez años de Constitución -1990-, Mística, Pensamiento y Cultura. Tercer centenario de la muerte de Miguel de Molinos -1996-, Contexto histórico y social de la fundación de Ibercaja en el siglo XIX -2002-, Biocosmos. Un viaje a la materia, la vida y el ser humano -2006-, etc.).

 

Obra

POESÍA

Los círculos del tiempo (1998), traducido al árabe. El Cairo (1998).
Hacia la mar de Ítaca (2002).
Antífonas para un cántico (2007).
Cuando el bosque oscuro cayó ante mí (2010)
Museo de soledades (2011)

 

OTROS

Un camino de Santiago para no olvidar (2003). Viajes-diario.

 

VOLÚMENES COLECTIVOS

Vivo sin vivir en mí  (AFEDAZ Alzheimer, Zaragoza 2006), Coord. Joaquín Mateo..
Ducha escocesa  (Ed. Certeza, Zaragoza 2008), Coord. Javier Aguirre.
La luz escondida. Una poética de los Ángeles. (Libros del Innombrable, Zaragoza 2010)

 

Premios

1990: Socio-residente de la Excma. y Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.
1993: Medalla al Mérito Cultural de la República Árabe de Egipto.
1994: Consejero permanente del Instituto de Estudios Sijenenses Miguel Servet.
2005: Premio «José María Savirón a la Divulgación Científica».

Poética

 

Mi poesía está entre dos fronteras imaginadas del mismo misterio: la interior de uno mismo, y la fascinación por la relación con lo absoluto, esa realidad invisible en la cara oculta de nuestra vida.
Con la palabra misterio me refiero a lo que para mí no es alcanzable conocer: una realidad que es, pero a la que la razón no tiene acceso, sólo la presiente, o quizás mejor, necesita presentirla para dar consistencia al ser, para que la vida tenga un sentido. Por ello, entre dudas, surge un deseo primordial e insatisfecho: trascender. «Una existencia que me excede brota de mi corazón.» (9ª Elegía, Rilke).
La expresión poética es una forma de acercarse o tantear o explicar la realidad que vemos y la presentida, mediante los recursos que ofrece el lenguaje, a través de sus figuras retóricas llevadas muchas veces hacia su límite. No obstante el poema no es sólo una serie de sugerentes palabras encadenadas, ha de tener algo más intangible para que llegue al espíritu humano, y para ello tiene que poseer su música: el poema escondiendo un pentagrama. Ésta sería para mí, la máxima expresión poética porque la música es el arte de lo incorporal, de lo invisible, el que sólo se siente, y cuando cesa queda en el interior como el sonido de un bajo continuo que da vueltas y te envuelve. Ese es el poema que se recuerda.
Por ello hay una poesía con la que conectas, que te deja una impronta, que te dice un algo a veces tan sutil como indefinible, y la hay que, a lo sumo, te deja una bella estructura de palabras similar al impacto de la composición de colores de un cuadro. Cabría preguntarse si se puede hacer poesía desde un agnosticismo militante o si al menos hay que sentir la angustia del ser, porque ¿ese desasosiego no sería ya percibir que algo nos falta?
Después del vacío que la posmodernidad ha dejado en la renovación de las formas tradicionales del arte y la cultura, el pensamiento y la vida social, mi poesía intenta una ruptura con la antirrazón de la razón y con el materialismo que empapa de desencanto solitario la vida cotidiana. Mi poesía, frente a esa herencia nihilista, busca una reacción para recuperar la esperanza en la utopía y la puesta en valor de la capacidad de la razón en observar lo bello como expresión estética del fulgor de la Verdad, belleza en parte inabarcable, y para ello la poesía siempre tendrá ámbitos de libertad.

 

 

Texto

 

Centellea un camino en el mar.
Soy forma fascinada y seducida
que vacilante, aguarda.

Sin entender iré despacio mientras
el día blanco agota su hora. Rojo
instante de un lejano encuentro. Fuego
de amor puro que guardo en la negrura
de la gruta. Quietud vacía donde
vendrá el ser de fulgor insoportable
cuando cogerme quiera.

Oscuridad de vida entre manos
orantes hacia un cielo imaginado,
entre el falaz silencio de tu ausencia.
En la espera extenuante del encierro
siento más hondo el frío de la tierra
y mayor el deseo por estar
en tu cara presencia.

Y qué hacer por estar en tu morada
a esperar a que vengas, y me tomes
por un instante cuando tu amor quiera
abrirme las honduras del abismo
en un inaccesible mediodía
que rompa las tinieblas del insomnio
para querer más cerca.

De muy lejos te busco y el poema
suplica ir a ti en este cántico.
No hay tiempo, y sí delirio ardiente
por volver al Omega, áureo claustro
perdido en tantos sueños añorado.
Íntima ilusión, no ser materia
que a la tierra vuelva.

Desde lo alto enviada, descendía
lentamente tu niebla en grises bucles.
Solemnes me abrazaron y sentí,
con ojos ya velados, deshacerme
en finísimas gotas de existencia.
Pero alcanzar tus velos, fue ingenuo
candor de quien espera.

Se hizo tarde. Y tarde vi que amor
en mí ausente el encuentro aleja.
Dentro sentí el frío del declive
al ver desde la costa el fin del día:
tenue pábilo en mar de oscura cera,
huyendo con el último reflejo
un ahogado deseo.

(De Antífonas para un cántico, Zaragoza, Libros del Innombrable, 2007, pp. 17, 38 y 39)

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