ARCO, Jorge de

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ARCO, Jorge de

Biografía

 

JORGE DE ARCO (Madrid, 1969). Licenciado en Filología Alemana por la Universidad Complutense. En Junio de 1993, le fue concedida por el Ministerio de Cultura una Ayuda a la Creación Literaria con la que publicó su primer libro, Las imágenes invertidas. Posteriormente, aparecería Lenguaje de la culpa, «Premio Ciudad de Alcalá» y en 2000 De fiebres y desiertos, «Premio Comunidad de Madrid de Arte Joven», editado por Visor. En 2007 vio la luz La constancia del agua, en noviembre de 2009, La casa que habitaste, Premio Internacional de Poesía «San Juan de la Cruz», 2009 (Rialp. Colección. Adonáis) y en noviembre de 2010 el que es su primer libro de poesía infantil y juvenil, Con el balón en juego (Hiperión. Col. Ajonjolí. Madrid, 2010). Está incluido en diferentes antologías como La voz y la escritura, Un siglo de sonetos y Los 33 de radio 3, Los jueves poéticos, etc. Ha traducido poesía alemana, inglesa e italiana. Ejerce la crítica literaria en muy diversos medios. Es Director de la Revista Poética Piedra del Molino. Es Juglar de Fontiveros, tierra natal de San Juan de la Cruz.

 

 

Obra

POESÍA

Las imágenes invertidas(1996).
Lenguaje de la culpa(1998).
De fiebres y desiertos(2000).
La constancia del agua (2007).
La casa que habitaste (2009).
Con el balón en juego (2010).
Huellas: Antología 1996-2017 (2018).

TRADUCCIONES

Wolfgang Borchert, Un andar solitario. Antología Poética.
Gaetano Longo, Autorretrato con música. Antología Poética.

OBRAS TRADUCIDAS

Il tempo delle tue labbra (2003).

 

Premios

 

1995: Premio Isabel de España.
1997: Premio Rodrigo Caro.
1997: Premio Ciudad de Alcalá.
1998: Premio Comunidad de Madrid de Arte Joven.
2000: Premio Villa de Aoiz.
2001: Premio Fray Luis de León.
2003: Premio Santa Teresa de Jesús.
2003: Premio Andalucía.
2005: Premio Vicente Aleixandre.
2007: Premio Dulcinea.
2008: Premio Martín Descalzo.
2009: Premio Internacional de Poesía «San Juan de la Cruz».
2009: Premio Charo González.
2012: Premio Ángel García López.
2013: Premio José Zorrilla.
2016: XXVIII Premio Nacional de Poesía “Conrado Blanco León” por el poema Como un viejo conjuro.
2016: XXIII Premio Nacional de Poesía de la Hermandad de Cofradías
2020: Premio de poesía ‘Educando contra la violencia’ por su poema Inventario.
2020: Premio Benito Pérez Galdós de Poesía por su poema ‘Lentos pasos del alba’
2021: XII Certamen Nacional de Poesía Carmen Arias por su obra Pájaro de luna y sombra.
2021: XV Certamen de Poesía de Ángel Crespo por el poema Umbral del laberinto.

Poética

La fuerza de la palabra poética nace del compromiso que tiene el autor consigo mismo, con el respeto a su oficio, con la devoción por su mágica tarea. Su fin último, su mejor tributo, será llegar al lector, a quien podrá incluso, con el misterioso milagro de su decir, transformar la conciencia.

En mi caso, la poesía me ha acompañado con rigurosa fidelidad. Más fiable, si cabe, que un amigo o una amante, ha ido perfilando mi condición humana con la plena confianza de que su poder sugeridor, su reveladora esencia, puede convertir en virtud cualquier amarga experiencia, cualquier ingrata realidad. Y de su defensa y de su difusión debe encargarse el propio artista. Desde la infancia, desde la escuela, desde los foros tribunas y medios de comunicación que estén a su alcance, tiene que mostrar y descubrir el poder curativo, estético y cultural que esconden los versos. Versos que alentarán un recuerdo fértil y duradero, que alumbrarán una belleza interior que como creyó Dostoievski, «salvará al mundo».

