SALAS, Ada

Inicio/SALAS, Ada

SALAS, Ada

Biografía

Nace en Cáceres en 1965. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Extremadura e impartió clases durante dos años en la Universidad de Angers. Desde 1992 es profesora de literatura en un instituto de bachillerato madrileño.

Su obra ha sido recogida en diversas antologías como Ellas toman la palabra (1997), Poesía española reciente (1980-2000) (2001) y La otra joven poesía española (2003).

 

Obra

Arte y memoria del inocente (1988).
Variaciones en blanco (1994).
La sed (1997).
Lugar de la derrota (2003).
Alguien aquí : notas acerca de la escritura poética (2005).
Esto no es el silencio (2008). No duerme el animal. Poesía 1987-2003 (2009).
El margen, el error, la tachadura (de la metáfora y otros asuntos más o menos poéticos) (2011).
Limbo y otros poemas (2013).
Escribir y borrar (2016).
Hay caballos atravesados en mi garganta (2018).
Descendimiento (2018).

Premios

1987: Premio Juan Manuel Rozas de poesía por Arte y memoria del inocente.
1994: IX Premio de poesía Hiperión porVariaciones en blanco.
2007: Premio Ciudad de Córdoba-Ricardo Molina.
2019: Medalla de Extremadura.

Poética

Quien escribe lanza una piedra a la superficie mansa y lacustre del silencio. (p. 13)

Escribir predispone a lo extraordinario: oir lo que no se ve, ver lo que no se oye. Pero cuidado con perderse. (p. 108)

También en el grabado, el blanco lo constituye la no intervención, la ausencia de trazo. Así el silencio en el poema; tan relevante es la palabra como la pausa, el aire como el sonido, el blanco como el negro. (p. 79)

El poeta no tiene meta, objetivo, no tiene destino, no camina para llegar, sino para perderse: sólo de la errancia, del abandono, surge el poema. (p. 37)

Cuando uno escribe olvida todo lo que haya podido escribir o decir sobre la escritura, lo que pensaba sólo un instante antes de disponerse a la escucha. Escribir es fundamentalmente un ejercicio de olvido, y cada vez que escribimos lo hacemos como si nunca antes lo hubiéramos hecho. «El poeta está siempre empezando». Lo dijo Aleixandre. (p. 89)

El poeta no es dueño de sí ni de su obra. Cuando acaba un poema sabe que, incluso en ese momento, todo está por hacer. No es el poeta el que crea el poema, sino el poema el que hace nacer al poeta, una y otra vez, como un hombre nuevo, pero completamente desvalido, que deberá crecer y luchar hasta enfrentarse a otro nacimiento. (p. 52)

El poema nos habla con un lenguaje desconocido que nos resulta, sin embargo, profundamente familiar; lo escribimos (y lo leemos) con la perplejidad con la que recordaríamos algo que tenemos la certeza de no haber vivido. (p. 109)

Si un poema es un mensaje destinado al lector, qué curioso: el autor lo elabora con un código que no conoce, el lector lo descifra con un código propio. Algo en común, claro es, una lengua. Pero un poema es más que una manifestación del lenguaje. Las palabras en él son más que ellas mismas, más que el resultado de su combinación. En la suma del texto (la del autor o la del lector) siempre faltan sumandos: en ellos están su raiz y su vuelo. por eso quien escribe no sabe, a ciencia cierta, qué escribe. Y quien lee, más alla y por encima de su acuidad crítica, miente cuando explica que ha leído. Lo esencial del poema se disuelve en la sangre del lector, pasa aser parte de su vida y de su pensamiento. Leer es comulgar, y lo que se comulga no puede ser restituido. (p. 92)

(De Alguien aquí. Notas acerca de la escritura poética, Madrid, Hiperión, 2005)

 

Texto

He vivido cien siglos con horas semejantes.
He sufrido la ciega soledad del pájaro caído
la cruda languidez de los cielos abiertos.
Amé la lluvia rota en la ciudad antigua
el humo los cristales los astros
desatándose.
Nada me sobra en cambio.

La palabra es el don
que solicito.

(De Arte y memoria del inocente)

Tiendo mi cuerpo aquí.
Hay algo dulce en él
para el hambriento.
Hundidle vuestras manos.
Comedlo como carne
o agua.

Comed

hasta que yo desaparezca.

(p. 9)

Tuyos son la mirada
y el canto

el hambre con que amo
la doliente
pequeñez de las horas

todo

lo que habita la basta sucesión de tu ausencia.

(p. 39)

Si he llegado hasta aquí
no me dejes caer.
No me alimentes.
Sólo deja que duerma
y sueñe lo que nunca
nos ha pertenecido.

Esta fue mi plegaria.

(p. 35)

(De Lugar de la derrota)

 

Subir