El quehacer del poeta, pues, se mide por su conducta ética dentro y fuera de las páginas que pergeña. Es innegable que su producción genera una sustancia elástica, desplegable, que abraza un tiempo y un espacio casi eternos: figuras, paisajes y escenarios -del ayer y del mañana- en los que otros querrán reconocerse.

Pues ¿qué es la poesía sino un estado de ánimo desde el cual poder proteger y protegernos de la manera más lírica posible?

 

Texto

 

LA PIEL DEL PARAÍSO

La dicha es el recuerdo de lo que no se tuvo,
de las palabras idas
en tardes de azoteas solitarias, sumido en la constancia
que vuelve una proeza la vida y su conjuro.
Ahora, cuando entretienes
los días de la nada bajo la certidumbre
de lo que fue deseo, memoria más feliz, mar tan azul y en calma,
vas borrándole al tiempo las manchas del dolor,
las huellas de la lluvia
ligera entre los ojos.
El resplandor del mal ya no cabe en los párpados,
ni el tránsito lábil
de las horas que aguardan el vértigo primero del inmenso crepúsculo.
Sumido en el reflejo
que devuelven las luces tibias del corazón,
rota un día la voz que mordiera el pecado,
la voz de la venganza
queda el olvido mismo, los lugares soñados, la piel del paraíso.

(De Fiebres y desiertos.)

EL TIEMPO EN TUS PUPILAS

Para Almendra

Me preguntas por esta vana entrega
que transparenta el alma y la desviste.
El día huele a ti y a lejanía
porque el sol nos traiciona
cuando sepulta el tiempo
en tus pupilas
y te me escapas, calle
abajo,
camino de otra claridad sonora.
Me preguntas por este amor a medias
tan embridado y a contracorriente,
por esta incertidumbre del podría
ser, del tibio pudiera tan futuro.
Mientras, la luz derrama entre tus párpados
un rumor de deseos y violetas
y yo, envuelto en tu más limpio destello,
me asomo a los perfiles de esta ausencia constante
y me pregunto,
cuando sueltas la tarde de mi mano,
cómo sería ver
el mar desde la playa de tus ojos.

(De La constancia del agua, 2007)

LUZ SEDIENTA

Crepitan esta noche entre mis manos
la luz sedienta,
el verbo amante,
la desnuda madeja de tu cuerpo…,
y a resguardo del sueño, resucito
la súbita avaricia de tu carne,
los jirones de luna diurna y nuestra.

Ahora,
la soledad reclama su lugar y su instante
y la misma agonía que respiran
las ruïnas recientes de mis párpados,
recorre los cimientos de este hogar,
de esta conciencia
de cal y llanto.

Me asomo al ventanal de la memoria
y la lenta alborada me devuelve
el río ardiente de tus pies descalzos.
Entonces, el pasado, pareciera
no haberse ido,
no haber disuelto
la amante ceremonia del gozo en nuestros labios.
Pero ya sin remedio tus palabras golpean
los resquicios del alma,
y el eco de tu voz
se derrama en la sábanas del tiempo
desde el instante aquel en que dijiste
«Mi corazón ya late en otra casa».

(De La casa que habitaste, 2009)

MORADA DEL OTOÑO

Con un verso de José Hierro

Anclado en el amargo
verbo de este Noviembre y su acedura,
mientras la luz morada del otoño
se hace cristal, aliento, madrugada,
memoro el fantasmal hechizo de tu ausencia,
el clamor en tus sílabas de ayer.

Aún nos queda un zumbel de pesadumbre,
una peonza pálida,
la seda de un ciprés,
el oro de los muertos,
las cenizas cautivas en las playas,
los trenes de marfil y sin destino,
las heridas abriéndose a la luz,
las sombras que tan lóbregas disuelven
los gélidos paisajes del adiós.
Porque ya son tus labios
cicatrices, el luto impenitente
de los días futuros,
ardiente corazón,
donde fingir los cóncavos
espacios de la frágil existencia.

Pronto, el amanecer
sostendrá su mirada al horizonte
y manchará mis ojos de nostalgia.
Tu boca resucito en esta hora en que
el aguardiente tiene sabor a nunca más.

 

(De La casa que habitaste, 2009)

 

 

 

 

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